Jesús le dijo: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? (Juan 11:40 LBLA) Al final del capítulo diez en el Evangelio de Juan, vemos a Jesús enseñando al otro lado del río Jordán, alejado de Jerusalén y de los fariseos que tenían toda la intención de apedrearlo (Jn. 10:31, 39). Pero ahora en el capítulo once lo vemos regresar de nuevo con sus discípulos al área de los alrededores de la ciudad (Betania se encontraba a poco menos de tres kilómetros de ella) a causa de la enfermedad y muerte de un amigo. Aunque en el Evangelio de Juan es la primera vez que se menciona a la familia de Marta, María y Lázaro, sabemos que los tres eran cercanos a Jesús y que Él en varias ocasiones se quedó con ellos en su casa para enseñar y comer (cf. Lucas 10:38-42). La resurrección de Lázaro que se relata en éste capítulo constituye la última y más dramática señal de Jesús en todo el Evangelio de Juan. Éste milagro también sirvió como el evento climático que desencadenó la decisión de los líderes judíos de asesinar a Jesús, plan que finalmente desembocó en la traición de Judas y en la muerte de Cristo en la cruz. Todo el evento nos enseña muchas verdades valiosas, algunas de las cuales mencionamos a continuación. 1. La muerte de Lázaro nos recuerda que vivimos en un mundo quebrantadoLa primera verdad que aprendemos en este pasaje es que estamos en un mundo quebrantado. La Biblia nos enseña que esto no siempre fue así. Sabemos que Dios creó el mundo “bueno en gran manera” (Gen. 1:31) pero que la entrada del pecado trajo consigo la muerte (Gen. 2:17, Rom. 5:12; 6:23), así como dolor, relaciones rotas, frustración y las dificultades de un mundo bajo maldición (Gen. 3:16-19). Todo el Evangelio de Juan nos recuerda el hecho de que estamos en un mundo quebrantado por el pecado, en el que una mujer puede vivir en adulterio con un varón tras otro sin encontrar nunca la satisfacción que busca (Jn. 4:1-26), en el que un padre puede ver a su hijo enfermar y morir sin poder hacer nada al respecto (Jn. 4:43-54), en el que un joven puede quedar inválido y permanecer así por treinta y ocho años, postrado en el suelo y sin poder ayudarse (Jn. 5:1-9), en el que un ciego de nacimiento es abandonado -incluso por sus propios padres- para mendigar (Jn. 9:1-12), en el que los amigos y familiares enferman y mueren trágicamente (Jn. 11:1-44), en el que las personas traicionan a sus amigos por dinero (Jn. 13:11) y en el que el inocente es acusado falsamente, juzgado injustamente y asesinado con crueldad (Jn. 18 y 19). Pero quizás de todas las historias en este Evangelio, el capítulo 11 es el que refleja con mayor crudeza el dolor de la enfermedad y de la muerte. Casi podemos sentir la desesperación de Marta y de María al enviar por Jesús, y su decepción de no verlo llegar a tiempo para sanar a su hermano. Vemos las lágrimas, escuchamos el llanto de tristeza y el dolor que las siguientes palabras expresan: “Señor, si hubieras estado aquí…” (Jn. 11:21, 32). Son las palabras que expresan la duda de saber que Dios pudo haber hecho algo respecto a nuestra situación pero aparentemente no lo hizo. Y esto nos conduce a la segunda verdad que aprendemos en este pasaje 2. Jesús a veces no responde a nuestras peticiones exactamente como nosotros lo deseamos“¿No podía éste, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera?” (Jn. 11:37), es la pregunta que se hicieron los judíos. Y aunque ellos se cuestionaban en incredulidad, nosotros que hemos leído el Evangelio desde su inicio sabemos que Jesús SÍ pudo haber evitado que Lázaro muriera. ¿No podía acaso Jesús sanar a Lázaro desde donde se encontraba, sin tener que acudir a él? ¡Por supuesto que sí! El mismo evangelio de Juan nos narra cómo Jesús sanó al hijo del “oficial del rey” que se encontraba “al borde de la muerte”, quien se curó exactamente en el mismo instante en que Jesús lo declaró (Jn. 4:46-53). Así que aunque Jesús pudo sanar a Lázaro sin tener que acudir a Betania, vemos que Él decidió no hacerlo de esa manera. Además, en este pasaje también leemos que Jesús, después de haber recibido la noticia acerca de Lázaro, retrasó su salida por otros dos días (v. 6); de manera que para el tiempo en que Jesús llegó a la ciudad de Betania, su amigo se encontraba ya en la tumba desde hace cuatro días (v. 39). Lo que observamos es que Jesús deliberadamente se retrasó en partir, para que cuando Él llegara con Su amigo, éste sea ya un cadáver en descomposición. Pero, ¿por qué lo hizo? Jesús les dijo a Sus discípulos por adelantado cuál era el propósito del milagro que ellos estaban a punto de presenciar. Por Sus palabras, podemos aprender lo siguiente. 3. Cada circunstancia en nuestra vida es ordenada por Dios para Su propia gloria y para el bien de los que creen en Él.Jesús les enseñó a Sus discípulos que tanto la enfermedad como la muerte de Lázaro, así como todas las circunstancias alrededor del evento tenían un doble propósito divino:
Si hay algo que aprendemos en el Evangelio de Juan es que cada circunstancia por la que atravesamos (incluyendo aquellas que producen dolor y sufrimiento) tiene un propósito establecido por Dios. ¿Recuerdan lo que Jesús le dijo a Sus discípulos cuando le preguntaron acerca del ciego de nacimiento (Jn. 9:1-3)? Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. Según Jesús, la razón por la que aquel hombre estaba ciego no era por su pecado o el de sus padres, sino porque su ceguera serviría al propósito de manifestar las obras de Dios (que señalarían a Jesús como el Mesías). No sólo el Evangelio de Juan, sino que la enseñanza consistente de toda la Escritura es que: Dios, el Gran Creador de todo, sostiene, dirige, dispone, y gobierna a todas las criaturas, acciones y cosas, desde la más grande hasta la más pequeña, por su sabia y santa providencia, conforme a su presciencia infalible y al libre e inmutable consejo de su propia voluntad, para la alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia. Pero en Su providencia, Dios no sólo gobierna todas las cosas para “la alabanza de [Su] gloria,” sino también para el bien de los que creen en Él. El apóstol Pablo enseña en la epístola a los Romanos: “sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien” (Rom. 8: 28). Muchas veces, en el momento mismo de la aflicción no podemos entender cómo determinada circunstancia es para el bien de los que creen en Él, pero con el paso del tiempo es posible llegar a ver la mano providencial de Dios en ella: Entonces dijo José a sus hermanos… Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto. Daos prisa, id a mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas. (Gen. 45:4-9) Así que, ahora que conocemos un poco del propósito divino, podemos seguir estudiando este pasaje preguntándonos: 1. ¿Cómo estos eventos revelan la gloria de Dios? 2. ¿Cómo este milagro fortalece la fe de los discípulos? 4. Jesús se compadece de nuestro sufrimiento y llora con nosotros¿Cómo reaccionó Jesús cuando vio llorar a María? La primera reacción que Juan registra para nosotros es: “se conmovió profundamente” (v. 33). Esta frase traduce un término griego que era utilizado para describir el bufido de los caballos al entrar en batalla. Es una palabra que siempre sugiere ira o indignación. La segunda reacción que se registra es que Jesús “se entristeció” y “lloró” (v. 35). La actitud de Jesús era tan evidente que los judíos se dieron cuenta de cuánto amaba Jesús a Lázaro y a sus hermanas (v. 36). En resumen, vemos a Jesús: • Enfurecerse ante la muerte en el mundo de Dios. • Agitado por el dolor que la muerte causa. • Con una pena genuina por la muerte de un amigo. ¿Qué nos enseña esto acerca de Jesús? La combinación de ira, ansiedad y pena nos muestra la verdadera humanidad de Jesús y Su profundo amor y cuidado por Sus amigos. La reacción de Jesús ante la muerte de Lázaro también nos muestra cómo es Dios: • Él es un Dios de amor y cuidado. • Él muestra compasión, incluso ira ante la muerte en el mundo. • Él conoce la pena – Dios entiende lo que nos impacta. Jesús conoce nuestro sufrimiento y se identifica con Él y esa compasión es parte de Su gloria. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. (Heb. 4:15) 5. Jesús vino al mundo para rescatarnos de este mundo quebrantadoUno de los principales errores que se comete al leer los Evangelios es concluir que Dios va a resolver todo dolor y sufrimiento de este lado de la eternidad. Leemos que Jesús sanó a los enfermos y resucitó a los muertos y erróneamente concluimos que el propósito de Dios es obrar esta misma clase de milagros todo el tiempo entre nosotros. Pero ésta conclusión pierde de vista el verdadero significado y propósito de los milagros realizados por Jesús. Primero, note la naturaleza temporal de esos milagros: El vino que Jesús milagrosamente obtuvo del agua se agotó con el paso de las horas. La multitud, después de haber comido de los panes y peces multiplicados sintió hambre al otro día. Lázaro, con el paso de los años volvió a morir y fue enterrado, probablemente en la misma tumba de la cual había salido. De la misma manera, todos aquellos que fueron sanados por el Señor pudieron volver a enfermarse o pasar aflicción. Ninguno de los milagros de Jesús constituyó una solución definitiva a nuestro quebrantamiento. Segundo, quiero que note la naturaleza limitada o selectiva de esos milagros. Observe la descripción que Juan hizo de la enorme cantidad de enfermos que estaba en el estanque de Betesda: “En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua” (Jn. 5:3) Y de toda esa multitud, ese día Jesús sanó tan solo a uno. Como hemos aprendido, Juan nos enseña que los milagros de Jesús no constituyen la principal razón por la cual Él vino al mundo. Éstos más bien eran señales que apuntaban hacia Su divinidad como el Mesías esperado. Los milagros eran señales hacia la verdadera obra de Salvación que Jesús iba a hacer en la cruz. La cruz –no los milagros– es la verdadera solución a nuestros problemas, pues la cruz es la solución para el origen de nuestros problemas: el pecado. En la cruz, Jesús murió en lugar de “el pueblo” para que este “no perezca” (v. 50) y sea salvo de sus pecados. La cruz es la que hace posible la esperanza de una resurrección que será definitiva y para siempre. Los milagros de Jesús son tan sólo una sombra de una realidad futura, una señal que apunta a una realidad consumada que aún aguarda a los que esperan el regreso del Señor: Un cielo nuevo y una tierra nueva en el que ya no habrá más muerte, no habrá más duelo, ni clamor, ni dolor (Apocalipsis 21:1-8) Reflexión finalA partir de la Caída, ha habido una maldición sobre la tierra la cual ha sumergido a todos sus habitantes en el desastre, las lágrimas, la enfermedad y la tumba. El pecado no era el propósito de Dios para el hombre. Todas las cosas en el mundo fueron creadas para el bien y la bendición del hombre, pero el pecado corrompió esa bondad y bendición y trajo en vez de ella la maldición. En el tiempo de Dios el pecado habrá terminado su curso y será destruido para siempre. Si Jesús pudo hacerlo con Lázaro, seguro que entonces Él puede levantar a los muertos de sus tumbas al final de los tiempos. Categorías: Sufrimiento.
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23/10/2016 0 Comentarios Todo lo que haces le importa a Dios: Una introducción a la cosmovisión bíblicaEste es un llamado a reconsiderar y reevaluar su propia perspectiva sobre la naturaleza de la realidad. Tiene usted razón en algunas cosas, en otras está equivocado; y quizás ésta es una oportunidad para asegurarse de que la balanza se incline hacia el lado correcto. [1] Con esta entrada en el blog se inicia una serie diseñada para servir como una introducción al tema de la cosmovisión cristiana. El cristianismo provee de una base robusta y coherente de ver la realidad, a diferencia de muchas de las cosmovisiones alternativas que actualmente prevalecen en la sociedad y cuya influencia -en mayor o menor medida- ha permeado hacia dentro del evangelicalismo. He decidido desarrollar esta serie convencido de que el apropiarse de la cosmovisión que se encuentra en las Escrituras debe marcar una diferencia importante en la manera en que vivimos, y que para glorificar en verdad a Dios en cada área de nuestra vida nos es necesario someternos a una transformación de nuestro entendimiento, amoldando nuestros pensamientos a la perspectiva bíblica acerca del mundo. Tal transformación es parte esencial de lo que significa ser discípulos de Cristo. En una ocasión, el sabio Predicador escribió: “Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol.” El contenido de esta serie no ha sido elaborado bajo pretensiones de originalidad o ingenio. En realidad, no espero que haya una sola idea original en todo lo que escriba. Quizás -en el mejor de los casos- he encontrado una manera más clara o eficiente de explicar algun concepto, pero eso también está por verse. Lo que sí he pretendido es hacer una recopilación que sea ordenada, eficiente, coherente, constructiva y útil del contenido encontrado en muchos materiales diferentes (los cuales sí han sido escritos por verdaderos conocedores del tema). Usted encontrará que constantemente hago referencia a estos materiales y en la medida de lo posible, trato de reconocer la fuente de donde cada concepto ha sido tomado. Mi esperanza es que al final de esta serie –y a pesar de sus deficiencias y limitaciones– usted no sólo esté convencido de que es posible aplicar el Evangelio a la totalidad de la vida, sino que también se sienta profundamente motivado e impulsado a hacerlo. Preguntas reveladorasQuizás la mejor manera de empezar a familiarizarnos con el concepto de “cosmovisión” es por medio de una serie de preguntas que podemos llamar “reveladoras.” Las respuestas a estas preguntas dicen mucho acerca de la forma en la que una persona ve la realidad:
Quizás en este momento no se encuentra de humor como para pensar en esta clase de asuntos, así que bien podemos cambiar a otro tipo de preguntas:
Aunque en primera instancia no lo parezca, las respuestas que podamos dar a cada una de estas preguntas no constituyen creencias arbitrarias, desconectadas o aisladas entre sí. Ninguna de nuestras ideas o creencias existen en una especie de vacío. Cada una de ellas forma parte de un marco general que tenemos acerca de cómo es o debiera de ser el mundo (Figura 1). En otras palabras, nuestras respuestas no solo provienen de, sino que también demuestran nuestra visión particular de la realidad. Es decir, son un reflejo de nuestra cosmovisión. Figura 1. Nuestras creencias acerca de las cosas constituyen una cosmovisión. ¿Tengo una cosmovisión?Toda persona en este mundo (incluyéndole) tiene una cosmovisión: una perspectiva o imagen exhaustiva de la realidad que afecta todo lo que piensa y hace. Pero quizás usted se preguntará: ¿Cómo es que adquirí mi cosmovisión? En realidad es muy sencillo: nuestra forma de ver el mundo ha sido formada a lo largo de los años y es el resultado de la influencia de muchos y diversos elementos (Figura 2). Por nombrar tan sólo algunos: la cultura a nuestro alrededor, cada una de nuestras experiencias (incluyendo por supuesto nuestra crianza y educación), las relaciones personales que hemos sostenido, así como en general todo aquello que hemos leído y oído alguna vez. Figura 2. Algunos de los elementos que han dado forma a nuestra cosmovisión. Sin embargo, el hecho de que todos tengamos una cosmovisión no necesariamente quiere decir que éstas sean perfectamente sistemáticas o totalmente coherentes. Ni siquiera que estemos completamente conscientes de ella o que podamos articularla verbalmente si se nos solicitara. Empero, ahí está. Es nuestra “forma de ver” la vida en este mundo. ¿Y quiere saber qué es lo más espeluznante de todo esto? Que todo el tiempo actuamos asumiendo la veracidad de nuestra propia cosmovisión, sin siquiera molestarnos en examinarla cuidadosamente. Lo que no queremos dar a entender con la palabra cosmovisiónPero, ¿qué es exactamente una cosmovisión? ¿Es posible proporcionar una definición más formal de éste concepto? Por supuesto que sí. Pero antes de que nos ocupemos en analizar tal definición, por el momento vale la pena analizar un poco más lo que no se quiere dar a entender con esta palabra. Para empezar, tener una cosmovisión no es exactamente lo mismo que observar o cumplir con un sistema moral o ético. Algunas personas suelen erróneamente identificar la cosmovisión de la Biblia principalmente con la conducta moral que ahí se nos prescribe. Muchos creyentes asumen que tienen una cosmovisión bíblica por el simple hecho de que siguen los lineamientos básicos de la moralidad cristiana: ya sea porque no creen determinadas ideas del mundo (como la evolución) o porque no aceptan prácticas como el aborto o el matrimonio homosexual. Pero esto, aunque ciertamente es muy bueno; no necesariamente indica la presencia de una cosmovisión bíblica. En segundo lugar, tampoco se debe cometer el error de igualar la cosmovisión bíblica con un sistema doctrinal. No debemos confundir el tener una cosmovisión bíblica con simplemente adherirse a una posición teológica particular, como el calvinismo o el dispensacionalismo. En términos un poco más rigurosos, es necesario aclarar que hablar de cosmovisión no es lo mismo que hablar de filosofía o de teología. Lo cierto es que, en el lenguaje común solemos utilizar ambas palabras en términos muy vagos e imprecisos; como por ejemplo: “Juan aceptó su problema con filosofía” o “Ese entrenador tiene una filosofía del deporte.” Además, algunas personas conciben a la filosofía y la teología como principios totalmente opuestos entre sí: la filosofía apela a la razón humana mientras que la teología apela a la fe (la cual no necesariamente es racional). Estos son conceptos erróneos acerca de la filosofía y teología. El punto al que se quiere llegar es el de que tanto la teología como la filosofía son específicamente disciplinas académicas, de carácter científico y teórico, mientras que una cosmovisión no necesariamente lo es. Considere las siguientes palabras: Una cosmovisión es un asunto de la experiencia diaria.... un componente ineludible de todo conocimiento humano, y como tal no es científico, o más bien… es precientífico en esencia. Pertenece a un orden cognitivo más elemental que aquel de la ciencia o teoría. Así como la estética presupone algún sentido innato de belleza, y la teoría legal presupone una noción fundamental de justicia, también la teología y la filosofía presuponen una perspectiva preteórica del mundo. [Ambas] Dan una elaboración científica de una cosmovisión. [2] En otras palabras, aunque no son lo mismo; existe una relación entre filosofía, teología y cosmovisión. Por ejemplo, podemos hacer uso de la filosofía o de la teología para analizar o explicar una cosmovisión. La teología y la filosofía también nos pueden ayudar a conformar adecuadamente una cosmovisión. Pero de igual manera es importante observar que la cosmovisión de una persona también define la forma en que ésta hace o aborda el estudio de la filosofía y teología. Esta es la razón por la cual podemos hallar ejemplos de teología que es racionalista -que excluye toda noción de lo sobrenatural o milagroso- o de una filosofía verdaderamente cristiana, que tiene raíz en la autoridad de la Escritura. En pocas palabras: Una cosmovisión es un asunto de sabiduría y sentido común, ya sea bíblica o no bíblica. [3] Los elementos que constituyen una cosmovisiónAhora que nos hemos tomado un poco de tiempo para aclarar algunos conceptos erróneos, creo que estamos listos para analizar detalladamente el concepto de cosmovisión. Con este propósito, utilizaremos la definición que Albert Wolters nos proporciona en su libro La Creación Recuperada (en mi opinión, uno de los mejores libros que puede leer acerca del tema). Según Wolters, una cosmovisión es: El marco de referencia global de las creencias más básicas que una persona tiene sobre las cosas y sus relaciones. [4] Podemos examinar más detenidamente cada uno de los elementos de esta definición. Para empezar, el término “cosas” que Wolters menciona en su definición hace referencia a cualquier cosa acerca de la cual es posible tener una creencia. Como por ejemplo:
Lo siguiente que podemos observar de esta definición es que una cosmovisión está conformada por las creencias de una persona. Esto por un lado significa -como ya se ha mencionado- que una cosmovisión no es en esencia teórica o intelectual. Definitivamente no todas nuestras creencias se han desarrollado de esa manera. Por otro lado, al decir que una cosmovisión está conformada por creencias intencionalmente estamos dejando de lado los sentimientos, a los que actualmente se les da demasiada importancia. Decir que “creemos” algo es afirmar que tenemos cierto conocimiento (aunque sea limitado) de la forma en que las cosas son en realidad. Además, una creencia se puede analizar y defender con argumentos, mientras que los sentimientos no. En otras palabras, una cosmovisión tiene que ver con nuestras convicciones. Otra cosa que debemos observar es que las cosmovisiones tienen que ver con nuestras creencias más básicas o fundamentales acerca de las cosas. Note que cuando se utiliza la palabra básica no se quiere dar a entender “simple” o “sencillo.” Más bien, se habla de creencias que forman la base o que son el fundamento de la manera en que vivimos. Quizás el gráfico de la Figura 3 nos pueda ayudar a aclarar mejor este punto. Como se observa en el gráfico, no todas nuestras creencias constituyen convicciones sólidas que definen nuestra forma de vida (aunque la manera en que algunos reaccionan ante la derrota de su equipo favorito nos incline a decir lo contrario). Pero otras creencias sí definen la manera en que vivimos: la persona que por ejemplo considera el deporte como una actividad que es "menos espiritual" que otras probablemente pasará poco tiempo ejercitandose. Se puede decir que el núcleo o centro de esas creencias verdaderamente importantes son las que constituyen nuestra cosmovisión – son la base o el fundamento de nuestra manera de vivir. Figura 3. Estructura de una cosmovisión: creencias ordenadas por su importancia (tomado de [5]). Por último, observe que estas creencias básicas forman un marco de referencia: una especie de mapa mental, o si lo prefiere ver de otra manera, un tapete con una imagen bordada en el que cada hilo es una creencia. Nuestras creencias están conectadas e interrelacionadas entre sí formando un marco global de como son las cosas. Esto quiere decir que, por lo general; las personas no han adoptado un conjunto arbitrario de creencias inconsistentes entre sí. Preguntas para discusión1. ¿Por qué cree que los cristianos no entramos en conflicto más seguido con la cosmovisión dominante en la sociedad? 2. Lea en la Biblia Romanos 12:1-2. Estos versículos nos instan a no conformarnos al mundo, sino a que seamos transformados por medio de una mente renovada. ¿Qué significa que nuestra mente sea renovada? ¿En qué aspectos nos deberíamos transformar? 3. Ahora lea Efesios 4:22-24. En este pasaje se nos habla sobre la actitud de una mente que está renovándose, y se delínea lo que eso significa en términos prácticos de la vida diaria. Se nos enseña que debemos despojarnos del viejo hombre, para poder ser renovados en la actitud de la mente, y de esa manera ser capaces de vestirnos del nuevo hombre. ¿Debe ser la transformación de nuestro pensamiento a la que el apóstol Pablo se refiere sólo respecto a moralidad? ¿O qué otros aspectos abarca? Referencias[1] J. Mark Bertrand. (Re)Thinking Worldview: Learning to Think, Live, and Speak in This World (Wheaton, IL: Crossway Books), 11.
[2] Albert Wolters. La Creación Recuperada: Bases Bíblicas para una Cosmovisión Reformacional. (Medellín, CO; Poiema Publicaciones). [3] íbid. [4] íbid. [5] Michael E. Wittmer. Así en la Tierra Como en el Cielo: ¿Por qué Todo lo Que Haces le Importa a Dios? (Grand Rapids, MI: Zondervan). 13/10/2016 0 Comentarios El Ideal Sumo Sacerdote|Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.” Como también dice en otro lugar: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. Hebreos 5:1-10 El autor de la epístola a los Hebreos confirma en este texto lo que antes ha dicho ya acerca de la superioridad de Cristo como sumo sacerdote, mostrando lo que es el verdadero sacerdocio y lo que se requiere para ser un sumo sacerdote: unidad con el hombre y la autoridad de Dios. Este pasaje nos enseña que así como los sacerdotes del Antiguo Testamento se identificaban con el pueblo débil y errante al cual representaban (v. 1-3) y servían por nombramiento de Dios (v. 4), así también Cristo se hizo sumo sacerdote por nombramiento del Padre (v. 5. 6) y se identificó con su pueblo a través del sufrimiento (v. 7-10). I. Todo sumo sacerdote comparte una humanidad común con aquellos a quienes representa (v. 1-3)El principal problema del hombre es el pecado. Debido al pecado, la intimidad con Dios en el huerto de Edén se perdió para siempre. El hombre ya no tiene acceso a la presencia de Dios. La Biblia ilustra esto de muchas maneras. Por ejemplo, el pueblo no debía acercarse, mucho menos tocar el monte Sinaí sobre el cual Dios iba a descender (Éxodo 19:12, 13, 21-23). En la construcción del tabernáculo, el pueblo sólo tenía acceso a la parte exterior de éste, no podían pasar del atrio. El pueblo entendía perfectamente que, como consecuencia de su pecado, no podían acercarse a Dios. El sumo sacerdote entonces era “tomado de entre” ellos para representarlos delante de Dios (v. 1). Al ser tomado de entre los hombres, el sumo sacerdote también está “rodeado de debilidad”. Literalmente “vestido” de debilidad. El sumo sacerdote sabe lo que es estar bajo tentación. Lo entiende porque lo ha vivido y padecido. Las debilidades de los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento en frente de sus propias tentaciones lo forzaban a moderar su indignación sobre los pecados de otros y a mostrarse “paciente” con ellos. El podía ser compasivo con ellos porque comparte sus mismas debilidades. Así, de este modo su misericordia se parecía a la superior simpatía que Jesús siente. Sin haber sucumbido ante la tentación, Jesús aún se identifica por completo con las luchas de su pueblo. A diferencia de Cristo, que nunca pecó, el sumo sacerdote del Antiguo Testamento tenía él mismo necesidad de propiciación y perdón. Por ello tenía que ofrecer sacrificios primero “por sí mismo” (v. 3). “El verdadero sacerdote es el que tiene simpatía con el hombre a causa de la debilidad y pecado de ellos… no es demasiado severo ni demasiado benigno, porque conoce lo que es debilidad”. W. H. Griffith Thomas. II. Todo sumo sacerdote debe poseer un nombramiento divino para ocupar dicha posición (v. 4)El llamado inicial de Aarón (Éxodo 28:1) fue confirmado a través del reverdecimiento de la vara (Números 17:1-10) en respuesta a la murmuración y cuestionamiento del pueblo (Números 16:1-3). El privilegio sacerdotal de acercarse a Dios era solamente por invitación, mediado a través de la descendencia genealógica para los sacerdotes levíticos del Antiguo Testamento. Aquel que se atrevía a usurpar dichas funciones era rechazado por Dios severamente (cf. 1 Samuel 13:9-13 y 2 Crónicas 26:16-21). III. Cristo fue designado divinamente como sumo sacerdote (v. 5, 6) En el v. 6 el autor cita el Salmo 110:4 el cual es un salmo de entronamiento. En ese salmo se hace referencia a Melquisedec. Esta misteriosa figura es mencionada solamente dos veces en todo el Antiguo Testamento (Génesis 14:18; Salmo 110:4). La asociación de la frase “sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” con las palabras “mi Hijo” muestran que Melquisedec era tanto rey como sacerdote. En su manera única y sin igual, Jesús también es a la vez rey y sacerdote. Es un sumo sacerdote que reina. Es el sumo sacerdote ideal. IV. Cristo comparte con nosotros una humanidad en común, permaneciendo puro y perfecto (v. 7-10)La frase “los días de su carne” menciona su vida humana e indica sus necesidades humanas. La frase “ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas” hace referencia a la agonía de Jesús ante la perspectiva de la cruz, en Getsemaní. Ello que demuestra que Él no es distante de las debilidades y temores que nos amenazan. Nunca perdamos de vista la tremenda prueba que llevó a nuestro Señor a clamar y a derramar lágrimas y que, a pesar de ello, Él amó más la voluntad del Padre que cualquier otra cosa. Respecto a esto, se nos dice que Cristo “fue oído” por el Padre. El ruego de Jesús de escapar de la muerte fue respondido no a través de ser librado de la cruz, sino a través de Su resurrección de entre los muertos. Jesús “aprendió la obediencia”. Aunque completamente sin pecado, la lucha de Jesús en contra de la tentación fue real. Habiendo venido a este mundo para hacer la voluntad del Padre, Jesucristo se encontrón con éxito cada reto a su integridad creciente en dificultad. Estas pruebas llegaron a su clímax en vergonzosa y dolorosa muerte en la cruz. Esta vida de obediencia aprendida compensa la desobediencia de Adán (Romanos 5:19) y califica a Cristo para servir como nuestro eterno sumo sacerdote. Cristo fue “perfeccionado”. Esto no significa que Jesús finalmente llegó a ser sin pecado sino que Él terminó la ruta de sufrimiento que fue puesta delante de Él, incluyendo su muerte sacrificial. Habiendo hecho esto, Él fue “perfeccionado” o “completamente calificado” para servir como el único sumo sacerdote efectivo. “Por medio de esta disciplina, Cristo fue «perfeccionado», esto es, hecho maduro, adecuado a su obra, y a causa de esta aptitud pasó a ser para todos los que le obedecen el autor de la salvación eterna”. W. H. Griffith Thomas. AplicaciónCristo es autor de eterna salvación para “todos los que le obedecen”. ¿Obedeces tú a Cristo? Categorías: Escrituras
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