26/3/2014 0 Comentarios Trabajo y Vocacion (Parte 2)Proviene de la entrada anterior. El trabajo es parte de la buena creación de DiosPara empezar, la Biblia nos presenta el trabajo productivo como una parte esencial de la buena creación y necesario para que el hombre cumpla el propósito para el cual Dios lo creó. En el primer capítulo del libro de Génesis leemos: [Dios] dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» (Génesis 1:26-28 NVI). En este pasaje observamos que el ser humano fue diseñado por Dios para ejercer un dominio sobre toda la creación y de hecho recibió el mandato de hacerlo. Este mandato -conocido en teología como el “mandato cultural”- representa un rol de mayordomía que ha sido delegado al hombre. En otras palabras, Dios nos hizo mayordomos de la tierra para que en su representación la hagamos producir. Además, también observamos que tal mayordomía implica que Dios tiene la expectativa de logro y avance por parte del hombre. Las palabras “Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla” indican que Dios quiere que crezcamos y produzcamos sobre la tierra, que no creó al hombre sólo para que sobreviva sino para que florezca en todos los sentidos: económico, artístico, social, cultural, etc. Así que en la Biblia leemos que desde el inicio, aún antes de la caída; Dios creó al hombre y lo puso sobre la tierra para trabajar, cuidar, dominar, someter y hacer prosperar la creación en Su representación. La bondad intrínseca del trabajoLa primera implicación que tenemos de esta verdad es la siguiente: dado que el trabajo es una parte de la creación entonces el trabajo es bueno. La Biblia en su totalidad nos presenta al trabajo productivo como algo moralmente bueno y deseable. Por ejemplo, en el libro de Proverbios el sabio es constantemente alabado por su diligencia mientras que el necio es reprendido por su pereza. El Nuevo Testamento llama a los creyentes a trabajar esforzadamente y a ser productivos. Por ejemplo, en su primera carta a los creyentes de Tesalónica, Pablo les exhorta: A procurar vivir en paz con todos, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos (1 Tesalonicenses 4:11 NVI). El trabajo glorifica a DiosLa segunda implicación que tenemos es que el trabajo también glorifica a Dios. Dios nos dio a los seres humanos el trabajo para que podamos glorificarle y exaltarle en múltiples maneras. En la siguiente entrada mencionaremos algunas de estas maneras.
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21/3/2014 0 Comentarios Trabajo y VocaciónIntroducciónEn cualquier caso, cada uno debe vivir conforme a la condición que el Señor le asignó y a la cual Dios lo ha llamado. Ésta es la norma que establezco en todas las iglesias... Que cada uno permanezca en la condición en que estaba cuando Dios lo llamó. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes, aunque si tienes la oportunidad de conseguir tu libertad, aprovéchala. Porque el que era esclavo cuando el Señor lo llamó es un liberto del Señor; del mismo modo, el que era libre cuando fue llamado es un esclavo de Cristo. Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de nadie. Hermanos, cada uno permanezca ante Dios en la condición en que estaba cuando Dios lo llamó. (1 Corintios 7:17-24 NVI)
ministerio requería de una tremenda inversión de tiempo, pues su pastor había establecido la regla arbitraria de que para que cualquier persona pudiera “servir” en la iglesia, debía mostrar un alto “compromiso”; lo que en el pensamiento del pastor se traducía en estar presente en todos los ensayos, cultos de adoración, reuniones de oración y en cualquier otra clase de junta de trabajo del liderazgo. Por su deseo de servir, mi alumno al inicio participó con mucho entusiasmo de aquel ministerio. Sin embargo, tal nivel de compromiso requerido pronto lo llevó a descuidar gravemente sus estudios, al punto de haber reprobado ya muchas asignaturas. Tiempo después, el joven no pudo evitar sentir la tensión resultante de tener que decidir de entre “servir a Dios” o dedicarse a sus estudios. Al final, tomó la decisión de dedicarse a la escuela por lo que empezó a faltar a juntas y reuniones. Como era de esperar, no transcurrió mucho tiempo para que el pastor le diera de baja del grupo, argumentando que el muchacho mostraba una “falta de compromiso con Dios y la iglesia”. Debido a esa situación, el joven fue etiquetado y criticado por los demás como alguien “poco espiritual” porque le daba mayor importancia a otras cosas no relacionadas con Dios y la iglesia. Quizás usted se esté preguntando por qué le estoy contando esta historia. Bueno, la razón por la que lo hago es que ésta anécdota resulta ser un claro ejemplo de cómo todavía en la iglesia evangélica, a prácticamente quinientos años de la reforma protestante, todavía cree que algunas actividades o labores, particularmente las relacionadas con la iglesia, son más santas y espirituales que las demás. La verdad es que el lenguaje que utilizamos es una evidencia de que éste sentido de separación entre lo santo y lo ordinario permanece entre nosotros. Por ejemplo, comúnmente nos referimos a pastores y misioneros como “obreros cristianos de tiempo completo” y lo que pensamos es que sólo los que se han entregado a estas labores tienen una vida completamente dedicada a Dios. A aquellos que estudian en un seminario se les titula “Candidato al Sagrado Ministerio”, como si el estudiar en la escuela de medicina o ingeniería no nos hiciera candidatos a un ministerio, mucho menos sagrado. Hablamos de hacer “retiros espirituales”, como si ir un fin de semana a la playa no pudiera representar para el creyente una actividad espiritual. Utilizamos el término “música cristiana” para referirnos exclusivamente a la música que tiene una letra que habla de Dios. Pero, ¿Qué hay de aquel creyente que con el violín interpreta una ópera en la orquesta sinfónica o del hermano que toca el requinto en un trío de trova? ¿Hacen ellos música cristiana o no? Como verán, nuestro lenguaje constantemente comunica este sentido de separación entre lo sagrado y lo secular, lo espiritual y lo ordinario y lo cierto es que muchos cristianos viven como si en efecto en el mundo existiera tal separación. Tristemente, muchas veces son los mismos líderes quienes, aunque bien intencionados, ayudan a crear esta clase de división en la mente de sus congregantes. Continuamente escuchamos etiquetas como “un cristiano comprometido”, “un miembro activo” o “un creyente con la camiseta puesta”, para referirse exclusivamente a los que tienen algún rol o cargo dentro de la iglesia. El reconocido pastor John Stott describió esta situación de la siguiente manera: A menudo damos la impresión de que si un joven cristiano tiene un verdadero celo por Cristo, sin lugar a dudas se convertirá en un misionero en el extranjero, pero que si no es tan celoso permanecerá en casa y llegará a ser pastor, y si carece de la dedicación para ser un pastor, sin duda servirá como un médico o un maestro, mientras que aquellos que terminan en un trabajo burocrático o (peor de todo) en la política, no están muy lejos de la apostasía. Así que todavía en la iglesia permanece una distinción entre aquellos que verdaderamente están entregados a Cristo y aquellos que no. Y la base para realizar tal distinción es el oficio que desempeñan, el lugar donde laboran o el cargo que tienen en la iglesia. Esta manera de separar la vida tiene sus raíces en el dualismo característico de la iglesia medieval previa a la Reforma, la cual dividía el mundo en lo "religioso" y lo "secular". De acuerdo con esa perspectiva, existen dos clases de vida cristiana. Por un lado se tiene lo que se conocía como la "vida perfecta" de las vocaciones sagradas, dedicada a la contemplación y al servicio espiritual. Por otro lado, se tiene lo que llamaban la "vida permitida" de las vocaciones seculares, dedicada a las actividades ordinarias y cotidianas como el gobierno, la agricultura, el comercio, el hogar, etc. El principal error es que la iglesia había elevado los llamamientos "espirituales" por encima de los "seculares". Aquellos que entraban al ministerio eclesiástico, como los sacerdotes, monjes o monjas estaban en una posición espiritual superior a la de aquellos que no lo hacían. Sin embargo, esta división constituye un serio error con muchas consecuencias desafortunadas para la Iglesia y para la cultura en general. Uno de los principales aspectos de la Reforma Protestante fue el revocar esta visión con la enseñanza bíblica del sacerdocio de todos los creyentes. Por la gracia de Dios, Martín Lutero, Juan Calvino y posteriormente los puritanos, contribuyeron a desarrollar lo que actualmente se conoce como la doctrina del trabajo y la vocación que insiste en que todas las formas de trabajo son llamamientos que honran a Dios. Para los reformadores y puritanos, el ser un granjero, un artesano o un artista es una vocación, es decir; un llamado de Dios, tanto como el ser un predicador. En esta nueva serie de entradas quisiera explorar con ustedes tan sólo algunos aspectos de este gran tema y que podamos rescatar la enseñanza bíblica sobre el valor intrínseco del trabajo y del concepto de vocación como un componente integral de una cosmovisión bíblica para la vida. Hablemos primero sobre lo que la Escritura dice acerca del trabajo y del emprendimiento humano. Continuará en la siguiente entrada... |
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