27/12/2013 0 Comentarios Gratitud por un corazón quebrantado¿Por qué no sufriremos quebrantamientos del corazón? Por medio de esas puertas Dios está abriendo caminos de comunión con su Hijo. La mayoría de nosotros cae y desfallece ante el primer golpe doloroso. Nos sentamos en el umbral del propósito de Dios y nuestra luz se va extinguiendo por la autocompasión, con la ayuda de toda la supuesta compasión cristiana de otras personas en nuestro lecho de muerte. Pero Dios no hará lo mismo. Él se acerca y nos aprieta con la mano herida de su Hijo, diciendo: "Entra en comunión conmigo; levántate y resplandece". Si por medio de un corazón quebrantado Dios puede llevar a cabo sus propósitos en este mundo, entonces, ¿por qué no darle gracias por haber quebrantado el mío? Oswald Chambers (1874 – 1917) Etiquetas: Citas / Sufrimiento
27/12/2013 0 Comentarios El regalo que Dios nos ha dado*El texto bíblico sobre el cual quisiera meditar en esta entrada es un versículo al que Martín Lutero se refirió como “El corazón de la Biblia y el Evangelio en miniatura”. Con toda seguridad, éste es uno de los pasajes de la Escritura más conocidos y amados por los creyentes evangélicos, así como uno de los más memorizados y quizás el más impreso en cualquier medio (ya sea en tarjetas de regalo, folletos, separadores de libros, decoración, agendas, etc.). Aunque la mayoría de nosotros seríamos capaces de decirlo de memoria, pocas veces nos tomamos el tiempo de pensar en la grandeza de su significado. Me refiero al versículo de Juan 3:16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (LBLA) Quizás usted está pensando que no he podido escoger un versículo más raro para meditar en una entrada relacionada con la Navidad. Probablemente la historia del nacimiento de Jesús en el pesebre y las familiares escenas de los pastores y los magos adorando sean más apropiados para una ocasión como ésta. Sin embargo, le recuerdo que la encarnación del Hijo de Dios y el nacimiento de Jesús no fueron un fin en sí mismo, sino que en los propósitos de Dios fueron tan solo un paso hacia el evento de la crucifixión. La Navidad, después de todo; apunta hacia el sacrificio de Cristo en la Cruz. Por otro lado, estoy convencido que en la actualidad la Navidad se ha convertido en una de las festividades más peligrosas para la fe del creyente en Jesucristo. El consumismo y la mercadotecnia se han apoderado de esta fecha de manera increíble y deprimente. La “navidad” se viene anunciando en todas partes desde al menos un mes atrás. Los supermercados y tiendas departamentales se adornan con cada vez mayor anticipación y pareciera que hay personas que compiten por decorar su casa antes que los demás. Parece que cada año las filas en las tiendas y el tiempo en el tráfico crecen más y más. Las prisas y el frenesí por comprar se apoderan no solo de los incrédulos, sino también de los creyentes por igual. Y por supuesto, toda referencia a la Navidad, ya sea en los centros comerciales, en la radio, cine o televisión, está completamente desprovista de cualquier contenido religioso y sobre todo Bíblico. En todas partes se habla de una “navidad” pero no de Jesús. La “navidad” que el mundo quiere que celebremos está totalmente desprovista de Jesús y carente del Evangelio y por lo tanto, de cualquier relación con la verdadera felicidad duradera. Por eso no es raro que los diarios y los noticieros reporten que la temporada navideña es el periodo del año en el que se registra mayor número de suicidios y depresiones. Por ello, la verdad que Juan 3:16 nos revela es un mensaje urgente y de lo más necesario para estas épocas, tanto para los cristianos como para los no cristianos. En esta entrada quisiera que a través de este sencillo versículo podamos expandir nuestra apreciación por lo que Dios ha hecho por cada uno de nosotros en la Navidad. Pues lo cierto es que la Navidad nos introduce al hecho de que Dios mismo nos ha dado un regalo. Juan 3:16 dice que Dios “dio a su Hijo”. Ahora quisiera que dirijamos nuestra atención a considerar este regalo que Dios mismo ha dado, respondiendo tres sencillas preguntas: ¿Qué motivó a Dios a dar este regalo? ¿Cuál es la magnitud del regalo? ¿Cuál fue la intención de Dios para dar este regalo? 1. ¿Qué motivó a Dios a dar este regalo? ¡La respuesta de la mayoría sería que es algo obvio! Dios dio a Su Hijo como una expresión de Su amor. Es cierto. Cualquier niño en el departamento de párvulos podría responder esta pregunta. Sin embargo, también es cierto que muchos creyentes fallan en entender la naturaleza de este amor, al asociar el amor de Dios con lo que ellos experimentan. Muchas veces en la Escritura, Dios nos habla en términos de nuestra experiencia humana. Sin embargo, no debemos olvidar que nosotros fuimos creados a imagen de Dios y no Dios a nuestra imagen. Por lo que debemos tener cuidado en no imponer nuestras limitaciones humanas a Dios. Por ejemplo, la Biblia enseña que Dios se aíra. Nosotros también nos airamos. Pero la mayoría de las veces existe una diferencia radical entre nuestra ira y la ira de Dios. Nuestra ira es comúnmente una expresión de un orgullo herido, o de egoísmo, mientras que la ira de Dios es siempre una extensión perfecta de Su santidad. La ira de Dios es siempre una reacción justa y apropiada en contra del pecado. Así que cuando leemos en Juan 3:16 sobre la fuerza motivadora detrás del regalo que Dios dio, es decir, que Él “amó al mundo”, nuestra inclinación natural es pensar: “Ya sé lo que eso significa, porque yo también amo. Amo a mi esposa, amo a mis hijos, amo a mis amigos, así que el amor de Dios debe ser algo parecido”. Y en cierta forma lo es, pero hasta cierto punto. Los teólogos hablan de los atributos comunicables de Dios. Esto significa que hay aspectos del ser de Dios que compartimos en cierta medida. Pero en este caso, hay mucha mayor diferencia que cosas en común, cuando comparamos este tipo de amor con nuestra experiencia. Si yo le preguntara: “¿Por qué ama usted a su esposa?” o “¿Por qué se casó con ella? ¿Por qué no con otra mujer?” Lo más probable es que usted respondería que se fijó en ella por alguna cualidad como su físico, su apariencia, la manera en que camina, quizás en cómo habla o actúa, o por su carácter, su forma de ser, etc. ¿Pero sabe lo que eso significa? Que su amor por ella no es totalmente libre y espontáneo. No es un amor auto-originado, sino que es una respuesta a las cualidades de la otra persona. Su esposa tiene algo que las demás mujeres no tuvieron. Es en cierta forma un amor que ha sido “ganado”. Esta es la manera en la que la mayoría de los seres humanos aman uno al otro. Pero nada puede ser tan radicalmente diferente con la forma en que Dios nos ama. ¿Qué motivó a Dios a dar este regalo? Por supuesto que Su amor, pero este un amor que es completamente auto-originado. En otras palabras, el amor de Dios no es causado por la belleza, atractivo o valor del objeto de Su amor, sino que surge de una fuente secreta dentro del mismo Ser de Dios. No es motivado, ni causado, forzado o influido por nada ni nadie fuera de Dios mismo. Fíjese qué es lo que dice Deuteronomio 7:6-8. Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. El Señor no puso su amor en vosotros ni os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues erais el más pequeño de todos los pueblos; mas porque el Señor os amó y guardó el juramento que hizo a vuestros padres, el Señor os sacó con mano fuerte y os redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto. ¿Lo ha observado? Dios no amó y escogió al pueblo de Israel por ser un pueblo más santo, más grande o más fuerte que los demás. Simplemente los escogió porque los amó. ¿Y por qué amó Dios a Israel? La respuesta es: “Los amó porque los amó”. Porque el amor de Dios es un amor auto-originado. Esta es una de las verdades más humillantes a las que el cristiano tiene que dar su asentimiento. Porque la verdad es que todos tendemos a creer o pensar que Dios nos ama o nos ha escogido porque después de todo, ya sabe; en realidad somos un grupo tan adorable de personas. En realidad somos de cierta manera especiales. Y eso es precisamente lo que el mundo quiere que tú creas: que eres lo suficientemente bueno, que eres grande y que mereces ser amado y salvado. Pero déjeme decirle que Dios no nos escogió porque nuestra bondad de alguna manera capturara Su atención, y si usted cree algo remotamente parecido a ello, todavía no ha entendido lo que es ser salvo sólo por gracia. ¿Por qué entonces nos amó Dios? Porque amor es lo que Dios es. El apóstol Juan en su primera epístola dice que Dios es amor. Es una expresión de Su eterno e inmutable carácter. Juan no está diciendo que el amor es simplemente algo que Dios extiende. Está diciendo algo mucho más profundo. Dios es amor en lo más profundo de Su ser. No puedes hacer que Dios deje de amar porque amor es lo que Él es. Y si no existiera ninguna criatura en todo el universo, Dios seguiría amando, pues seguiría presente ese amor con el que las tres personas de la Trinidad se aman desde la Eternidad. Dios no nos necesita. Que precaria sería la vida cristiana si de alguna manera el amor de Dios dependiera de nosotros. Amigo, usted en verdad NO QUIERE ESO. ¿Qué motivó a Dios a dar este regalo? Su amor, por supuesto, pero es un amor auto-originado. 2. ¿Cómo definimos la magnitud de este regalo? Uno de los primeros cantos que le he enseñado a mi hija es aquel que dice que el amor de Dios es “tan alto que no puedo estar arriba de el, tan ancho que no puedo estar afuera de él, grande es el amor de Dios”. Pero, ¿en realidad existe alguna manera de definir la grandeza del amor de Dios? ¿Cómo lo medimos? ¿Con qué podemos compararlo? ¿Cómo medimos Su magnitud? Al leer este pasaje, comúnmente se cometen dos errores. El primero de ellos está relacionado con las palabras “de tal manera”. La frase significa más bien: “en esta manera” o “de esta forma”. La grandeza del amor de Dios no se define por las palabras “de tal manera” sino más bien por el regalo que Él dio. Así es como se mide la magnitud del amor de Dios, al considerarlo en proporción al valor infinito del regalo que Él ha dado: Su único Hijo. La palabra "unigénito" significa Único de su género (no hay otro como Él). Nada más considere el rol único que el Hijo comparte con el Padre. La palabra resalta el valor único del Hijo y el lugar especial que el Hijo tiene en el corazón del Padre. ¿Quiere entender la magnitud del amor del Padre hacia usted? Considere la naturaleza del regalo mismo: El valor infinito del Hijo de Dios. ¿Quiere entender el significado del amor de Dios? No necesita abrir un diccionario teológico, simplemente debe mirar hacia aquel lugar llamado Calvario. En ese lugar el amor es radicalmente desplegado. San Agustín dijo: “La cruz es un púlpito desde el cual Cristo predicó el amor de Dios por el mundo”. El segundo error que se comete al interpretar este pasaje está relacionado con la palabra “mundo”. ¿Cuántas veces ha escuchado a algún predicador decir: “Mira qué grande es el amor de Dios, que amó a todo el mundo”? Pero esto yerra el blanco en varios puntos, el más obvio es que en el Evangelio de Juan, la palabra “mundo” no tiene nada que ver con tamaño o número de personas, tiene que ver con maldad. Habla de este sistema mundial controlado por Satanás que opera en rebelión a Dios y a Sus propósitos. La intención de Juan es establecer la magnitud del amor de Dios al poner en contraste la enorme diferencia entre Dios y el mundo. Pero, ¿cuál es el énfasis de este contraste? La palabra “mundo” no tiene que ver con cantidad, sino con calidad. El contraste que Juan quiere establecer no es entre Dios que es uno y el mundo que son muchos, más bien el contraste es entre Dios que es Santo y el mundo que es pecaminoso, enemigo de Dios, separado de Él, bajo Su ira y maldición. El asunto aquí no es sobre la extensión del amor de Dios, sino sobre su intensidad. No que se extendiera tan amplio, sino que descendiera tan bajo. Dios amó a esta cosa malvada que está en contraste absoluto con la majestad de Su naturaleza. Así de grande es el amor de Dios. Esta es la maravilla del amor de Dios por los pecadores: No es que sea tan grande que pueda abarcar todo el enorme mundo, sino que es tan grande que prevalece sobre el horror y aborrecimiento que Él tiene hacia el pecado. En esto consiste el amor: que Dios pudo amar al mundo. El mundo que yace bajo el maligno. Que un ser tan justo y bueno pudiera dar a Su único Hijo por el mundo. La mejor explicación de Juan 3:16 se encuentra en el versículo 8 de Romanos 5: Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 3. ¿Cuál era la intención de Dios al dar este regalo? Dios no hace nada por accidente. Todo lo que Él hace está lleno de propósito e intención. Y si bien en el plan de redención Dios tiene varios propósitos, aquí Juan menciona uno: “para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna”. El propósito de Dios al entregar a Su Hijo es asegurar la eternidad de aquellos que creerán en Él. Note querido amigo que el texto no dice "para que toda la humanidad tenga vida eterna". La salvación que Dios provee no es para aquellos que rechazan a Su Hijo, sino de aquellos que abrazan y reciben el regalo. Es sólo para los creyentes y para nadie más. El murió para salvar a los creyentes. Por eso Dios dio este regalo. Esto significa que es muy importante la manera en que responde a este regalo, pues determinará si pereces o vives. El infierno por toda la eternidad es la consecuencia de quienes rechazan este regalo. Para quienes la propiciación no tiene valor, el regalo de Dios es irrelevante. Para aquellos que creen en Cristo, está la experiencia presente y la promesa venidera de salvación y vida eterna. ¿Cree en Jesucristo? Escuche las palabras del Evangelio: “Todo aquel que cree”. ¿Nota lo extensivo de esta invitación? Todo aquel. Sin importar quien sea. ¿Estás en ese grupo? Estas palabras son una invitación para niños, adultos, jóvenes, religiosos o no. Es para pecadores que tienen fe en el Hijo unigénito de Dios. Si eres pecador estás calificado para venir. Dios te ha dado un regalo, no envuelto en papel decorado, sino en pañales, no debajo de un árbol sino dentro de un pesebre maloliente. Pero, ¡qué increíble regalo! Justo lo que necesitamos: Un Salvador. Dios mismo hecho hombre. *Esta entrada está basada en un sermón del pastor Arturo Azurdia titulado "The Gift God Gave". Etiquetas: Evangelio
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