Hace poco más de una semana formé parte de una clase de estudio bíblico en la que se discutió (a manera de ejemplo) el caso del noviazgo entre un creyente y un incrédulo. El punto que el pastor y maestro de la clase nos quería ilustrar era la manera en que el pecado resulta ser tan engañoso, que muchas veces tratamos de justificarlo, basándonos en nuestra experiencia para descartar lo que la Palabra de Dios nos enseña. La idea era más o menos clara: La Biblia evidentemente nos prohíbe tener cualquier clase de relación con incrédulos (en este caso particular, un noviazgo) que influya sobre nosotros de manera tal que estemos comprometiendo nuestra fe y lealtad a Cristo. Independientemente de lo que uno pueda pensar acerca del "noviazgo" (ya que ésta entrada no trata acerca del asunto del noviazgo versus el cortejo bíblico), creo que la enseñanza de la Biblia es clara: "no os unáis en yugo desigual con los incrédulos". (2 Corintios 6:14) Esto involucra tanto matrimonio como noviazgo. Punto. No deberíamos argumentar más. A la persona que está considerando tener un noviazgo o casarse con otra persona no creyente, se le debería exhortar, animar (y en determinadas circunstancias, incluso disciplinar) a no hacerlo y orar para que ella pueda ver con claridad el asunto y seguir por fe a Dios. Pero nuestro corazón es tan engañoso, que siempre buscamos justificar nuestras malas obras delante de Dios. Incluso en la misma clase, una persona hizo el comentario o pregunta: "Pero pastor, ¿no cree que es posible que esa persona se pueda llegar a convertir por la influencia de su pareja creyente? ¿Por qué limitar esa posibilidad? ¡Incluso, a veces resulta que aquel que no era creyente se convierte y vive en mayor piedad que su pareja!" Éste es quizás el argumento clásico "en favor" del matrimonio y/o noviazgo con un incrédulo. Pero, al escuchar este tipo de razonamiento me pregunto: ¿Podemos argumentarle a Dios? Es decir, ¿será posible que Dios no haya pensado en ésta situación cuando inspiró al apóstol a escribir 2 Cor. 6:14? Planteado de otra forma: ¿Será que Dios no se ha dado cuenta que un alma se le podría escapar del cielo, sólo por ser tan exigente con sus estándares? Es triste que siquiera podamos pensar que ese tipo de argumento sea válido o legítimo ante un Dios que es perfecto en santidad y pureza. Dios no es como nosotros. Dios no tolera el pecado como nosotros, que continuamente estamos dispuestos a tolerar cualquier mal siempre y cuando nos convenga hacerlo. ¿Qué es lo que realmente nos hace falta? Ver el grado de maldad, rebelión y ofensa que el pecado involucra. El pecado es infinitamente malo y perverso delante de Dios. No importa si al final trae algo "bueno" como resultado de ello. Ésta es la principal diferencia entre nuestra generación de cristianos evangélicos con la de siglos pasados. A propósito de lo anterior, quisiera compartir las siguientes palabras del puritano Ralph Venning, tomadas del libro Lo pecaminoso del pecado: (2) Dios no nos permitirá cometer maldad para que venga el bien En pocas palabras, Dios no necesita de un noviazgo ilícito para alcanzar y salvar a una persona. Dios no necesita que le ayudemos a traer personas a la iglesia. Mucho menos por medios ilícitos. El verdadero problema está en que no percibimos el serio problema y lo profundamente abominable que es el pecado para Dios. Si lo comprendiéramos, ni siquiera nos atreveríamos a sugerir que se cometa para que al final pudiera resultar algo bueno de el. Que Dios nos conceda los ojos para ver la profundidad de nuestra maldad, para que podamos alcanzar la profundidad de Su amor y de la redención.
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Este domingo leía de la primera epístola del apóstol Pedro. Al terminar, me pareció que los últimos versículos de esta carta en verdad rompen con cualquier falso concepto de la gracia y del amor de Dios que pudieramos tener. Para algunos, la gracia y el amor de Dios se manifiestan cuando somos librados de toda dificultad o tribulación, sea cual sea. ¿Está usted enfermo? Dios lo sanará. ¿Tiene falta de empleo? Dios le proveerá de uno. Al menos así dicen algunos que proponen que seguir a Cristo termina con una vida de problemas y sufrimiento, y que lleva a una vida de abundante riqueza material y sin tribulación. Pero las palabras finales del apóstol Pedro son ricas en consuelo y esperanza: Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar. Pero resistidle firmes en la fe, sabiendo que las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, El mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá. A El sea el dominio por los siglos de los siglos. Amén. Por conducto de Silvano, nuestro fiel hermano (porque así lo considero), os he escrito brevemente, exhortando y testificando que esta es la verdadera gracia de Dios. Estad firmes en ella." 1 Pedro 5:8-12 (LBLA). La última frase del versículo 12 me sorprendió. Fue como si la estuviera leyendo por primera vez en toda mi vida. Hasta pensé que la poca familiaridad con el texto se debía a que estaba usando una versión diferente a la que por muchos años he utilizado. Pero no, abrí mi Biblia en esa otra versión, y me encontré con esas mismas palabras: esta es la verdadera gracia de Dios.
¡Qué maravillosa es la gracia de Dios! Dios tiene tanto amor hacia nosotros, que lejos de dejarnos como somos, nos va moldeando conforme al carácter de Cristo. Es mi deseo que estas palabras de la Escritura cambien la manera en que reciba futuras tribulaciones en mi vida. Daré gracias a Dios por darme Su gracia de esa manera. Al menos, esa es mi oración y anhelo. En una de mis últimas entradas hablé sobre "recuperar el enfoque correcto" al momento de leer la Biblia. Comenté de nuestra tendencia de tener un pensamiento centrado en el hombre, más que en Dios. Teniendo este enfoque, leemos la Biblia y prestamos la mayor parte de nuestra atención hacia los personajes humanos del pasaje. Haciendo esas observaciones sacamos "enseñanzas" tales como: "debemos ser más como David, que fue un varón esforzado y fiel". Si bien esta clase de enseñanza no es del todo incorrecta, está limitada. ¿Por qué? Porque carece del evangelio. Una lectura centrada en Dios nos dirigirá siempre hacia el carácter maravilloso de Dios y revelará el pecado del hombre. Una lectura centrada en Dios nos llevará siempre a nuestra necesidad de un redentor. Una lectura centrada en Dios nos conduce al evangelio de la cruz de Cristo, donde sí hay poder para vivir en santidad. En una entrada posterior trasladé esta idea a la labor de enseñanza y predicación. Comenté que es tiempo de que también recuperemos una predicación bíblica centrada en Dios y en Su obra de redención a través de Jesucristo. Es decir, un enfoque de la predicación centrado en el evangelio. Ahora, me gustaría comentar que éste enfoque centrado en Dios y en el evangelio, debe ser en verdad el enfoque de todo lo que hacemos en nuestra vida cristiana. Nada de lo que hagamos debe estar separado de la obra de Cristo en la cruz, y de nuestra necesidad de un salvador. Esto nos lleva a la idea del título de la entrada. ¿Cómo vivo los medios de gracia? ¿Qué pienso de la lectura de la Biblia? ¿Qué siento acerca de la oración? ¿Con que pensamientos me acerco a tomar la Cena del Señor? Estoy seguro que muchos cristianos -incluyéndome a mí-, estamos acostumbrados a tomar estos medios de crecimiento en la vida cristiana, no como una fuente de gracia, sino como un deber u obligación. Creo que si tenemos un enfoque centrado en el hombre, en lo que nosotros DEBEMOS hacer para agradar a Dios, será inevitable que veamos la lectura de la Biblia, la oración y el congregarse con los hermanos como una obligación. Y pronto nos sentiremos cargados y pensaremos que Dios no se agrada de nosotros, hasta que hayamos leído nuestra Biblia en este día. Pero no debe ser así. La vida cristiana también se debe vivir centrada en Dios y en el evangelio. Sobre esto, Jerry Cross comenta: Nosotros creemos que los medios de gracia son la forma de crecer y eso es cierto. No crecemos aparte de la Palabra de Dios, no crecemos aparte de la oración. No crecemos aparte de la comunión con Dios. No crecemos aparte de la oración. Son los medios de gracia que Dios ocupa para nuestro crecimiento. Pero hay algo más básico que los medios de gracia, y eso es el evangelio. Debemos aplicar el evangelio a los medios de gracia.... Si nosotros leemos la Palabra de Dios, y lo divorciamos de Cristo, y lo que Él ha hecho, esa lectura no nos va a servir.... No se debe leer la Palabra de Dios sin ver a Cristo. Yo le añadiría, no se debe orar a Dios sin ver a Cristo. No se debe alabar a Dios sin ver a Cristo. ¿Y qué significa acercarnos a los medios de gracia viendo a Cristo? Pienso que significa que, en todo ello; nuestro sentido delante de Dios es de necesidad, necesidad de Su gracia, necesidad del Salvador. Que sin Su obra de gracia, nada somos, ni nada lograríamos. Les comparto esta profunda cita del puritano John Owen que, a mi manera de pensar, puede revolucionar nuestra forma de vivir los medios de gracia: Si usted fuera un mendigo y creyera que cierto hombre le pudiera ayudar, entonces usted haría todo lo posible para llamar la atención de este hombre hacia su necesidad. Si este hombre le promete ayuda y dice que le ayudará, entonces usted hará lo que le indique. En la misma manera, usted usará los medios que le darán ayuda: La oración, la meditación en la Palabra de Dios, el compañerismo con el pueblo de Dios, etc.
Más bien me acercaré a orar o a leer la Biblia creyendo que estoy cumpliendo (con mis propias fuerzas y bondad) una obligación que Dios me impone. Pero verme como un mendigo, como uno que no tiene nada más que necesidad, hará que yo corra a Dios, a Su Palabra y a la oración, esperando recibir de las riquezas de gracia que hay en Cristo, que por cierto Él ha prometido dar a todo el que le busca. Toda la vida cristiana es una vida centrada en Dios y en el evangelio, en la que nosotros solo aportamos nuestra necesidad. Tal vez ésa sea la razón por la cual la primera bienaventuranza es: "Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos" Mateo 5:3. Etiquetas: Evangelio / Medios de Gracia
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