Con esta entrada quisiera inaugurar una nueva serie de breves estudios o meditaciones basadas en la enseñanza del libro de Proverbios. Desde mis primeros años como creyente, siempre he encontrado esta porción de la Escritura bastante fascinante pero a la vez un poco enigmática. Es así como con el paso del tiempo me he visto de manera constante gravitando de nuevo hacia este libro en mis lecturas personales. Su contenido captura intensa y poderosamente mi atención y cada vez que leo tan sólo una porción de Proverbios me encuentro siendo enseñado, confrontado, expuesto e inevitablemente llevado al arrepentimiento y a la confesión. A la par, siempre he encontrado difícil tener un entendimiento claro de la enseñanza "global" de Proverbios como libro y su relación con el resto de la Escritura. ¿Cómo dar sentido a todos los discursos, frases, dichos y figuras que desfilan a lo largo de Proverbios? ¿Cómo se relaciona su enseñanza con toda la Biblia y la verdad del Evangelio?
Aquí es donde doy gracias a Dios por todos los recursos que actualmente tenemos al alcance de la mano para aprender y entender Su Palabra. En los últimos meses he podido escuchar algunas series de sermones sobre el libro de Proverbios, así como leer las notas de mi Biblia de estudio así como el contenido de otros materiales. He leído los mismos Proverbios en tres versiones diferentes. He logrado tomar muchas notas que desafortunadamente hasta el momento están bastante desorganizadas. Pero espero que el proceso de dar orden y sentido a todos esos apuntes den como resultado a una serie de entradas que no solamente sean útiles para mi propio provecho, sino que también puedan ser de bendición a otras personas. He escogido como título para esta serie de entradas "Sabiduría del Cielo para Vivir en la Tierra." Creo que este título captura de manera adecuada la esencia del libro. Proverbios ofrece sabiduría a todo aquel que quiera escuchar y aprender. Pero esta sabiduría no es una sabiduría simplemente humana: tiene un origen divino. Y como tal, sólo se puede recibir por gracia y bajo los términos de Dios. Al mismo tiempo, esta sabiduría divina es eminentemente práctica: está intrínsecamente relacionada con nuestra vida cotidiana. Proverbios ofrece la perspectiva divina sobre nuestras relaciones más íntimas -familiares y amigos- así como sobre los aspectos más fundamentales de nuestro carácter, La sabiduría que viene del cielo nos proporciona conocimiento sobre Dios y sobre nosotros mismos que nos ayuda a vivir diariamiente aquí en la Tierra. En breve, el libro de Proverbios nos enseña y hace entender qué es lo que significa vivir bien y para la gloria de Dios. Estoy emocionado por iniciar esta serie de entradas. Estoy consciente que aún tengo mucho por aprender, madurar y cambiar en mi vida. Espero que de alguna manera pueda contagiarle de esa emoción y motivarle a estudiar los Proverbios conmigo.
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Recuerdo que en una ocasión (hace un par de años) tuve una plática con un compañero de trabajo en la que conversamos alrededor de temas como el de que si existe una verdad absoluta o no. También hablamos sobre la religión. Mi amigo afirmaba que no existe una verdad absoluta en cuanto a aspectos de moralidad, que la religión es un asunto de preferencia y que básicamente escogemos la religión que nos conviene o que satisface nuestras necesidades. Además, él argumentaba que todas las religiones tienen una parte de la verdad pero que ninguna ve el cuadro completo de como la realidad es. Al platicar con él, me entristecía el hecho de cómo una persona tan inteligente y con tantos estudios podía pensar de manera tan irracional (pues básicamente sus propios argumentos se contradecían entre sí) y tan lejana a la verdad de Dios en Su Palabra. Pero no sólo me entristecí. Viéndolo en retrospectiva unos días después, pude reconocer que también experimenté algo de orgullo al saber que yo -a diferencia de mi compañero- sí conozco la verdad acerca de Dios. Si bien la incredulidad y la dureza de corazón de un no creyente son dignas de lamentar, creo que todavía lo es más el hecho de que un creyente sienta orgullo acerca de su fe, que piense que sus creencias indican cierta superioridad moral o intelectual sobre los demás. Actuar o sentir así es de lo más contradictorio respecto a la fe que dice tener. Recuerdo que al día siguiente de la conversación pude escuchar el antigüo himno "Sublime Gracia" del predicador John Newton. Durante la primera estrofa, escuché las palabras: "Sublime Gracia del Señor, que a un infeliz salvó, Fui Ciego mas miro yo, perdido y Él me halló". Casi al instante pude ver mi gran error y la raíz de mi orgullo. El himno llama a la Gracia de Dios sublime (es decir, excelsa, eminente, de elevación extraordinaria) por lo que ella hace: toma a alguien perdido que no se puede rescatar a sí mismo y lo salva. Toma a un ciego y lo hace ver. No hay algo que pueda ser más sublime o asombroso. En ese momento pude recapacitar que si bien ahora puedo entender la Palabra de Dios, es sólo por Su gracia, y no debido a ningún mérito o capacidad mía. Sencillamente soy como aquel ciego de nacimiento a quien Jesús le dio la vista (Juan 9) y que también dijo: "una cosa sé: que yo era ciego y ahora veo". Ahora me pregunto: para aquel ciego de nacimiento, que nunca en toda su vida (quizás por más de 20 o 30 años) había visto algo, ¿Cuánto tiempo le habrá durado el asombro de ver por primera vez? ¿En algún momento la diferencia entre los colores, el azul del cielo, el rojo del atardecer, lo verde del campo, le habrá dejado de sorprender? ¿Le habrá llegado el día en que el abrir los ojos por la mañana y ver la luz del día no le causara el asombro inicial de aquella ocasión en que Jesús lo encontró? ¿Será posible que incluso lo diera por sentado o lo tomara como algo normal? La respuesta no la conocemos con certeza. Pero pienso que si esa persona fue como yo -y como muchos otros creyentes- probablemente sí. El problema radica en que dejamos de asombrarnos por la gracia de Dios. La gracia de Dios nos deja de parecer sublime. Nos acostumbramos a ella. La damos por sentado. Lo tomamos como algo normal. Se nos olvida que mucho tiempo fuimos ciegos pero que Dios nos dio la vista. Continuamente le pido perdón a Dios por ese (y muchos otros) momentos en mi vida donde el orgullo y sentido de superioridad se albergan en mi corazón. Le pido que continuamente me permita recuperar de nuevo ese sentido de asombro por Su amor y Su gracia. Y sé que puedo empezar al maravillarme por el hecho de que Dios perdona una vez más a este pobre hombre orgulloso que ha olvidado que una vez fue ciego, pero que ahora puede ver por gracia. 22/6/2016 0 Comentarios ¿Por qué eligió Dios a ..... ?Una rápida hojeada a través de las páginas de la Biblia nos demuestra que lo más importante en el corazón de Dios es Su propia gloria. Y es precisamente la manifestación de Su propia gloria el motivo por el cual Él eligiría a cualquier persona para salvación. ¿Por qué eligió Dios a Abraham y a Sara?Porque Sara era una mujer estéril (Gen. 11:29) y Abraham un varón de 75 años de edad (Gen. 12:4), de manera que cuando Isaac finalmente nació, Dios demostró que no hay "algo demasiado difícil para el Señor" (Gen. 18:14). Con Abraham y Sara, Dios eligió también a una familia idólatra (Jos. 24:2), para que su posterior obediencia demostrara que ellos creían que Jehová era verdaderamente el Dios Todopoderoso (Gen. 17:1) y digno de ser temido (Gen. 22:12). ¿Por qué eligió Dios a Jacob?Porque Jacob no era el primogénito de entre los dos hermanos. Dios eligió al menor y no al mayor de ellos (Gen. 25:23) para demostrar que es Su propósito eterno y no el del hombre es el que permanece (Rom. 9:11). ¿Por qué eligió Dios a José?Porque José era el odiado por sus hermanos y afrontaría una adversidad tras otra. Dios eligió a José para demostrar que Dios puede tornar el mal en bien de manera soberana (Gen. 50:19). ¿Por qué eligió Dios a Moisés?Porque Moisés era un asesino (Ex. 2:12) y un hombre "tardo en el habla y torpe de lengua" (Ex. 4:10), de manera que a través de él se pudiera demostrar que es Jehová quien hizo la boca del hombre, quien "hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego" (Ex. 4:11). ¿Por qué eligió Dios al pueblo de Israel?Porque Israel era un pueblo débil y en esclavitud, de manera que cuando la nación fue liberada se demostró que "el Señor es más grande que todos los Dioses" (Éx. 18:11). ¿Por qué eligio Dios a David?Porque David era el menos impresionante de entre todos sus hermanos, de manera que su elección demuestra que "Dios ve no como el hombre ve" (1 Sam. 16:7). ¿Por qué eligió Dios a Pablo?Porque Pablo era un "blasfemo, perseguidor y agresor" (1 Tim. 1:13), de manera que en su salvación se demostrara toda la paciencia de Jesucristo (1 Tim. 1:16) y las grandes riquezas de Su gracia. ¿Por qué eligiría Dios a alguien como tu o yo?La Biblia enseña que la elección de Dios es incondicional, es decir; que no existe nada en tí o en mí -ni en ninguna otra persona- que mueva a Dios a elegirla para salvación. Y esta verdad despliega aún más la gloria de Dios. Si tú o yo hubiéramos tenido que elegir, no habríamos escogido a Abraham, o a Jacob, José, Moisés, David o a Pablo. Habríamos buscado y elegido a aquellos que en nuestra mente ofrecerían las mejores perspectivas de "salir adelante" con la tarea que quisiéramos enconmendarle. Si somos honestos, tendríamos que admitir que no nos eligiríamos ni a nosotros mismos. Pero Dios no actúa de esa manera. Dios no elige movido por alguna cualidad en el ser humano ni limita su elección debido a las carencias del hombre. Dios elige conforme a lo que Él puede y quiere hacer. Dios elige para demostrar Su gloria. Y esa es la única razón por la cual Dios nos elegió a tí y a mí. Porque cada uno de nosotros es parte de lo necio, débil, vil y despreciado del mundo (1 Co. 1:27-28), de manera que nadie se jacte delante de Dios y para que el que se gloríe, lo haga en el Señor (1 Cor. 1:29, 31). Abraham no era mejor que sus hermanos Nacor y Harán. Por el contrario, era menos indicado por su vejez y por la esterilidad de su esposa. Jacob no era mejor que Esaú, sino tan mentiroso y engañador como el que más. Moisés no era mejor que Faraón. Israel no era mejor que las naciones paganas (Deuteronomio 9:4-5) de su alrededor, sino un pueblo duro de cerviz. David no era mejor que sus hermanos, pues demostró ser un adúltero y asesino. Pablo no era mejor que otros fariseos, sino quizás uno de los más legalistas y endurecidos de corazón. Y yo... definitivamente yo no soy mejor que mi vecino. Categorías: Soberanía de Dios
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