¿Cómo podemos definir el significado de la frase "servir a Dios"? ¿En qué consiste? ¿Cuál es la esencia de la adoración cristiana? ¿Es posible confinar el servicio y la adoración tan sólo a aquellas actividades efectuadas dentro del edificio donde la iglesia local se reúne? ¿Qué hay de aquellos cuya vida está dedicada de tiempo completo a estas actividades (como los ministros o pastores) ¿Significa que ellos han sido llamados a un estilo de vida más santo o espiritual que los demás? La respuesta que proporcionemos a estas preguntas revelarán la manera en que concebimos el mundo y nuestro concepto de vocación (es decir, nuestra cosmovisión). En la iglesia medieval -altamente influenciada por la enseñanza del catolicismo romano- se tenía la concepción de que los sacerdotes y obispos pertenecían a una clase social diferente a la del resto del pueblo. Se creía que si uno deseaba servir realmente a Dios, necesariamente requería pertenecer a alguna clase de orden eclesiástica y fungir como sacerdote dentro de la jerarquía católica. Cualquier otro oficio era concebido como secular y por lo tanto “no santo” o inferior. La única vida de santidad era la que pertenecía a los monasterios, separada del mundo “secular” y dedicado a “lo sagrado”. La Reforma Protestante y su énfasis en la enseñanza bíblica sobre el sacerdocio de todos los creyentes recuperó la dignidad de cualquier oficio como actos verdaderos de adoración y servicio a Dios. A continuación resalto algunos de los puntos básicos de esta doctrina. La Biblia enseña que todos los miembros del cuerpo de Cristo (es decir, cada creyente) son sacerdotes y ministros: Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9) ... y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre, e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre, a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. (Apocalipsis 1:5-6) El Nuevo Testamento no enseña nada sobre un sacerdocio o clero dentro de la iglesia cristiana. De hecho, la Escritura afirma claramente que no requerimos de un sacerdocio que medie entre Dios y los hombres, pues tenemos a Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote: Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre. (1 Timoteo 2:5) Esto significa que todos podemos acudir directamente a Dios a través de Cristo, no a través de sacerdotes "profesionales". Por otro lado, la Escritura también afirma que cada cristiano es un sacerdote de Jesucristo. Cada cristiano es un ministro de Dios. La palabra “ministro” no define el oficio de un pastor en la iglesia. Define la función de esta persona. Y define la función de cada creyente. La Escritura dice que los pastores y maestros en la iglesia están para enseñar y entrenar. ... a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:1) Todos los creyentes son ministros de Jesucristo. La familia y el trabajo a los que Dios te ha llamado son tu ministerio. Cada discípulo es un sacerdotes que debe ofrecer todos los días su vida y cuerpo en sacrificio santo (cf. Romanos 12:1-2). El servicio cristiano dentro de la iglesia y su estructura también forma parte de tu ministerio, pero no lo define ni lo abarca todo. En la iglesia de Cristo tampoco se necesita de un rey terrenal que nos gobierne como en el antiguo Israel. Cristo es nuestro Rey, sentado a la diestra de la majestad de las alturas y nos ha dado Su Palabra como Ley y a Su Espíritu para guiarnos a través de ella. En Cristo hemos sido redimidos de nueva cuenta a nuestra posición de vice-regentes para gobernar de manera santa sobre la creación, transformandola y edificando Su Reino para Su gloria. Lo mismo se puede decir acerca de los profetas. En pocas palabras, Cristo vino a redimir a la humanidad para recuperar en nosotros lo que éramos en Adán antes de la caída: verdaderos reyes, profetas y sacerdotes, restaurando en nosotros una verdadera justicia, sabiduría y santidad. Resulta relevante el hecho de que los líderes o siervos en la iglesia cristiana del primer siglo fueron identificados con el término anciano, y no como sacerdotes. El término anciano también estaba desligado con la monarquía o el linaje davídico. En la iglesia, no tenemos reyes (todos somos co-regentes con Cristo), tampoco tenemos sacerdotes (todos somos un sacerdocio espiritual). Es triste que en la iglesia evangélica contemporánea esta verdad tan dulce e importante haya sido olvidada o relegada. Una consecuencia de no considerarla es la imposición de cargas legalistas sobre los creyentes quienes, por amor a ella y a Cristo desean participar en alguna clase de servicio dentro de la iglesia. Conozco a un joven miembro de una iglesia de corte carismático, que empezó a formar parte del grupo que dirigía la alabanza de los domingos. Sin embargo, el pastor de esa iglesia había establecido de manera arbitraria que para poder formar parte de ese (y de cualquier otro) ministerio, no se podía faltar a ningún ensayo, era necesario estar presente en todos los servicios de adoración y reuniones de oración así como en cualquier otra junta de trabajo. Este joven no tardó en darse cuenta que, debido a ese nivel de “compromiso” requerido de él; había descuidado gravemente sus estudios. Además, aunque no lo admitía, era evidente que estaba teniendo conflictos familiares con sus padres. Sintiendo tristeza, decidió darle mayor prioridad a sus estudios faltando a juntas y ensayos. No pasó mucho tiempo para que el pastor le diera de baja del grupo de alabanza “por su falta de compromiso con Dios y la iglesia”. Lo más triste fue que el joven fue etiquetado de “falto de espiritualidad” porque le daba mayor importancia a otras cosas que no pertenecían a la iglesia. Me temo que ejemplos como este no son pocos en las iglesias evangélicas. En toda congregación es necesario definir “parámetros” bíblicos y saludables de lo que significa servir a Dios dentro de la iglesia, la que es tan sólo una de nuestras vocaciones o llamados. Como dije al principio, la respuesta que le demos a estas preguntas definen en parte la manera en que concebimos el mundo y la vida vocacional (es decir, son parte de nuestra cosmovisión). Dios nos ayude a entender la naturaleza de la vida vocacional y a definir estándares saludables y bíblicos del servicio y adoración, para el verdadero crecimiento de la iglesia y para la gloria de Dios.
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Es muy probable que la mayoría de las personas que lean esta entrada estén enterados ya de la triste noticia del niño que accidentalmente cayó en la jaula de un gorila (llamado Harambe) en un zoológico de la ciudad de Cincinnati, en los Estados Unidos. La alarmante situación terminó –aparentemente– cuando las autoridades del zoológico decidieron terminar con la vida del simio para poder rescatar al infante. Gracias al poder de los medios de comunicación y sobre todo a las redes sociales, la noticia se propagó tanto en todo el país norteamericano como internacionalmente y ha generado una gran polémica. La mayoría de las personas que han protestado en contra de los resultados del evento han criticado la decisión que tomaron las autoridades del zoológico de sacrificar al gorila –cuya especie se encuentra en peligro de extinción– para lograr preservar la vida del pequeño. No es mi intención en esta entrada escribir propiamente en defensa de la decisión tomada por los responsables del parque. ¿Pudieron haber actuado de otra forma diferente, de manera que también se lograra preservar la vida del animal? Probablemente, no lo sé. No soy experto en comportamiento animal. No tengo manera de saber cómo hubiera respondido el gorila al recibir el disparo de tranquilizantes o ante la entrada al foso de más personas. Lo que si sé es que tanto las autoridades que dieron la orden, como aquellos quienes realizaron los disparos actuaron bajo la premisa que lo más importante era preservar la vida del niño antes que la del gorila. Pudiera para algunos ser algo de sentido común pero al parecer, la mayoría de las personas que está protestando parece no pensar de esa manera. Si usted tiene la curiosidad (posiblemente malsana) de leer los comentarios de protesta e indignación ante el suceso (que aparecen tanto en los sitios de noticias como en las redes sociales), tendrá la impresión de que para muchos el hecho de que el gorila haya perdido la vida es igual de trágico (o quizás más) que si el niño hubiera sido el que falleciera accidentalmente en manos del primate. No creo exagerar esta última afirmación pues muchos de los comentarios de protesta tienen un común denominador que también es fácil de notar: la afirmación de que los animales tienen el mismo valor que los seres humanos. El hecho de que la mayoría de las personas en nuestra sociedad altamente secularizada haga una afirmación como ésta no debe sorprendernos. Lo cierto es que la mayor parte de la gente en nuestra cultura basa su visión del mundo en presuposiciones naturalistas y evolucionistas. Lo que sí fue para mí causa de sorpresa y alarma es que también pude observar que muchos cristianos opinaron de la misma manera que el resto de la sociedad. Textualmente personas que profesan ser creyentes en Cristo han afirmado en foros y redes sociales –de manera pública y abierta–que los animales tienen el mismo valor que los humanos. Este singular hecho revela una triste verdad: muchos creyentes no perciben la realidad a través de una cosmovisión bíblica fundamentada en las Escrituras. La Biblia claramente enseña a través de diferentes textos que el ser humano tiene un valor superior al del resto de la creación, incluso los animales. Aunque un análisis completo de esta verdad está más allá del alcance de una pobre entrada de blog, quisiera a continuación comentar algunos pasajes bíblicos que definitivamente la enseñan. Génesis 1:26-28 - Enseña que el hombre (a diferencia de los animales) fue creado a imagen y semejanza de Dios. La imagen de Dios en el hombre le imparte al ser humano de una dignidad única que los animales no recibieron. Con esta afirmación, la Escritura pone claramente a la humanidad aparte de todas las otras creaturas y le confiere un honor específico. Esto se puede observar también en el hecho de que al hombre se le dio el dominio sobre el resto de la creación y todo ser viviente, como un representante y siervo de Dios. Génesis 3:21 - Muestra que Dios vistió a Adán y Eva con pieles, lo cual por supuesto requirió la muerte de animales. Muchos teólogos ven en este evento una figura o tipo del futuro sacrificio de Cristo como propiciación por los pecados del hombre. De cualquier forma, el hecho de que Dios sacrificara la vida de animales para resolver una necesidad del ser humano (cubrir su desnudez) afirma de manera indirecta que el hombre tiene mayor valor que otros seres vivos. Génesis 9:1-3 - Muestra a Dios permitiendo al hombre utilizar la vida animal como alimento. Nuevamente, una necesidad del ser humano es puesta primero antes que la vida de otras creaturas. Salmo 8:5-7 - Afirma que el hombre fue coronado por voluntad de Dios con una honra y gloria no conferida a otros seres vivos. Marcos 5:-13 - Jesús libró al endemoniado gadareno y permitió a los demonios entrar a un hato de cerdos. Es obvio que en la perspectiva de Jesús la salud y bienestar de una sola persona era de mucha mayor importancia que la vida de un grupo numeroso de cerdos. Lucas 12:1-7 - Afirma el cuidado providencial del Padre sobre toda Su creación. Según la enseñanza de Jesús, el hecho de que Dios tenga cuidado de toda la creación (específicamente las animales y plantas) debe hacer al hombre confiar en el cuidado paternal de Dios pues, en palabras de Cristo; valemos nosotros para el Padre mucho más que las otras creaturas. Nos es posible citar otros pasajes pero me parece que los arriba mencionados son suficientes para demostrar que la enseñanza clara y consistente a lo largo de toda la Escritura (Antiguo y Nuevo Testamento) es que Dios decidió conferir, para Su propia gloria (no la del hombre); una dignidad y valor especial al ser humano que los animales no recibieron. El hombre tiene mayor valor que los animales y esta afirmación está basada en una verdad objetiva: la imagen de Dios en el hombre. Por favor, no malinterprete lo que he escrito y no me atribuya afirmaciones que no he hecho. Todo lo que he escrito hasta ahora no implica (en lo absoluto) que los animales no tienen valor ante Dios o que los seres humanos no tengamos una responsabilidad de cuidar de la creación (plantas y animales) de la cual habremos de dar cuentas al Padre. Si quiere puede verlo de esta manera muy sencilla (el siguiente ejemplo falla en muchos aspectos pero aun creo que puede ayudar): afirmar que un billete de 500 pesos vale más que uno de 100 pesos no es lo mismo que decir que el billete de 100 no tiene valor. Es simplemente señalar que bueno, 500 pesos tienen mayor valor que 100. Por supuesto, es triste que el gorila haya muerto como resultado de un lamentable evento que se pudo haber evitado a diferentes niveles. Sobre todo porque como ya se mencionó, los gorilas son una especie en extinción. Con todo, más lamentable hubiera sido que el niño perdiera la vida a expensas de conservar la vida del animal. Todavía más triste y lamentable es que al parecer, muchos cristianos no pueden ver la diferencia entre una tragedia y la otra; lo cual demuestra que la iglesia ha sido profundamente influenciada por cosmovisiones naturalistas más que por la cosmovisión bíblica. Al parecer, si muchos cristianos estuvieran ahora en el lugar de Abraham, con el cuchillo en mano y su hijo atado a la leña y el altar (Génesis 22), vacilarían entre sacrificar ya sea a su hijo o al carnero trabado al matorral. “Al final de cuentas” le dirían a Dios, “¿no te das cuenta de que este carnero tiene el mismo valor que mi hijo?” 23/5/2016 0 Comentarios Lo inútil de separar la vida |
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