18/4/2014 0 Comentarios Trabajo y Vocación (Final)¿Qué es entonces la vocación?Ahora quisiera hacer una transición para hablar brevemente de la doctrina reformada de la vocación. Lo que esta doctrina básicamente hace es tomar estas verdades que acabamos de mencionar acerca del trabajo como un acto de adoración a Dios y servicio a nuestro prójimo para expandirlo a todas las áreas de nuestra vida. Es decir, el trabajo es solamente un componente de una más amplia y robusta teología de la vocación cristiana. La palabra vocación es simplemente la forma latina de una palabra que significa “llamado”. En esencia, la doctrina de la vocación enseña que cada creyente ha sido llamado por Dios a una vida entera de adoración y servicio. Quizás podemos entender mejor la doctrina de la vocación como enfatizando tres aspectos. 1. Primero, que la Escritura enseña que cada cristiano ha sido llamado por Dios a la salvación en Cristo a través del Evangelio por el poder del Espíritu Santo. Nada más en nuestro pasaje de 1 Corintios 7 se hace mención cinco veces que el creyente ha sido llamado por Dios. Este llamado -al que los reformadores dieron el nombre de llamado primario o llamado general- está basado en la voluntad soberana de Dios quien desde antes de la fundación del mundo nos eligió y predestinó para ello (Romanos 8:28; 30). 2. El segundo aspecto que la doctrina de la vocación enfatiza es que ese llamado primario que hemos recibido por parte de Dios, nos ha llegado a cada uno de nosotros en determinada condición. En los versículos de 1 Corintios 7:20-24 vemos que Pablo menciona que algunos creyentes fueron llamados estando solteros, otros casados. Unos fueron llamados por el evangelio estando en la condición de libres, otros en la condición de esclavos. Algunos de nosotros recibimos el llamado del evangelio estando en la condición de estudiantes. Otros fueron alcanzados por el llamado de Dios siendo obreros en una industria, otros como carpinteros o albañiles. Algunos fueron llamados siendo médicos, abogados o maestros de primaria. Ahora bien, lo interesante es que en nuestro texto el apóstol Pablo quiere que veamos que cada uno de nosotros está en esa condición o estado por la soberanía de Dios. Note que en el v. 17 Pablo dice que cada creyente está “en la condición que el Señor le asignó”. Note también que el apóstol dice que cada creyente debe ver su presente condición no sólo como asignada por la soberanía por Dios, sino que también ha sido llamado para estar en esa condición. Cada quien está en la condición “a la cual Dios lo ha llamado”. Esto es a lo que los reformadores le dieron el nombre de llamado secundario o específico. En otras palabras, cada creyente de la iglesia de Corinto debía aprender a ver su condición de circunciso o incircunciso, libre o esclavo, soltero o casado, como la condición a la que Dios lo había llamado de manera soberana. Y usted también debe aprender a ver cada aspecto de su vida como el estado al cual Dios lo ha llamado de manera soberana. El puritano William Perkins definió el concepto de vocación como “cierto tipo de vida, ordenada e impuesta por Dios sobre los hombres, para el bien común.” Usted debe ver su empleo, como el trabajo al cual Dios lo ha llamado. La colonia donde vive, como la colonia donde Dios lo ha llamado a vivir, su cónyuge e hijos, como la familia a la que usted ha sido llamado a formar parte. 3. Por último, el tercer aspecto que la doctrina de la vocación enfatiza es que cada creyente debe aprender a contemplar su presente condición -es decir, su llamado secundario- a la luz de su llamado primario -a la luz de su relación con Cristo. “Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo.” Los reformadores enseñaron que el creyente no debe ver su presente estado o condición en desconexión con el llamado a ser un discípulo de Cristo, sino que más bien deben contemplar cómo el ser un discípulo de Cristo comprende y afecta cada aspecto de nuestra vida diaria. La doctrina de la vocación nos abre los ojos para ver que el llamado que Dios nos ha hecho no es a abandonar nuestro lugar en este mundo para abstraernos en un convento, sino a permanecer en el mundo: “Cada uno en el estado que fue llamado, en él se quede.” En contraste con el dualismo medieval, que consideraba una vida de contemplación como la mejor forma de adorar a Dios, los reformadores vieron no solo el trabajo, sino también cada actividad humana que contribuya al dominio de la creación y a la expansión del Reino de Dios como un posible acto de adoración. William Perkins lo dijo de la siguiente manera: “La acción de un pastor al cuidar las ovejas… es una obra tan buena como es la acción de un juez al dar una sentencia, o de un magistrado al gobernar, o de un ministro en predicar”. Por su parte Lutero dijo: Lo que haces en casa tiene tanto valor como el que si lo hicieras en el cielo por nuestro Señor Dios. Porque lo que hacemos en nuestro llamado aquí en la tierra de acuerdo con Su Palabra y mandato Él lo considera como si fuera hecho para Él en el Cielo… Por lo tanto debemos acostumbrarnos a pensar de nuestra posición y trabajo como sagrado y agradable a Dios, no a causa de la posición y el trabajo, sino a causa de la Palabra y la fe de la que la obediencia y el trabajo fluyen. Ningún cristiano debe despreciar su posición y vida si está viviendo de acuerdo con la Palabra de Dios… Esa es una vida justa y santa, y no puede hacerse más santa, aunque uno ayunara hasta morir. ConclusiónEn los últimos meses he estado leyendo acerca de la doctrina de la vocación y pensando sobre sus implicaciones para la vida cristiana. A medida que aprendo un poco más acerca de esta verdad bíblica, me queda más clara su tremenda importancia para la vida de la Iglesia. No sólo porque nos ayuda a formar una correcta y completa cosmovisión bíblica y reformada de la vida, sino también por el poder que tiene para revelar el pecado en nuestro corazón y para contribuir en nuestra santificación. Tal vez no lo había usted pensado de esta manera, pero el trabajo es una de las dimensiones de nuestra vida en la que se pueden observar claramente cuáles son los ídolos de nuestro corazón, es decir; los principales motivos y deseos que nos impulsas a actuar diariamente. Pregúntese: ¿Cuál es el verdadero motivo por el cual me levanto temprano cada día y voy a laborar a mi centro de trabajo? La respuesta no necesariamente es única, puede haber varias razones por la cual una persona se dedica con mucho esfuerzo a su trabajo, y quizás ninguna de ellas sea mala en sí misma. El problema surge cuando en nuestro corazón estas motivaciones sustituyen o desplazan a segundo término la razón por la cual usted y yo hemos sido creados: glorificar a Dios y gozar de Él para siempre. La doctrina de la vocación reclama para la sola gloria de Dios aquello que podemos estar haciendo por fines mucho menos sublimes y eternos y señala que la devoción y la dedicación del cristiano a Dios debe abarcar cada aspecto de su vida. Los domingos me puedo levantar muy temprano con la intención de “adorar a Dios” en la Iglesia, pero el resto de la semana me despierto con tan sólo el deseo de alcanzar esa promoción, ese bono de fin de año, ese auto que deseo, esa casa con la que sueño, las comodidades que tanto me gustan o todos esos pequeños lujos que no me pudiera dar de alguna otra forma. O quizás tengo el buen propósito de sostener y proveer para mi hogar, pero lo hago sin la mínima actitud de devoción al Señor. Nuestro problema radica en que cuando nos conformamos a salir a trabajar con cualquier otra motivación que no sea adorar a Dios y glorificarle, estamos siendo idólatras y viviendo como paganos seis de los siete días de la semana. La doctrina del trabajo y la vocación tiene el efecto de hacer salir a flote esa idolatría al dirigir nuestra atención a la verdad de que nuestra labor de 8 a 4 debe ser para la gloria de Dios.
enviado a la tierra con la misión de buscar y salvar lo que se había perdido, de proclamar el evangelio y sin embargo pasó la mayoría de sus años haciendo cosas en una desconocida carpintería. Esto sin lugar a dudas tiene que iluminar nuestro entendimiento acerca del trabajo y la vocación. Para Jesús, el tener un oficio nunca fue un impedimento para vivir una vida que glorificara a Su padre. La vida laboral de Jesús nos dice que Él nunca pensó que el ser un carpintero de alguna manera estaba por debajo de Él o que era un pobre uso de sus dones y talentos. Escuchamos al Padre decir: “éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco” cuando Jesús todavía era completamente desconocido como el Mesías. Estoy seguro que uno de los aspectos de la vida de Jesús que hacía que el Padre sintiera gozo y satisfacción al ver a Jesús, era su trabajo como carpintero. Josh McDowell escribió un libro sobre la deidad de Cristo titulado “Más que un carpintero”. Sí, Jesús fue más que un carpintero, pero nunca fue menos que eso. De la misma manera, Él nos llama a seguirle como sus discípulos, siendo más que un profesor, un médico, un dentista, etc., pero no menos que eso.
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