que habían creído en el mensaje del Evangelio. Habían escuchado acerca de Jesús y habían creído en Él, haciéndose seguidores de Cristo. Este grupo de creyentes judíos estaba experimentando circunstancias muy difíciles. Algunos de ellos fueron despedidos de sus trabajos, otros puestos en la cárcel. A otros no se les permitía comerciar sólo por ser cristianos. Otros eran rechazados por sus propias familias. ¿Puedes imaginarte a tí mismo atravesando circunstancias similares? Debido su difícil situación, muchos de estos creyentes estaban pensando seriamente en renunciar a su fe, abandonar el cristianismo y regresar a su antigua religión judía. Después de todo, en su forma de pensar ellos podían en el judaísmo seguir adorando al único Dios verdadero. Así que muchos se preguntaban si esto de ser cristiano en realidad valía la pena. Tenían dudas. Sentían temor y preocupación. En ese momento particular, parecía que la mejor decisión que podían tomar para ellos y sus familias era apartarse de la iglesia, olvidarse del evangelio y continuar con sus vidas. La epístola a los Hebreos fue escrita con la intención de animar a los creyentes a no renunciar a Cristo y mantener la fe. Es una carta que fue escrita con la intención de responder a la pregunta: ¿Vale la pena seguir? La respuesta del autor es clara y contundente: sí vale la pena continuar. En esta ocasión, analizaremos la intención del autor de animar a sus lectores a mantenerse en la fe cristiana estudiando las implicaciones de Hebreos 1:1-3 y 2:1-4 para nuestras vidas 1. Dios nos está hablandoLee el versículo 1: “Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas”. Dios, desde el inicio de los tiempos, se ha estado dirigiendo al hombre. Dios constantemente se ha revelado a Sí mismo y está hablando. Como dice el versículo, “hace mucho tiempo” Dios hablaba por intermediación de unas personas llamadas “profetas”. En esas épocas, cuando Dios quería decirle algo a Su pueblo, entregaba al profeta el mensaje y le encargaba que fuera al pueblo y les comunicara Su palabra. El mensaje llegaba al profeta “de muchas maneras” diferentes. En algunas ocasiones, el profeta escuchaba directamente la voz de Dios. En otras, el profeta veía visiones a través de las cuales Dios le mostraba lo que quería decir al pueblo. Ahora bien, la Biblia nos enseña que Dios ya no le habla al hombre de esa manera. El modo de hacerse conocer por medio de profetas terminó. Ya no ocurre más así. Pero Dios sigue hablando. Él se sigue revelando y se sigue dando a conocer al hombre. Sólo que ahora lo hace de una manera diferente. ¿Te gustaría saber cómo nos habla Dios ahora? Lee entonces conmigo el vs. 2: “en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo”. Estas palabras nos dicen que Dios nos habla ahora por medio de la persona de Su Hijo (Jesucristo). Este versículo establece la exclusividad única de Jesucristo como mediador entre Dios y los hombres. Hay quienes dicen que todas las religiones llevan a Dios, pero la Palabra niega tal afirmación. Dios no nos ha hablado por medio de Alá, ni de Buda ni de ningún otro. La única forma de conocer al Dios vivo y verdadero y de escucharle es exclusivamente a través de la persona de Jesucristo. El texto resalta la majestad y la gloria única del Hijo de Dios. Él es aquel “a quien constituyó heredero de todas las cosas”. Es “por medio de quien hizo también el universo”. ¡Sin duda que la persona de la que está hablando es alguien importante! Pero no para ahí la cosa. La revelación que ahora tenemos es mejor que en los tiempos de los profetas, es mucho más clara y gloriosa. Cristo es “el resplandor de su gloria [la gloria de Dios], y la imagen misma de su sustancia” (v. 3). En los tiempos de los profetas la revelación era, por decirlo de alguna manera, de segunda mano. Dios no se comunicaba al pueblo sino por intermedación de ellos. Pero ahora es diferente. Ahora Dios se comunica personalmente. Dios, en la persona de Jesucristo, se hizo hombre, habitó entre nosotros y se dio a conocer. Dios habló directamente con el hombre. ¿Te imaginas? ¡Dios revelándose a sí mismo, en persona! Esto quiere decir que quien conoce a Jesucristo, conoce a Dios. ¿Quieres conocer a Dios? ¿De verdad te gustaría saber quién es Dios, cómo es Él? ¡Entonces conoce a Jesucristo! Esas fueron las palabras mismas de Jesús: “Si me conocieseis, también a mi Padre conocerías... El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:7, 9). Todos aquellos que estuvieron cerca de Él y le conocieron dijeron lo mismo. Hubo muchas personas que comieron con Él, que lo vieron hacer milagros, sanar a los enfermos, resucitar a los muertos entre otras cosas. Hubo quien escuchó su enseñanza y lo vio morir en la cruz y lo vio resucitar al tercer día. Y todos ellos llegaron a una misma conclusión: que Jesús es el Hijo de Dios. Que Jesús es Dios mismo. “Y aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de Gracia y de verdad” (Juan 1:14). Pero Cristo no solo vino a revelarnos a Dios. Cristo también nos abrió el camino hacia Dios. El vs. 3 dice que Cristo llevó a cabo “la purificación de los pecados”. El pecado mancha. El pecado contamina. El pecado corrompe. El pecado no nos permite acercanos a Dios, porque Él es perfecto, puro, santo. Y no hay nada que nosotros podamos hacer para limpiarnos de nuestros pecados. Y lo que nosotros no podíamos hacer por nosotros mismos, Cristo lo hizo en favor nuestro. Él logró la purificación de nuestros pecados al morir en la cruz y derramar Su sangre. Y por medio de Su sangre podemos ser nosotros purificados de nuestras maldades y acercarnos a Dios. Éste es el mensaje del Evangelio. Es lo que el Señor Jesús vino a enseñar y a cumplir aquí en la Tierra. La salvación llegó a la humanidad cuando Dios se hizo carne y se dio a conocer y nos abrió el camino hacia Su presencia. Es el mensaje que nos ha llegado a nosotros a través de la Biblia. El Nuevo Testamento está escrito por personas que estuvieron con Jesús y que lo conocieron y fueron transformados. Personas que literalmente ofrecieron su vida para dar testimonio acerca de la persona de Jesús y del mensaje de salvación. Hebreos 2:3 dice que el mensaje del Señor fue confirmado “por los que oyeron”. Ese testimonio, por la dirección del Espíritu Santo ha quedado registrado de manera escrita y es lo que conocemos como la Biblia. Con todo este rollo, lo que deseo que entiendas es que cada vez que una persona te lea y te explique fielmente el contenido de este libro y te hable de Jesucristo y del evangelio, es como si estuvieras escuchando la voz de Dios. Cada vez que tu leas este libro, estarás conociendo más y más a Dios por medio de Cristo. Despierta a esta verdad: que Dios te está hablando a tí, por medio de este Libro, para que le conozcas. Concluirá en la siguiente entrada...
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