5/6/2016 0 Comentarios El Problema del MalQuizás lo más importante es la conclusión de que finalmente debe ser bueno que haya mal, o el mal no existiría. Aquí debemos tener mucho cuidado. Decir que es bueno que exista el mal no es lo mismo que decir que el mal sea bueno. Decir que el mal es bueno en sí es malo, como lo declara con claridad la Biblia. El mal es malo. Sin embargo, decir que es bueno que haya mal es simplemente declarar que Dios es bueno y que su providencia se extiende a todas las cosas, incluyendo el mal. La soberanía del Señor está sobre el mal, y él puede sacar bien del mal y usarlo para sus propósitos santos. Cuando digo que es bueno que haya mal estoy diciendo que el mal no podría existir ni un segundo aparte de la providencia de Dios. Que el Señor consienta, permita y ordene que haya mal significa que él considera bueno que lo haya. Él solo ordena lo que desea que ocurra. Su voluntad es perfecta y absolutamente justa. Si él desea que el mal exista, y no habría posibilidad de que exista si él no lo desea, entonces debemos concluir que en sus secretos designios él tiene buenas razones para que el mal exista. Las únicas razones que él tiene para cualquier cosa son buenas razones. R. C. Sproul en La Mano Invisible (Capítulo 16)
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Es muy probable que la mayoría de las personas que lean esta entrada estén enterados ya de la triste noticia del niño que accidentalmente cayó en la jaula de un gorila (llamado Harambe) en un zoológico de la ciudad de Cincinnati, en los Estados Unidos. La alarmante situación terminó –aparentemente– cuando las autoridades del zoológico decidieron terminar con la vida del simio para poder rescatar al infante. Gracias al poder de los medios de comunicación y sobre todo a las redes sociales, la noticia se propagó tanto en todo el país norteamericano como internacionalmente y ha generado una gran polémica. La mayoría de las personas que han protestado en contra de los resultados del evento han criticado la decisión que tomaron las autoridades del zoológico de sacrificar al gorila –cuya especie se encuentra en peligro de extinción– para lograr preservar la vida del pequeño. No es mi intención en esta entrada escribir propiamente en defensa de la decisión tomada por los responsables del parque. ¿Pudieron haber actuado de otra forma diferente, de manera que también se lograra preservar la vida del animal? Probablemente, no lo sé. No soy experto en comportamiento animal. No tengo manera de saber cómo hubiera respondido el gorila al recibir el disparo de tranquilizantes o ante la entrada al foso de más personas. Lo que si sé es que tanto las autoridades que dieron la orden, como aquellos quienes realizaron los disparos actuaron bajo la premisa que lo más importante era preservar la vida del niño antes que la del gorila. Pudiera para algunos ser algo de sentido común pero al parecer, la mayoría de las personas que está protestando parece no pensar de esa manera. Si usted tiene la curiosidad (posiblemente malsana) de leer los comentarios de protesta e indignación ante el suceso (que aparecen tanto en los sitios de noticias como en las redes sociales), tendrá la impresión de que para muchos el hecho de que el gorila haya perdido la vida es igual de trágico (o quizás más) que si el niño hubiera sido el que falleciera accidentalmente en manos del primate. No creo exagerar esta última afirmación pues muchos de los comentarios de protesta tienen un común denominador que también es fácil de notar: la afirmación de que los animales tienen el mismo valor que los seres humanos. El hecho de que la mayoría de las personas en nuestra sociedad altamente secularizada haga una afirmación como ésta no debe sorprendernos. Lo cierto es que la mayor parte de la gente en nuestra cultura basa su visión del mundo en presuposiciones naturalistas y evolucionistas. Lo que sí fue para mí causa de sorpresa y alarma es que también pude observar que muchos cristianos opinaron de la misma manera que el resto de la sociedad. Textualmente personas que profesan ser creyentes en Cristo han afirmado en foros y redes sociales –de manera pública y abierta–que los animales tienen el mismo valor que los humanos. Este singular hecho revela una triste verdad: muchos creyentes no perciben la realidad a través de una cosmovisión bíblica fundamentada en las Escrituras. La Biblia claramente enseña a través de diferentes textos que el ser humano tiene un valor superior al del resto de la creación, incluso los animales. Aunque un análisis completo de esta verdad está más allá del alcance de una pobre entrada de blog, quisiera a continuación comentar algunos pasajes bíblicos que definitivamente la enseñan. Génesis 1:26-28 - Enseña que el hombre (a diferencia de los animales) fue creado a imagen y semejanza de Dios. La imagen de Dios en el hombre le imparte al ser humano de una dignidad única que los animales no recibieron. Con esta afirmación, la Escritura pone claramente a la humanidad aparte de todas las otras creaturas y le confiere un honor específico. Esto se puede observar también en el hecho de que al hombre se le dio el dominio sobre el resto de la creación y todo ser viviente, como un representante y siervo de Dios. Génesis 3:21 - Muestra que Dios vistió a Adán y Eva con pieles, lo cual por supuesto requirió la muerte de animales. Muchos teólogos ven en este evento una figura o tipo del futuro sacrificio de Cristo como propiciación por los pecados del hombre. De cualquier forma, el hecho de que Dios sacrificara la vida de animales para resolver una necesidad del ser humano (cubrir su desnudez) afirma de manera indirecta que el hombre tiene mayor valor que otros seres vivos. Génesis 9:1-3 - Muestra a Dios permitiendo al hombre utilizar la vida animal como alimento. Nuevamente, una necesidad del ser humano es puesta primero antes que la vida de otras creaturas. Salmo 8:5-7 - Afirma que el hombre fue coronado por voluntad de Dios con una honra y gloria no conferida a otros seres vivos. Marcos 5:-13 - Jesús libró al endemoniado gadareno y permitió a los demonios entrar a un hato de cerdos. Es obvio que en la perspectiva de Jesús la salud y bienestar de una sola persona era de mucha mayor importancia que la vida de un grupo numeroso de cerdos. Lucas 12:1-7 - Afirma el cuidado providencial del Padre sobre toda Su creación. Según la enseñanza de Jesús, el hecho de que Dios tenga cuidado de toda la creación (específicamente las animales y plantas) debe hacer al hombre confiar en el cuidado paternal de Dios pues, en palabras de Cristo; valemos nosotros para el Padre mucho más que las otras creaturas. Nos es posible citar otros pasajes pero me parece que los arriba mencionados son suficientes para demostrar que la enseñanza clara y consistente a lo largo de toda la Escritura (Antiguo y Nuevo Testamento) es que Dios decidió conferir, para Su propia gloria (no la del hombre); una dignidad y valor especial al ser humano que los animales no recibieron. El hombre tiene mayor valor que los animales y esta afirmación está basada en una verdad objetiva: la imagen de Dios en el hombre. Por favor, no malinterprete lo que he escrito y no me atribuya afirmaciones que no he hecho. Todo lo que he escrito hasta ahora no implica (en lo absoluto) que los animales no tienen valor ante Dios o que los seres humanos no tengamos una responsabilidad de cuidar de la creación (plantas y animales) de la cual habremos de dar cuentas al Padre. Si quiere puede verlo de esta manera muy sencilla (el siguiente ejemplo falla en muchos aspectos pero aun creo que puede ayudar): afirmar que un billete de 500 pesos vale más que uno de 100 pesos no es lo mismo que decir que el billete de 100 no tiene valor. Es simplemente señalar que bueno, 500 pesos tienen mayor valor que 100. Por supuesto, es triste que el gorila haya muerto como resultado de un lamentable evento que se pudo haber evitado a diferentes niveles. Sobre todo porque como ya se mencionó, los gorilas son una especie en extinción. Con todo, más lamentable hubiera sido que el niño perdiera la vida a expensas de conservar la vida del animal. Todavía más triste y lamentable es que al parecer, muchos cristianos no pueden ver la diferencia entre una tragedia y la otra; lo cual demuestra que la iglesia ha sido profundamente influenciada por cosmovisiones naturalistas más que por la cosmovisión bíblica. Al parecer, si muchos cristianos estuvieran ahora en el lugar de Abraham, con el cuchillo en mano y su hijo atado a la leña y el altar (Génesis 22), vacilarían entre sacrificar ya sea a su hijo o al carnero trabado al matorral. “Al final de cuentas” le dirían a Dios, “¿no te das cuenta de que este carnero tiene el mismo valor que mi hijo?” William Whiting Borden se graduó de la preparatoria en Chicago en 1904. Era el heredero de la hacienda Borden Dairy. Para su graduación, recibió el poco común regalo de un viaje alrededor del mundo. Poco se imaginaban aquellos que le dieron este viaje lo que haría en él. Durante el viaje, William comenzó a sentir una carga por aquellos menos afortunados y aquellos en necesidad de Cristo alrededor del mundo. Escribió a casa expresando un deseo de dar su vida en servicio a Cristo como un misionero. Aunque amigos y parientes permanecieron escépticos, Borden escribió dos palabras en el reverso de su Biblia: “Sin reservas”. William regresó a América y se enroló en la Universidad de Yale. Fue un estudiante modelo. Aunque otros pudieron haber pensado que la vida colegial apagaría su deseo por el campo misionero, ésta sólo lo alimentó. Comenzó un estudio bíblico y para el final de su primer año 150 estudiantes se reunían semanalmente para estudiar las Escrituras y orar. Para su último año, mil de los estudiantes de Yale estaban en grupos de discipulado reuniéndose semanalmente para estudio de la Biblia y oración. Él no limitó su esfuerzo evangelístico simplemente a la gente “importante” alrededor del prístino Campus de Yale. Su corazón también estaba por los “menos valiosos”. Fundó la Misión Esperanza de Yale. Ministró a aquellos que estaban en las calles de New Haven, Connecticut. Compartió el ministerio de Cristo con huérfanos, viudas, gente sin hogar y el hambriento, ofreciéndoles esperanza y refugio. Se le preguntó a un visitante extranjero lo que más le impresionó durante su tiempo en América. Éste respondió: “mirar a aquel joven millonario arrodillado con su brazo alrededor de un vagabundo en la Misión Esperanza de Yale”. Cuando Borden se graduó de Yale, se le ofrecieron muchos empleos lucrativos. Sin embargo, para la consternación de muchos de sus parientes y amigos, él los rechazó. En cambio, escribió en el reverso de su Biblia dos palabras más: “Sin retractarse”. Entró al Seminario de Princeton y, después de graduarse; se embarcó para China. Teniendo la intención de servir a Cristo entre las poblaciones musulmanas, se detuvo en Egipto para estudiar y aprender lengua árabe. Sin embargo, mientras se encontraba allí, contrajo meningitis espinal. Tan sólo vivió un mes más. A la edad de veinticinco años, William Borden estaba muerto. Borden consideró todas las cosas como pérdida con tal de conocer a Cristo y hacerlo conocer. Él se rehusó a ser capturado por la futilidad de una vida heredada de sus padres, más bien buscó vivir la gloria de su rescate por la sangre de Jesucristo. Cuando su Biblia fue descubierta después de su muerte, se halló que había añadido dos palabras más al reverso: “Sin remordimientos”. Aquellos que conocen el precio de su redención también saben que una vida vivida por Aquel que los rescató es una vida sin remordimientos… William Borden escogió ir con Aquel que lo había rescatado. ¿Qué hay de ti? Tomado y traducido del libro Blood Work de Anthony J. Carter.
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