Los dejo esta mañana con una cita del predicador C. H. Spurgeon, para que tengan algo en que meditar (así como él lo hacía) durante el fin de semana (el texto resaltado ha sido agregado). Hay en la Biblia muchas dulces doctrinas que me deleito en hacerlas mías leyéndolas, marcándolas, aprendiéndolas y digiriéndolas internamente; porque son parte del gran círculo de verdad que de Dios ha sido revelado. Pero encuentro que nunca soy tan consolado, fortalecido y sostenido, como al deliberadamente considerar la preciosa muerte de Jesucristo y su sacrificio expiatorio. Su sacrificio es el centro del círculo, el enfoque de la luz. Hay un encanto, una fascinación divina en sus heridas. ¡Oh, sagrado corazón, una vez herido! ¡Podría por siempre contemplarte, admirarte y adorarte! No hay belleza en el mundo como la que se encuentra en aquel semblante "desfigurado de los hombres" (Isaías 52:14). No hay sustento al corazón como el sustento que viene de su carne y sangre, dados en agonía y en muerte para obrar nuestra redención. ¡Oh, que iluminación, que gozo, que consuelo, que deleite de corazón se experimentan por la persona que ha aprendido a alimentarse de Jesús y sólo de Jesús! Y sin embargo, la comprensión que tenemos de la belleza de Cristo es, en el mejor de los casos, imperfecta. C. H. Spurgeon La cita ha sido tomada del sitio Grace Gems.
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Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: Quizá José guarde rencor contra nosotros, y de cierto nos devuelva todo el mal que le hicimos. Entonces enviaron un mensaje a José, diciendo: Tu padre mandó antes de morir, diciendo: "Así diréis a José: 'Te ruego que perdones la maldad de tus hermanos y su pecado, porque ellos te trataron mal.'" Y ahora, te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró cuando le hablaron. Entonces sus hermanos vinieron también y se postraron delante de él, y dijeron: He aquí, somos tus siervos. Pero José les dijo: No temáis, ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente. Ahora pues, no temáis; yo proveeré por vosotros y por vuestros hijos. Y los consoló y les habló cariñosamente. Entre tantas lecciones, la vida de José nos enseña que el mejor remedio para los deseos de venganza es comprender y confiar en la soberanía absoluta de Dios sobre nuestras vidas. Su historia nos demuestra que cuando reconocemos que Dios tiene el control de todo y que, al final; TODO lo que nos acontece es producto de Su voluntad, entonces podemos soportar y perdonar todo el mal que alguien nos haga. José le dejó todo a Dios. ¿Lo harás tú? ¿Lo haré yo? Señor, te ruego que mi corazón sea transformado por una mayor y mejor comprensión de Tu soberanía, para estar cada día confiado y seguro en Tu soberanía. Amén. "No hay mejor contexto para el discipulado que el hogar." -- Brandon Smith Roguemos a Dios nos capacite para llevar a cabo la responsabilidad de discipular a nuestras familias.
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