En lo personal, escuché hablar por primera vez sobre la educación en el hogar hace ya varios años, cuando todavía no tenía hijos y, aunque ya estaba casado; todavía no me había dedicado a pensar seriamente sobre lo que Dios dice en Su Palabra acerca de la crianza y educación de los hijos (este es un error que la mayoría de las personas cometemos, incluso los cristianos: el de no pensar, meditar y aprender sobre un tema o asunto en preparación para el futuro). Tengo que admitir que, como la mayoría de las personas que no está familiarizada con el tema, cuando lo escuché por primera vez, sentí cierto recelo y espíritu de crítica. Se me hizo una forma muy rara de pensar. Sin embargo, debido al respeto que sentía (y que todavía siento) hacia estos hermanos, decidí informarme sobre el asunto. A lo largo de ya varios años he leído artículos, escuchado sermones y conferencias, he meditado sobre el asunto y creo que he aprendido varias cosas (quizás desde una perspectiva “teórica”) sobre la educación en el hogar. Antes de continuar, tengo que aclarar que como resultado de lo anterior no me he convertido en un proponente feroz, a “capa y espada” de la educación en el hogar. Todavía no sé si esa será la forma en la que mi esposa y yo criaremos a nuestros hijos. Pero lo que sí puedo decir es que, a lo largo de todo ese proceso, pude darme cuenta de cómo mucho de mi manera de pensar respecto a la crianza y la educación de los hijos era poco bíblica, en algunos aspectos incluso anti-bíblica y francamente mundana. Pude notar que a pesar de que en ese entonces era (y lo sigo siendo) un cristiano de pensamiento “orgullosamente reformado” -de esos que ondean la bandera de la reforma protestante mientras gritan a todo pulmón “Sola Scriptura”-, todavía había (y seguramente lo sigue habiendo) en mi cosmovisión (mi forma de entender la realidad) muchas áreas donde la Escritura no había sido aplicada. Tristemente, cuando escucho a muchos creyentes hablar sobre este asunto de la educación de los hijos –específicamente, sobre el porqué envían a sus hijos a un sistema escolarizado, ya sea público o privado–, no puedo evitar pensar que también esa es la condición de muchos de ellos. Es decir, que no han hecho un verdadero esfuerzo de meditar y aprender y exponer su actual forma de pensar a la luz de la Escritura, para ver si sus ideas son bíblicas o no. Cuando escucho o leo algunas críticas –en algunos casos, incluso burlas– que hasta los mismos cristianos hacen hacia el modelo de educación en el hogar, con pesar y tristeza me doy cuenta que muchos de sus razonamientos y argumentos están más basados en: (1) el desconocimiento y (2) en una forma de pensar que no sólo no es bíblica, sino que incluso en algunos casos está más bien fundamentada en corrientes de pensamiento humanista que no toma en cuenta la enseñanza de la Escritura. Es triste que podamos criticar y hasta burlar sin saber con claridad de qué se trata la educación en el hogar En esta entrada, quisiera hacer algunos comentarios que espero pudieran ayudar a otras personas a comprender mejor un poco más la idea sobre la educación en el hogar. Hay muchas cosas sobre este modelo que mucha gente desconoce, por lo que se les hace fácil criticarlo. En una entrada posterior quisiera de una manera simple responder a algunos argumentos “comunes” que he escuchado sobre porqué la gente lleva a sus hijos a un sistema escolarizado. Así que empecemos. Quisiera comentar que, así como yo lo hacía, también mucha gente todavía desconoce:
Es precisamente con este pensamiento con el cual me gustaría terminar esta entrada. Estoy convencido de que si yo o cualquier otra persona decide enviar a sus hijos a un sistema escolarizado, argumentando que “es lo mejor” para ellos en términos de su aprendizaje, preparación académica o “para que les vaya bien en el futuro”, en realidad esa persona está revelando una actitud idólatra y pecaminosa de la que debe arrepentirse; pues estaría tomando una decisión basado en un criterio pragmático sobre qué es lo que funciona o más conviene en esta sociedad en la que vivimos, y no en términos de una sincera y profunda meditación bíblica sobre cuál es la voluntad del Señor para Su Iglesia, para los creyentes en Jesucristo. Ningún discípulo de Jesús debe atreverse a tomar una decisión para sí mismo o para sus hijos en términos de que eso será lo que mejor conviene para “el futuro” del niño. Más bien debe hacerlo en términos de cuál es la voluntad de Dios expresada en Su Palabra.
Al final de cuentas, mi esperanza es que cuando en un futuro cercano tome la decisión respecto a mis hijos, ya sea de educarlos en el hogar o de enviarlos a un sistema escolarizado, espero tomar esta decisión no basado en mis intereses y deseos personales, sean económicos, labores, o del “futuro” de mis hijos, sino porque la Palabra de Dios me lo permite y porque estoy respondiendo adecuadamente a lo que el Señor me demandará en aquel día final, en el que espero escuchar las palabras: “Bien has hecho, buen siervo fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. Esta es la razón por la cual he escrito esta entrada. No lo hice para convencer a nadie sobre la educación en el hogar. Más bien, lo hice para animar a todos a que busquen razonar bíblicamente y exponer sus ideas y pensamientos a la luz de la Escritura, para la sola gloria de Dios.
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