vida, sino también por el poder que ésta verdad tiene para revelar el pecado en el corazón del creyente y para contribuir en su proceso de santificación. Tal vez no lo había usted pensado antes de esta manera (ciertamente yo tampoco lo había hecho), pero el trabajo es una de las dimensiones de nuestra vida en la que se pueden observar claramente cuáles son los ídolos de nuestro corazón. Con lo anterior, no me estoy refiriendo precisamente a la manera en que nos comportamos en nuestro centro de trabajo (como por ejemplo, la forma en que actuamos o respondemos cuando nos encontramos en medio de un conflicto laboral), aunque ciertamente está relacionado.
centrados en Dios. Nada más pregúntese: ¿Cuál es el verdadero motivo por el cual me levanto temprano cada día y voy a laborar a mi centro de trabajo? La respuesta no necesariamente es única, pueden haber varias razones por la cual una persona se dedica con mucho esfuerzo a su trabajo, y quizás ninguna de ellas sea mala en sí misma. Después de todo, ¿qué tiene de malo el querer sostener y proveer para nuestro hogar? El problema surge cuando en nuestro corazón éstas motivaciones sustituyen o desplazan a segundo término la razón principal por la cual tú y yo hemos sido creados: glorificar a Dios y gozar de Él para siempre. La doctrina de la vocación reclama para la sola gloria de Dios aquello que podemos estar haciendo por fines mucho menos sublimes y eternos y señala que la devoción y la dedicación del cristiano hacia Dios debe abarcar cada aspecto de su vida.
resto de la semana me despierto con tan sólo el deseo de alcanzar esa promoción, ese bono de fin de año, ese auto que deseo, esa casa con la que sueño, las comodidades que tanto me gustan y todos esos pequeños lujos que no me pudiera dar de alguna otra forma. O quizás simplemente lo hago para darle un techo decente y tres comidas al día a mi familia, pagar las deudas y no deberle nada a nadie, sin la mínima actitud de devoción al Señor.
Nuestro problema consiste en que, cuando nos conformamos con salir a trabajar por cualquier otra motivación que no sea adorar a Dios y glorificarle, estamos siendo idólatras y viviendo como paganos seis de los siete días de la semana (Mateo 6:32). Y precisamente la doctrina del trabajo y la vocación tiene el efecto de hacer salir a flote esa idolatría al dirigir nuestra atención a la verdad de que nuestra labor de 8 a 4 debe ser para la gloria de Dios. Así de importante es la doctrina del trabajo y la vocación. Resumiendo: la doctrina de la vocación nos ayuda a edificar una vida de devoción y adoración a Dios que no sólo se limita a las actividades realizadas dentro de los cuatro muros que constituyen el edificio donde se reúne la iglesia local. Si no estás seguro de saber qué es la doctrina del trabajo y la vocación, o quisieras aprender más sobre ella, recomiendo ampliamente la lectura del artículo Nuestro llamado y la gloria de Dios de Gene Edward Veith, que he traducido para el blog. También escribí hace poco una entrada titulada El servicio a Dios y la vida vocacional, que espero pueda ser de ayuda. Por último, recomendaría el artículo ¿Es el trabajo ministerial más sagrado que el trabajo secular? de Eduardo Saladín en Coalición por el Evangelio.
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