El hedonismo como sistema ético apareció por primera vez entre los pensadores griegos alrededor del Siglo V antes de Cristo. Fuertemente asociado con una concepción materialista del universo, el hedonismo supone que no hay una base ética o moral que trascienda más allá de lo que podemos percibir con nuestros sentidos. Para los hedonistas, no existe mayor bien que el placer sensorial e inmediato, así como lograr evitar el sufrimiento. Por lo tanto, si se quiere alcanzar la felicidad en esta vida; es necesario conducirse en ella con un solo criterio: procurar siempre el mayor placer posible. La Escritura nos presenta un panorama de las personas que han hecho de la búsqueda del placer su principal meta en la vida, de aquellos que como el Predicador se han dicho a sí mismos: “Ven ahora, te probaré con el placer; diviértete” (Eclesiastés 2:1). De manera interesante, el apóstol Pablo los describe como personas “cuyo Dios es su apetito” y que solamente “piensan sólo en las cosas terrenales” (Filipenses 3:19). El diagnóstico de Pablo que acabamos de leer resulta bastante revelador. Como se ilustra en la figura, el hedonismo involucra una vida inclinada hacia la búsqueda de lo material y un corazán postrado ante el placer físico. Como tal, constituye una forma de idolatría: una vida de rechazo al Dios vivo y verdadero para buscar satisfacerse con los bienes y placeres de este mundo. El hedonismo trata de obtener placer de una forma completamente ajena a Dios, de quien irónicamente; provienen todas las cosas Esta descripción del pensamiento hedonista se ajusta perfectamente a nuestra cultura occidental post-moderna. En su libro Huyendo de la razón, Francis Schaeffer predijo 50 años atrás cómo el proceso de declarar a la naturaleza autónoma sobre la gracia nos iría llevando como sociedad por una escalera descendente; que terminaría en la desesperanza de un mundo desprovisto de significado. En un universo carente de valor trascendente y de Dios, no es de extrañar que las personas hayan recurrido de nuevo a la búsqueda del placer como su única esperanza de imponer algún significado a su existencia. El estilo de vida hedonista tan evidente en nuestra cultura no es más que una consecuencia inevitable de la profunda desesperación que ha resultado del haberse sacudido de la concepción bíblica de la realidad. Tristemente, no podemos decir que la iglesia se ha visto inmune a esta influencia; a juzgar por el elevado número de adherentes al denominado “evangelio de la prosperidad” y por tantos cristianos entregados a un estilo de vida complaciente. La inclinación a una vida totalmente dedicada a la gratificación de los sentidos no es una tentación exclusiva para los incrédulos, sino también para los creyentes en Cristo. Especialmente en este siglo donde demasiados placeres y medios de gratificación están al alcance de la mano. Por ello, debemos prestar atención a las advertencias de la Palabra divina. La forma en que la Escritura nos despierta y rescata de la trampa mortal del hedonismo es mostrándonos que una vida invertida totalmente en lo material no es más que una empresa destinada al fracaso y a la falta de verdadera satisfacción. Nuevamente, acudimos al libro de Eclesiastés para escuchar al Predicador decir de sí mismo: “de todo cuanto mis ojos deseaban, nada les negué, ni privé a mi corazón de ningún placer” (Eclesiastés 2:10). Y sin embargo, ¿cuál fue la conclusión a la que él llegó? “He aquí, también esto era vanidad” (Eclesiastés 2:1). Un estilo de vida entregado solamente a la búsqueda del placer no es nada más que vanidad: algo vacío, sin substancia y efímero ¿Qué le ocurre a la persona que persigue el placer como su principal pasión en la vida? Muchos de nosotros conocemos bien la respuesta. Tenemos tantas oportunidades como Salomón las tuvo de complacernos en deseos egoístas y pecaminosos… Nada está fuera de nuestro alcance. Así que déjeme preguntarle: ¿Estamos realmente satisfechos, o aún seguimos queriendo más?... Exprima todo el placer que pueda de ésta vida, y aun así no habrá ganancia alguna de vivir debajo del sol. El placer, perseguido como un fin en sí mismo, no puede satisfacer nuestras almas. Philip G. Ryken. Why Everthing Matters. The Gospel in Ecclesiastes. En palabras del profeta Jeremías: buscar el placer apartado de Dios es como abandonar a la “fuente de aguas vivas” para solamente ir tras “cisternas agrietadas que no retienen el agua” (Jeremías 2:13). Apartados de Dios, no hay verdadera satisfacción para nuestra sed. Las buenas noticias del Evangelio son que Jesucristo vino a este mundo para darnos vida y vida en abundancia (Juan 10:10), independientemente de cuanto placer físico podamos o no experimentar. Desafortunadamente, en muchas ocasiones los cristianos hemos reaccionado a la idolatría hedonista con una respuesta que es menos que bíblica, e igual de peligrosa: la completa negación de este mundo y sus bondades. Por ello, el error del ascetismo será nuestro próximo objeto de estudio. En Cosmovisión / Santificación
0 Comentarios
Tu comentario se publicará una vez que se apruebe.
Deja una respuesta. |
Archivos del blogAgosto 2017 Julio 2017 Junio 2017 Abril 2017 Marzo 2017 Febrero 2017 Enero 2017 Diciembre 2016 Noviembre 2016 Octubre 2016 Septiembre 2016 Agosto 2016 Julio 2016 Junio 2016 Mayo 2016 Abril 2016 Marzo 2016 Febrero 2016 Enero 2016 Diciembre 2015 Noviembre 2015 Octubre 2015 Septiembre 2015 Agosto 2015 Julio 2015 Junio 2015 Mayo 2015 Abril 2015 Marzo 2015 Febrero 2015 Enero 2015 Diciembre 2014 Octubre 2014 Septiembre 2014 Agosto 2014 Julio 2014 Junio 2014 Mayo 2014 Abril 2014 Marzo 2014 Febrero 2014 Enero 2014 Diciembre 2013 Abril 2013 Enero 2013 Diciembre 2012 Marzo 2012 Mayo 2011 Febrero 2011 Enero 2011 Diciembre 2010 Noviembre 2010 Julio 2010 Junio 2010 Mayo 2010 Abril 2010 Marzo 2010 Febrero 2010 Enero 2010 Diciembre 2009 Noviembre 2009 Octubre 2009 Septiembre 2009
|
Fotos utilizadas con licencia Creative Commons de Neticola, Brett Jordan, Anna & Michal, chriswasabi, Ryk Neethling