20/11/2016 0 Comentarios El hombre piadoso ama la PalabraSermón de Thomas Whatson “¡Oh, cuánto amo yo tu Ley!” Salmo 119:97 El hombre piadoso ama la Palabra escritaCrisóstomo compara a la Escritura con un jardín lleno de flores y ornamentos. El hombre piadoso se deleita en caminar en este jardín de dulce solaz. Ama cada rama y cada parte de la Palabra: 1. Él ama la parte consejera de la Palabra, ya que es una dirección y regla de vida. La Palabra es el señalamiento que nos apunta hacia nuestro deber. Contiene en ella cosas que deben ser creídas y practicadas también. El hombre piadoso ama las instrucciones de la Palabra. 2. Él ama la parte amenazante de la Palabra. La Escritura es como el Jardín de Edén: así como contiene un árbol de vida, así también tiene una espada encendida a sus puertas. Ésta es la amenaza de la Palabra. Destella fuego en el rostro de cada persona que persevera obstinadamente en la impiedad. Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la testa cabelluda del que camina en sus pecados (Salmo 68:21). La Palabra no da indulgencia al mal. No permitirá a un hombre detenerse a medio camino entre Dios y el pecado. La verdadera madre no dejará que el niño sea dividido (1 Reyes 3:26), y Dios no dejará el corazón dividido. La Palabra truena amenazas en contra de la misma apariencia del mal. Es como el rollo volador lleno de maldiciones (Zacarías 5:1). El hombre piadoso ama las amenazas de la Palabra. Sabe que hay amor en cada advertencia. Dios no nos permitirá perecer; por lo que misericordiosamente nos amenaza, para alejarnos con temor del pecado. Las amenazas de Dios son como la boya, que señalan las rocas en el mar y advierte de muerte a aquellos que se acercan. La amenaza es una brida para contenernos, para que no corramos velozmente hacia el infierno. Hay misericordia en cada amenaza. 3. El ama la parte consoladora de la Palabra – las promesas. Va alimentándose de ellas así como Sansón fue por su camino comiendo del panal de miel (Jueces 14:8, 9). Las promesas son puro meollo y dulzura. Nos reaniman cuando desfallecemos; son los conductos del agua de vida. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma (Salmo 94:19). Las promesas eran el arpa de David que alejaba los pensamientos tristes; eran los pechos que le daban la leche del divino consuelo. El hombre piadoso muestra su amor a la Palabra escrita:a) Al leerla diligentemente. Los nobles de Berea escudriñaban “cada día las Escrituras” (Hechos 17:11). Apolos era “poderoso en las Escrituras” (Hechos 18:24). La Palabra es nuestra Carta Magna al cielo; debemos leerla diariamente. La Palabra muestra lo que es cierto y lo que es erróneo. Es el terreno donde está escondida la perla de gran precio. ¡Cómo debemos cavar en busca de esta perla! El corazón del hombre piadoso es la biblioteca que guarda la Palabra de Dios; mora en abundancia en él (Colosenses 3:16). Se dice de Melanchthon que cuando era joven, siempre llevaba la Biblia consigo y la leía vorazmente. La Palabra obra de dos maneras: nos enseña y nos juzga. Aquellos que no serán enseñados por la Palabra serán juzgados por ella. Oh, ¡familiaricémonos con la Escritura! ¿Qué sería si pasara lo que en tiempos de Diocleciano, que proclamó ordenando que la Biblia se quemara? ¿O cómo en los días de la Reina María, que ordenó la muerte de los que tuvieran una Biblia en inglés? Al conversar diligentemente con la Escritura, podemos llevar la Biblia en nuestras cabezas. (b) Meditando frecuentemente en ella. “Todo el día es ella mi meditación” (Salmo 119:97). El alma piadosa medita en la verdad y santidad de la Palabra. No tiene solamente unos cuantos pensamientos transitorios, sino que deja que su mente repose en la Escritura. Por la meditación, sorbe de esta dulce flor y rumia sobre las santas verdades en su mente. (c) Al deleitarse en ella. Es su recreación: Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón (Jeremías 15:16). Nunca hombre alguno ha tenido tanto deleite en un platillo como el profeta lo tuvo en la Palabra. Y en verdad, ¿que otra cosa puede escoger el santo sino tener gran placer en la Palabra? Todo lo que espera que tenga valor se contiene en ella. ¿No tiene el hijo placer en leer la voluntad y testamento de su padre, en el cual le declara la herencia que le ha otorgado? (d) Al guardarla: “En mi corazón he guardado tus dichos” (Salmo 119:11) – como uno que guarda un tesoro para que no sea robado. La Palabra es la joya, el corazón el gabinete donde debe ser encerrada. Muchos guardan la Palabra en su memoria, pero no en su corazón. ¿Y para que guardaría David la Palabra en su corazón? “Para no pecar contra ti” Así como un hombre llevaría consigo un antídoto al acercarse a un lugar infectado, de igual manera el hombre piadoso lleva la Palabra en su corazón como un antídoto espiritual para preservarlo de la infección del pecado. ¿Por qué tantos han sido envenenados con error, otros con vicio moral, si no es porque no guardaron la Palabra como santo antídoto en sus corazones? (e) Al defenderla. El hombre sabio no permitirá que se le quite su tierra sino que defenderá su propiedad. David miró a la Palabra como su heredad: "Por heredad he tomado tus testimonios para siempre, porque son el gozo de mi corazón" (Salmo 119:111). ¿Y cree usted que él permitirá que su heredad le sea arrebatada de sus manos? El hombre piadoso no solo contenderá por la Palabra sino que morirá por ella: "Vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios" (Apocalipsis 6:9). (f) Al preferirla por sobre las cosas mas preciosas: (1) Por sobre el alimento: "Guardé las palabras de su boca más que mi comida" (Job 23:12). (2) Por sobre las riquezas: "Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata" (Salmo 119:72). (3) Por sobre el honor terrenal. Memorable es la historia del Rey Eduardo VI. En el día de su coronación, cuando le presentaron tres espadas delante de él, significando que era monarca de tres reinos, el rey dijo: “Falta aun una Espada”. Al preguntársele cuál era, respondió: “La Santa Biblia, que es la espada del Espíritu y preferible sobre estos símbolos de realeza”. (g) Al hablar mucho sobre ella: "Hablará mi lengua tus dichos, porque todos tus mandamientos son justicia" (Salmo 119:172). Así como el hombre codicioso habla de su riqueza, así también el hombre piadoso habla de la Palabra. ¡Qué tesoro es, lleno de belleza y dulzura! Aquellos cuyas bocas el diablo ha amordazado, que nunca hablan de la Palabra de Dios, indican que nunca han cosechado ningún bien de ella. (h) Al ser conformados a ella. La Palabra es su brújula, por la cual dirige su vida, la balanza en la que pesa sus acciones. Sigue la Palabra en su caminar diario: “He guardado la fe” (2 Timoteo 4:7). San Pablo guardó la doctrina de la fe, y vivió la vida de fe. ¿Por qué el hombre piadoso ama la Palabra?Por las excelencias de la Palabra. 1. La Palabra escrita es la columna de fuego que nos guía. Nos señala qué rocas debemos evitar; es el mapa por el cual partimos hacia la Nueva Jerusalén. 2. La Palabra es un espejo espiritual a través del cual podemos ver nuestros propios corazones. El espejo de la naturaleza, que el pagano tiene, revela las manchas en sus vidas, pero este espejo revela las manchas en la imaginación; aquél espejo reveló las manchas de su injusticia, este espejo revela las manchas de nuestra justicia. Cuando la Palabra vino como un espejo, toda mi opinión de auto-justicia murió. 3. La Palabra de Dios es un consuelo soberano en la aflicción. Mientras seguimos esta nube, la roca nos sigue. "Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado" (Salmo 119:50). Cristo es la fuente de agua viva, la Palabra es el tubo por el cual el agua corre. ¿Qué nos puede reanimar en la hora de muerte sino la palabra de vida (Filipenses 2:16)? En: Escrituras.
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