¿Se ha preguntado alguna vez por qué existe el placer o cuál es su propósito? ¿Qué lugar debe ocupar el placer dentro de nuestra vida? ¿Es algo que debemos evitar, o existen formas legítimas y correctas de disfrutarlo? Ante una sociedad cada vez más enfocada en la acumulación de bienes materiales y en la gratificación de los sentidos, es imperativo que como creyentes en Cristo seamos capaces de dar una respuesta adecuada y bien articulada a cada una de estas preguntas. Sin embargo, como Iglesia hemos históricamente abordado este tema de una manera dubitativa y confusa. Hemos fallado en proporcionarle al mundo una perspectiva coherente y bíblica sobre el placer y su relación con la vida cristiana. Si no me cree, permítame ilustrar el punto por medio de una sencilla pregunta: En su opinión, ¿cuál de las dos debe ser considerada una actividad santa: el guardar un período de ayuno o el saborear un suculento y jugoso filete? En otras palabras, ¿cuándo se siente Dios más complacido conmigo? ¿Durante el tiempo en que decido voluntariamente abstenerme de los alimentos? ¿O en el instante en que me siento a la mesa dispuesto a disfrutar de ellos? ¿Qué resulta ser más “espiritual” en la vida cristiana? ¿Abstenerse de un placer o disfrutar de éste? Si su experiencia ha sido como la mía, seguro reconocerá que como iglesia tenemos problemas al tratar de dar una respuesta bíblica y consistente a estas cuestiones. La mayor parte del tiempo lo único que hemos hecho es mostrar cierto recelo hacia el mundo material y lo placentero. Hasta se pudiera decir que algunos cristianos se sienten culpables después de haber obtenido algún placer a través de los sentidos físicos. Solemos pensar de la manera en que el viejo anuncio de televisión solía decir: “es tan bueno que tiene que ser pecado.” Pero, ¿acaso no es correcto pensar de esa manera? Después de todo, el placer físico parece ser algo tan terrenal y mundano, totalmente ajeno a lo espiritual y celestial. ¿O no lo es? ¿Qué dicen las Escrituras divinamente inspiradas acerca del placer? ¿Es nuestro enemigo o nuestro aliado en la vida cristiana? ¿Es una tentación o es una bendición? ¿Puede ser el placer una ayuda para crecer en santidad, o es siempre un estorbo; una distracción en el progreso del cristiano? Estas son la clase de preguntas cuya respuesta bíblica me gustaría explorar con usted en esta nueva serie de entradas. Al terminar, espero con la ayuda de Dios haber reflejado (aunque sea en parte) cual es la enseñanza cristiana acerca del placer físico. Y que, como resultado; usted y yo podamos estar mejor equipados para disfrutar de la creación como Dios espera que lo hagamos: para Su gloria y para nuestro gozo. En las primeras entradas de esta serie analizaremos cuáles son las advertencias más claras que encontramos en la Palabra acerca del placer, y notaremos los principales peligros o extremos que debemos evitar en cuanto a este. Después, profundizaremos en la meta-narrativa bíblica y aprenderemos cómo la cosmovisión cristiana nos habilita para entender mejor y abordar adecuadamente el problema del placer. Comencemos entonces, hablando un poco acerca del hedonismo y del ascetismo... ¿Gusta acompañarme?
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