Hace aproximadamente un año -para ser más precisos el 13 de noviembre de 2013- el corporativo multinacional Sotheby’s (dedicado a la venta de joyería y arte fino) subastó en la ciudad de Ginebra lo que en su momento fue catalogada como “la joya más cara de la historia”. El diamante denominado “Pink Star” -una espectacular gema de color rosa de casi 60 quilates y aproximadamente 3 por 2 centímetros de dimensión- fue finalmente vendido en un precio cercano a los 61.5 millones de euros, es decir; ¡alrededor de los 83 millones de dólares! El comprador anónimo del “Pink Star” pagó un precio que superó ampliamente el valor de cualquier otra joya semejante vendida anteriormente por la firma, así como una cantidad superior también al de costosas piezas de arte como algunos cuadros de Rembrandt o de Rafael. Quiero que escuche nuevamente la cantidad y piense en ello detenidamente: ¡83 millones de dólares! Ni siquiera estoy seguro si yo estaría dispuesto a pagar arriba de 2 mil pesos por una pieza de joyería, sea de plata, oro, diamante o cualquier combinación de éstos. Por otro lado, dado que el comprador de tal joya permanece en el anonimato; no podemos saber el grado de esfuerzo que le requirió a tal persona pagar semejante suma de dinero. Si tuvo que vender todo lo que tenía o si le bastó meter la mano a su bolsillo para encontrar la cantidad que requería, no lo sé. Pero de una cosa sí estoy seguro: el comprador del “Pink Star” fue capaz de pagar esa enorme cantidad porque definitivamente ante sus ojos la joya tiene ese valor. El excelente valor de conocer a JesúsY es que me parece una verdad irrefutable -enseñada incluso por la misma Escritura- que nosotros los seres humanos somos capaces de entregarlo todo, incluyendo la vida misma por aquello o aquellos que consideramos dignos de tal precio, por lo que ante nuestros ojos tiene el valor suficiente. Esa es precisamente la intención del apóstol Pablo en el pasaje de la Escritura de Filipenses 3:1-11. En estos versículos, el apóstol quiere que nuestra visión esté enfocada en la gloria y el supremo valor de la persona de Cristo, por quien verdaderamente vale la pena “perderlo” todo con tal de ganarle a Él. En palabras del predicador Carlos Spurgeon, el apóstol Pablo en estos versículos: Habla de Cristo… como si sintiera que Él fuera el clímax de su deseo, la cumbre de su ambición. Si tan sólo pudiera tener a Cristo, él estaría perfectamente satisfecho –pero si no pudiera tenerle- sin importar que otra cosa pudiera poseer, permanecería aún sin bendición. En otras palabras, lo que Pablo hace en estos versículos es mostrar lo central del valor de Cristo para nuestras vidas. Pablo habla de regocijarse en Cristo, y gloriarse en Cristo, y conocer a Cristo, y ganar a Cristo, y ser encontrado en Cristo, y finalmente obtener el galardón de Cristo en el último día. Al meditar en estas frases, queda claro que el gozarse en Cristo no es una opción. Es un deber. Es algo que debemos perseguir. Por lo que me pregunto: ¿Es el gozarse en Cristo una realidad permanente en mi vida? ¿Acaso experimento en verdad esta clase de gozo en el Señor descrito por Pablo? Por otro lado, ¿cómo puedo dirigir o enfocar mi vida a perseguir y hallar este gozo? ¿Cómo se alcanza esta clase de gozo? Primero que nada, observo del texto que en nuestro corazón están presentes muchos obstáculos que nos alejan o nos desvían del gozo en Cristo. Estos obstáculos son todas aquellas cosas que hacemos o tenemos que valoramos más por encima de Cristo. Ésta es la actitud del corazón descrita como poner "la confianza en la carne". Lo opuesto a gloriarse en Cristo es entonces confiar en la carne. El apóstol Pablo enumera una larga lista de logros morales y religiosos. La vida de Pablo fue una de escrupulosa obediencia a la ley y a las tradiciones. Para el apóstol Pablo, poner su confianza en la carne involucraría gloriarse en su linaje judío, en un cumplimiento riguroso de la ley y en un celo religioso que lo impulsaba incluso a perseguir a los cristianos. Si Pablo confiara y recibiera su gozo de estas cosas, no podría confiar y gozar de Cristo. Me pregunto, ¿en qué logros y posesiones me estoy gloriando y poniendo mi confianza? ¿Es acaso en mis obras buenas? ¿Está en mis logros académicos o profesionales? ¿En alguna habilidad deportiva o manual? ¿En mi aparente gran religiosidad? ¿En mis posesiones? Nota, todas estas cosas se convierten en pobres sustitutos de Cristo cuando las atesoramos por encima de Él, cuando las consideramos como "ganancia". Pablo dice que antes de su conversión, todas estas cosas "eran para mi ganancia". Antes de conocer a Cristo, Pablo miraba todos sus logros, su religiosidad, su linaje y se gloriaba en ellos. Obtenía su gozo y su paz de todas estas cosas. ¿Cómo podemos empezar a perseguir, mucho menos hallar nuestro gozo en Cristo, si nuestro tesoro y nuestro deseo está en otras cosas que no son El? Lo que necesitamos es un cambio en nuestra escala de valores. Necesitamos un cambio de corazón. Necesitamos ver qué es lo que verdaderamente vale en el universo. Es la persona de Cristo. Es poder conocer a Cristo como Señor y Salvador (v.8). Es ser hallados justos en Él (v. 9). Es conocer el poder de Su resurrección (v. 10). Es incluso participar de sus padecimientos (v. 10). Todas las obras o posesiones que podamos acumular no tienen comparación con Cristo. El "valor de conocer a Cristo" simplemente es "incomparable". Creo que en la medida en que empecemos a entender esto y actuar conforme a ello, empezaremos a abandonar nuestra confianza en la carne y en todas estas cosas. Las veremos por lo que verdaderamente son: "pérdida", no ganancia. Son "basura" (v. 8). Literalmente, en el lenguaje original, son estiércol. Son algo que nos debería causar repulsión o aversión, cuando las comparemos con Cristo. Hazte un solo propósito de año nuevo: gozarte en Cristo. Que tu meta el año que acaba de iniciar sea incrementar tu gozo y satisfacción en Cristo. Me pregunto: ¿Qué compromisos tendrás que adquirir? ¿Qué cosas tendrás que abandonar? ¿Qué estas dispuesto a hacer en este nuevo año para tener más de Cristo?
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