A lo largo de ya varios años como miembro de una iglesia local, he tenido la oportunidad de participar en varios grupos de trabajo o de toma de decisiones respecto a algún ministerio o evento dentro de la iglesia. He estado presente en un buen número de reuniones de colaboración y para la toma de decisiones. En general, puedo decir que la mayoría de las juntas a las que he asistido han sido una experiencia agradable e incluso algunas veces edificantes. Sin embargo, en algunas ocasiones me he visto involucrado en reuniones en las que han existido maneras diferentes -algunas veces diametralmente opuestas- de pensar respecto a un asunto. Me refiero a ese tipo de reuniones "difíciles" en las que por momentos pareciera que nunca se llegaría a un acuerdo que permitiera continuar. Después de ya varias experiencias y de reflexionar un poco al respecto, me he formado la opinión de que muchos creyentes en realidad no saben exactamente que pensar sobre ese tipo de reuniones y cómo actuar en momentos como ese. En realidad me parece que es una idea común entre los cristianos que cualquier diferencia de opinión, ya sea entre un par de hermanos o dentro de un grupo de trabajo (como la junta de ancianos por ejemplo); señala hacia una falta de espiritualidad o defecto de carácter en las personas involucradas. Incluso he podido notar que hay quienes se sienten incómodos cuando en una junta hay debate, discusión de ideas o diferencias de opinión sobre cómo se debe proceder en cierto asunto. Actúan como si el hecho de estar en desacuerdo por sí mismo fuera una cuestión pecaminosa. En cierta manera, entendemos que haya personas que piensen así porque después de todo, es lo que nuestra cultura evangélica nos ha heredado. Dentro del evangelicalismo existen muchas frases "cliché" -tomadas de la Biblia, por supuesto- que se utilizan y repiten como mantras espirituales pero que pocas veces se utilizan con verdadera sabiduría bíblica. Por ejemplo, una frase bíblica que comúnmente se cita en los momentos de aparente desunión es que todos debemos de “ser de un mismo sentir”. ¿No es cierto? La idea implícita detrás de tal afirmación es que las personas que piensan de manera opuesta a los demás están atentando en contra de la unidad del cuerpo y contribuyendo a la desunión. En fin, que están actuando de una manera “menos espiritual” que los demás. Desafortunadamente, creo que el pensar de esta manera no sólo es equivocada, sino que también puede robarnos de excelentes oportunidades para manejar bíblicamente situaciones como ésta y de paso aprender de la experiencia. ¿Qué significa "ser de un mismo sentir"?Habiendo dicho lo anterior, planteo la siguiente pregunta: ¿Es correcto suponer que esta exhortación de la Escritura -de ser de un mismo sentir- en realidad implica que todos los desacuerdos son absolutamente pecaminosos y que además son una señal de poca madurez o falta de espiritualidad? Para analizar el asunto, quisiera que pudiéramos revisar un pasaje bíblico muy interesante que se encuentra en el libro de Hechos: Después de algunos días Pablo dijo a Bernabé: Volvamos y visitemos a los hermanos en todas las ciudades donde hemos proclamado la palabra del Señor, para ver cómo están. Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos, pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había desertado en Panfilia y no los había acompañado en la obra. Se produjo un desacuerdo tan grande que se separaron el uno del otro, y Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre. Mas Pablo escogió a Silas y partió, siendo encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. Y viajaba por Siria y Cilicia confirmando a las iglesias. (Hechos 15:36-41) En este pasaje podemos observar que ocurre una diferencia de opinión entre Pablo y Bernabé. De manera simple, Bernabé quería llevar consigo a Marcos en su próximo viaje misionero. Pablo sencillamente se oponía a la idea. Para Pablo, Marcos no era de confiar, habiéndolos ya abandonado en una ocasión en medio de la obra. Como dice el pasaje, el desacuerdo fue "tan grande" que al final Pablo y Bernabé tuvieron que tomar caminos diferentes. Si bien el texto bíblico no dice nada al respecto ni emite un juicio, creo que es posible plantearnos la siguiente pregunta: ¿Alguno de los dos, Pablo o Bernabé, estaba en un error? La posición de alguno de ellos, ¿estaba equivoda? Al menos que querramos caer en un pensamiento posmoderno, debemos creer que sólo uno de los dos tenía la razón en cuanto a Marcos. El otro estaba equivocado. ¿Quién de los dos era? Si me lo preguntas, creo que Bernabé estaba en lo correcto y Pablo en un error. Me parece que no sólo el tiempo sino que también el mismo Pablo le dio después la razón a Bernabé. Marcos, por la gracia de Dios se mantuvo fiel en la obra, y también el mismo Pablo más adelante expresó de él que le era "útil para el ministerio" (2 Tim. 4:11). Ahora bien, si la opinión de Pablo sobre el asunto era incorrecta y estaba en un error, ¿esto significa que Pablo pecaba al diferir con Bernabé? No necesariamente. Nuevamente, el texto no nos dice nada específico respecto a lo que había en el corazón de Pablo, pero muy probablemente las motivaciones de Pablo para rechazar a Marcos eran legítimas. Después de todo, Marcos ya los había dejado mal en una ocasión y al apóstol Pablo evidentemente le preocupaba la "obra" misionera. Después de todo, ¿qué clase de efectos podría tener en los hermanos a quienes Pablo y Bernabé quería "confirmar", si estos veían a un hermano abandonar la obra por motivaciones incorrectas? ¿Qué clase de desánimo podía ocasionar en los nuevos creyentes? Con todo esto, lo que quiero decir es que el apóstol Pablo muy probablemente no tenía motivos pecaminosos al diferir con Bernabé ni su diferencia era una muestra de falta de espiritualidad. Pablo simplemente estaba actuando en base a lo que conocía de Marcos e interesado en el bien de la obra. En ese sentido, Pablo actuó con integridad respecto a sus creencias y con fidelidad al Señor, protegiendo futuro trabajo misionero. Lo que muy probablemente era también lo que Bernabé estaba haciendo. Diferencia de opinión, el mismo sentirEstoy convencido de que situaciones como ésta acontecidas en la iglesia primitiva quedaron registradas en la Escritura para nuestra instrucción. Creo que están en la Biblia para enseñarnos que los desacuerdos dentro de la iglesia son inevitables en este mundo caído. Después de todo, uno de los efectos de la caída es que ninguno de nosotros tiene un perfecto entendimiento en todos los asuntos. Otro efecto colateral de nuestra humanidad caída es que nuestras opiniones siempre serán una mezcla de buenas y (en mayor o menor grado) malas intenciones. Nunca debemos olvidar que aún en nuestros mejores momentos; estamos manchados por el pecado. Por otro lado, para mí resulta muy curioso que el autor que más veces escribió en la Biblia la frase “ser de un mismo sentir” es uno de los protagonistas de este momento incómodo de conflicto entre personas. Este hecho me hace pensar que sea lo que sea lo que el apóstol Pablo quiso decir con “ser de un mismo sentir”; no necesariamente quiere decir: "que no haya desacuerdos entre ustedes, pues eso es poco espiritual”. Es muy probable que en una junta de ancianos o grupo de trabajo (con hombres falibles y en proceso de santificación) haya momentos en los que se requiera tomar una decisión y que existe falta de consenso. En estas ocasiones, bien vale la pena preguntarse mutuamente: o ¿Deseas tú que Dios sea glorificado en esto? o ¿Amas tú a la iglesia? o ¿Es tu deseo la madurez y crecimiento del pueblo de Dios? Si nuestra respuesta a cada una de estas preguntas es afirmativa, entonces ¡somos de un mismo sentir!... aun cuando nos cueste trabajo ponernos de acuerdo en lo que consideramos qué es lo que va a glorificar a Dios y traerá crecimiento a la iglesia.
hermanos también tienen el mismo objetivo en común que nosotros. Por lo tanto podemos ser humildes, compasivos y respetuosos en nuestro intercambio de ideas y discusión. Estoy convencido de que esto es parte de lo que significa “ser de un mismo sentir”. El siguiente texto parece confirmar esta idea: Haced completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. (Filipenses 2:2) En la cita anterior el apóstol Pablo enlaza el “ser de un mismo sentir” con estar “dedicados a un mismo propósito” o meta. Otros textos relacionan el ser de un mismo sentir con la humildad, la compasión y la misericordia en nuestra relación con los demás: Tened el mismo sentir unos con otros; no seáis altivos en vuestro pensar, sino condescendiendo con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. (Romanos 12:16) Me parece que en ninguno de estos textos ser de un mismo sentir está relacionado necesariamente con la idea de estar siempre de acuerdo, sino más bien con la forma en que pensamos de nosotros mismos, en cómo tratamos a los demás y con tener el propósito en común. En otras palabras, estoy convencido que ser de un mismo sentir no significa tener que renunciar a nuestras convicciones delante de los demás (si creemos que éstas son bíblicas y para la gloria de Dios) sólo por el hecho de guardar una “paz” o “unidad” aparentes, o con tal de no “ofender” a los hermanos. Más bien, creo que ser de un mismo sentir significa que todos trabajaremos y nos esforzaremos de madera humilde y piadosa para llegar a acuerdos de lo que creemos que es lo mejor para la iglesia y que finalmente redundará en mayor gloria a Dios.
Dios en esos momentos guiándonos en un proceso de maduración y santificación que terminará poniendo en nosotros “un mismo sentir”.
Por último, si en verdad hemos entendido la doctrina de la santificación, entonces comprenderemos que ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección en lo que respecta a expresar nuestras opiniones de una manera piadosa. Si tenemos esto en mente podremos actuar con misericordia y perdón con aquellos que no saben expresar piadosamente sus ideas, extendiendo a otros la gracia que Dios nos ha dado.
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2. ¿Cuál es la forma de gobierno bíblica?Si la forma en que la Iglesia de Cristo se gobierna es un factor que contribuye a la salud y pureza espiritual de ésta, si éste gobierno debe ser tal y como está plasmado en la Escritura, de manera que la gloria de la autoridad y el poder de Cristo se manifieste en lo que le ha conferido a la Iglesia; entonces debemos comprender que dar respuesta a esta pregunta en ninguna manera es un asunto secundario. Es algo de primera importancia doctrinal y práctica. El objetivo de esta sección es responder a las preguntas: “¿Cuál es el entendimiento bíblico de la manera en que Cristo desea que Su pueblo funcione como un organismo?” y “¿Cómo gobierna Jesucristo, la suprema autoridad, los asuntos diarios de Su cuerpo?” De nueva cuenta, la Confesión de Fe de Westminster afirma: “El Señor Jesús como Rey y Cabeza de su iglesia, ha designado en ella un gobierno dirigido por oficiales de la iglesia”. [1]. ¿Quiénes son estos “oficiales” de la iglesia? ¿Cuál es su labor? ¿Cómo se relacionan con los demás miembros de la iglesia local? ¿Cuál es su relación con el ministro de la Palabra (también conocido como “pastor”)? ¿Cómo son designados? ¿Cómo funciona esto en el plano de una denominación? Por el momento, dejaremos pendientes las primeras preguntas de arriba; para tratar de entender cómo responder a la última de ellas. Creo que antes de entender la forma de gobierno en una iglesia local, deberíamos tener una comprensión de la forma en que el gobierno funciona en la dimensión de las relaciones de cada iglesia local con las demás. Éste es uno de los aspectos (entre otros igual de destacables) que distinguen a una denominación cristiana de otra y que, de igual manera, ayudan a definir la salud espiritual de la iglesia. A través de la historia de la iglesia, se han desarrollado tres patrones básicos de gobierno [4]: a. Episcopal o forma de gobierno por prelacía. b. Congregacional o forma de gobierno independiente. c. Presbiteriano o forma de gobierno reformado. A continuación trataremos algunos aspectos básicos de estas tres formas de gobierno. Es importante aclarar que no pretendo dar un análisis detallado de los textos bíblicos y argumentos utilizados para defender o rechazar alguna de estas formas de gobierno. Simplemente pretendo hacer una breve y básica descripción de qué se trata cada una de ellas y mencionar algunas de las implicaciones que éstas pueden tener para la vida práctica del gobierno de la iglesia local. Sin embargo, a lo largo de la sección comentaré algunas de mis impresiones e inclinación personal por alguna de ellas. Gobierno EpiscopalEs el gobierno de la iglesia por un sistema monárquico y jerárquico de obispos. En esta expresión, un hombre gobierna a aquellos que se encuentran en un nivel de autoridad debajo de él. Además, esta persona no requiere ser elegida como líder, sino que es designada por una agencia superior en la jerarquía. En esta forma de gobierno, la autoridad descansa en el ministro con la posición más alta (llámese papa o arzobispo), la cual se comunica a sus subordinados y se extiende sobre todas las congregaciones. Algunos ejemplos de tradiciones con gobierno episcopal son:
Vale la pena resaltar que esta forma de gobierno es y ha sido sostenida incluso por personas y denominaciones con un entendimiento bíblico de la salvación (i.e. doctrinas de la gracia). John Charles Ryle (1816 – 1900), quien fuera Obispo Anglicano de la ciudad de Liverpool, y uno de los predicadores evangélicos más queridos es un ejemplo de ello. A continuación mencionamos algunas implicaciones de la forma episcopal de gobierno eclesiástico. Estas son algunas consecuencias de cuando la autoridad y el gobierno en la iglesia siguen un orden jerárquico:
En mi impresión, esta forma de gobierno tiene un pobre fundamento en la Escritura y está basado más en cuestiones históricas que bíblicas. Gobierno CongregacionalEsta es la forma de gobierno que descansa en la independencia y autonomía de cada iglesia local. En esta concepción, ninguna congregación local está sujeta a jurisdicción externa. Sin embargo, las iglesias congregacionales se suelen involucrar de manera voluntaria en convenciones que no tienen autoridad sobre los asuntos internos de las iglesias individuales. Ejemplos de tradiciones con forma de gobierno congregacional son:
La siguiente cita encontrada en el sitio de la Convención Bautista del Sur (una de las denominaciones más grandes de los EUA) captura muy bien el espíritu del congregacionalismo: “Los Bautistas del Sur… sostienen con firmeza el principio de la autonomía y auto-gobierno de la iglesia. La Convención Bautista del Sur no ordena ministros, asigna personal a las iglesias, recauda contribuciones para causas denominacionales, dicta literatura y calendario o asigna personas a iglesias según su lugar de residencia. Estos son asuntos de la iglesia local” [5] Es importante mencionar que aún dentro de los congregacionalistas hay diferentes opiniones acerca de la forma en que cada iglesia local se debe “auto-gobernar”. Para mantener este estudio simple, agruparé estas opiniones en dos principales vertientes: Una es la forma que he decidido llamarle “congregacionalismo puro” y la segunda es el congregacionalismo en el que cada iglesia local se gobierna por medio de una pluralidad de ancianos. La tabla 1 resume y compara los aspectos principales de cada una de estas dos formas de congregacionalismo. Mark Dever, pastor de la iglesia bautista Capitol Hill en Washington D.C., y autor del libro “Nueve Marcas de una Iglesia Saludable”, es un ejemplo de aquellos que sostienen la forma “pura” del congregacionalismo. A continuación, una muestra de su postura (los énfasis son originales del documento): “¿Cuál es, entonces, la responsabilidad de los ancianos en el contexto del congregacionalismo? Es importante distinguir el liderazgo de ancianos dentro de un contexto congregacional de un gobierno de ancianos que no reconoce el rol bíblico de la congregación. Un congregacionalismo bíblico liderado por ancianos es distinto del presbiterianismo porque no apela afuera de la congregación a otro apoyo final en contra del pecado y el error, y es distinto del tipo de gobierno de ancianos practicado en muchas iglesias bíblicas independientes porque reconoce que la responsabilidad final en verdad descansa sobre la congregación”. [6] Por su parte, la iglesia Grace Community Church en California (de la cual John MacArthur es pastor-maestro) es proponente del gobierno de la iglesia local que mantiene su independencia y auto-gobierno expresado en la autoridad de una pluralidad de ancianos. Es importante aclarar que tanto la iglesia Grace Community Church como el pastor John MacArthur muy probablemente no se identifiquen a sí mismos como “congregacionalistas”. En ningún lugar he encontrado que utilicen ese término para referirse a sí mismos. Sin embargo, como se verá de la cita que incluyo, estos hermanos sostienen claramente el espíritu del congregacionalismo acerca de la independencia y auto-gobierno de la iglesia local mientras a su vez afirman que en el gobierno de cada congregación (la autoridad) no radica en los miembros de ésta, sino en un grupo de líderes denominados ancianos. A continuación presento una cita tomada del sitio Web de esta congregación (los énfasis son míos): “Los oficiales bíblicamente designados sirviendo bajo Cristo y sobre la asamblea son los ancianos (también llamados obispos, pastores y pastores-maestros; Hch. 20:28; Ef. 4:11) y diáconos, los cuales deben cumplir los requisitos bíblicos (1 Tim. 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 P. 5:1-5). Enseñamos que estos líderes dirigen o gobiernan como siervos de Cristo (1 Tim. 5:17-22) y tienen Su autoridad para dirigir la iglesia. La congregación debe someterse a su liderazgo (Heb. 13:7; 17). Tabla 1 A continuación comento algunas de las implicaciones que puedo ver de esta forma de gobierno. Las congregaciones locales, al ser independientes:
Referencias [4] Greg L. Bahnsen. Church Government Briefly Considered. Encontrado en http://opc.org/ (1995).
[5] Southern Baptist Convention. Why a Denomination? [6] Mark Dever. By Whose Authority? Elders in Baptist Life. Editado por 9Marks Ministries (2006). [7] Grace Community Church. Distintivos: Lo que enseñamos. IntroducciónEn esta nueva serie de entradas me gustaría poder hacer un breve estudio sobre la forma de gobierno bíblico dentro de la iglesia cristiana. Para ello, comenzaré mencionando la doctrina de la persona de Cristo como la Cabeza de Su cuerpo que es la Iglesia. Luego, haré una rápida revisión de las principales formas de gobierno eclesiástico que históricamente se han dado en diferentes tradiciones del cristianismo. Cada una de ellas es brevemente revisada y se analizan algunas de las implicaciones que tienen para la vida y funcionamiento de una iglesia local. Uno de los objetivos que persigo es demostrar que las formas de gobierno eclesiástico con mayor fundamento bíblico son aquellas que consideran que el gobierno de la iglesia local debe llevarse a cabo por medio de una pluralidad de varones llamados “ancianos”, quienes son elegidos y capacitados por Dios para ejercer el liderazgo y la dirección de una congregación. El estudio terminará haciendo una revisión de la enseñanza bíblica acerca del oficio del anciano y cuáles son sus principales funciones. De entre las referencias utilizadas para redactar esta serie se recogen algunas ideas prácticas, sugerencias y experiencia de cómo se vive el liderazgo de una iglesia local gobernada por una pluralidad de ancianos. ¡Espero que esta serie llegue a ser de bendición! 1. Jesucristo es la Cabeza de la IglesiaTodo estudio que trate acerca del gobierno y/o liderazgo dentro de la Iglesia debe comenzar reconociendo la persona a quién le pertenece la suprema autoridad. La Escritura claramente enseña que:
Esta verdad ha sido reconocida y enseñada por las diversas confesiones cristianas. Por ejemplo, la Confesión de Fe de Westminster afirma: “La iglesia… que es invisible, se compone del número completo de los elegidos que han sido, son o serán reunidos en uno, bajo Cristo la cabeza de ella.” [1] Pero, ¿qué significa afirmar que Cristo es la cabeza de la iglesia? En cada uno de los tres versículos citados arriba se utiliza la palabra griega κεφαλή (kefalé), la cual en la Escritura puede tener dos significados. Primero, esta palabra tiene un significado natural: se refiere a la cabeza física, tanto de hombres como de animales (cf. Rom. 12:20). Por otro lado, en algunas ocasiones, κεφαλή conlleva un significado metafórico o simbólico, referiéndose en ese caso a alguien supremo, principal o prominente. Cuando κεφαλή es referido a personas, esto implica la idea de amo, señor o gobernante (compare, por ejemplo, el uso simbólico que se le da a la palabra en las visiones de Apocalipsis 13:1, 3; 17:3, 7, 9 para referirse a poderes o gobiernos). A este respecto, Louis Berkhof, en su Manual de Doctrina Reformada, comenta: “Él es la cabeza en un sentido orgánico. La iglesia es el cuerpo con el cual Cristo mantiene una relación vital y orgánica, al cual llena con su vida y controla por medio de su Espíritu... Él también es cabeza… cuando consideramos que es su rey, que tiene autoridad y la gobierna.” [2] Notemos que Berkhof explica el significado de la doctrina de Cristo como la cabeza de la Iglesia en dos sentidos: 1) La iglesia está unida a Cristo de una manera vital. La iglesia está viva porque Cristo le da vida. Esto es lo que se conoce como la unión mística de Cristo con la iglesia. 2) Cristo es el Señor de la Iglesia, la cual gobierna de manera soberana. Cristo es la fuente de autoridad y poder para la Iglesia. Las implicaciones de esta doctrina son inmediatas. Todo lo que la iglesia hace es debido a que ha recibido de Cristo la autoridad y el poder para hacerlo. La iglesia tiene la autoridad de predicar el evangelio y expandir el Reino de Dios porque Cristo le ha impartido esa autoridad. La iglesia tiene el poder de transformar el mundo porque Cristo le confiere ese poder en Su Espíritu. Nunca debemos olvidar que cada cosa que podamos hacer como parte de una iglesia local (llámese servicios de adoración, predicar, evangelizar, arreglar un jardín, impartir una clase, arreglar el motor de un auto, edificar una casa, educar a nuestros hijos) lo debemos hacer como un ejercicio de la vida, autoridad y poder que Cristo le ha dado a la Iglesia. Ahora bien, si Cristo es la cabeza de la iglesia, lo que significa que Él la sustenta y la gobierna; podemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿Cómo gobierna Cristo a su Iglesia? Nuevamente, nos apoyamos en Berkhof para responder esta pregunta: “Cristo no gobierna a la iglesia por la fuerza sino por medio de su Espíritu y la Palabra de Dios, los cuales constituyen la norma de autoridad. Todos los creyentes están incondicionalmente obligados a obedecer la palabra del rey. Así como Cristo es el único rey de la iglesia, también su palabra es la única palabra que es ley en un sentido absoluto, y que debe ser obedecida por todos… Todos aquellos que gobiernan en la iglesia están revestidos de la autoridad de Cristo y deben someterse al control de su Palabra.” [2] Esta verdad es fundamental para una vida espiritual saludable de toda iglesia local. Todos aquellos en una posición de liderazgo deben preguntarse: “¿Son nuestras actuales estructuras y nuestras prácticas las que Cristo ha establecido para el gobierno de Su Iglesia por medio de Su Palabra?” No solo eso, sino que: “¿Estas prácticas permiten a Cristo dirigir y nutrir a la iglesia?” La idea implícita detrás de estas preguntas que planteo, es que la organización, estructura y gobierno de una iglesia podrían, más que ayudar; estar estorbando que el cuerpo siga a Cristo y crezca en Él en la manera más adecuada. Esta idea está presente en el concepto de la “pureza” de una iglesia local discutido en la Confesión de Fe de Westminster. Por otro lado, lo anterior también significa que la sumisión última que todo congregante le debe es a Cristo y Su Palabra, no a sus líderes o pastores. Cristo es la suprema autoridad para el creyente, y la Escritura expresa y enseña Su voluntad para la vida de la Iglesia. Otra implicación de esta doctrina es que el hecho de gobernar una congregación no significa el poder imponer proyectos por la fuerza, sino que involucra sobre todas las coas un ministerio de enseñanza y convencimiento por la Palabra, con toda humildad, paciencia, oración y en el poder del Espíritu:
También podemos obtener una aplicación de esta doctrina sobre la forma en que los varones gobernamos y lideramos nuestros hogares. ¿Se puede decir de nosotros, que nuestro “liderazgo” se caracteriza más bien por frases como: “porque lo digo yo”? ¿Educamos y dirigimos a nuestros hijos a base de amenazas, castigos o gritos? ¿O los dirigimos por medio de la enseñanza de la Biblia, mostrándoles que la autoridad de padre y de esposo es una autoridad sometida al liderazgo de Cristo? Referencias [1] Iglesia Nacional Presbiteriana de México. Confesión de Fe de Westminster. Publicaciones el Faro (1986).
[2] Louis Berkhof. Manual de Doctrina Reformada. Libros Desafío (2001). |
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