24/6/2014 0 Comentarios Cristo es nuestro todo
no se le ve más, sino en Cristo. La justicia de Dios en Cristo no solamente nos es imputada, sino que nos pertenece, porque Cristo es nuestro.
C. H. Spurgeon (1834 - 1892)
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Esta murmuración puede hacer referencia a las condiciones del lugar donde vivimos, las presiones constantes de un empleo exigente y (a nuestro parecer) mal pagado, la iglesia en la que nos congregamos, nuestra familia, nuestro vecindario, nuestra ciudad, nuestra salud… En fin, la lista de posibles ejemplos es interminable. Lo que hace particularmente grave al pecado de murmuración es el hecho de que al quejarnos de nuestra situación, en realidad estamos alzando el puño en contra de la buena voluntad del Dios soberano, quien en Su providencia ha querido llevarnos y mantenernos a dónde sea que al presente momento estemos. Así como los israelitas, que al quejarse de sus líderes Moisés y Aarón en realidad se estaban quejando del Señor, de la misma manera nosotros podemos estar expresando un corazón descontento por la voluntad de Dios al quejarnos por algo que el Señor ha permitido en nuestra vida. En esta ocasión quisiera poder meditar en lo que es una forma más sutil y engañosa en la que también podemos estar pecando contra Dios en relación con nuestras circunstancias: la preocupación. “Un momento”, podrías estar pensando. “¿En realidad quieres decir que la preocupación es un pecado?” Sí, así es. Eso es lo que estoy queriendo comunicar. Ponte en sus zapatos... ¿Estarías preocupado?Antes de explicar cómo es que la preocupación puede ser una forma sutil de pecado, quiero que imagines conmigo y por un momento nos pongamos en los zapatos (o sandalias) del pueblo de Israel. Como israelita, acabas de atestiguar los grandes portentos de salvación que el Señor ha realizado en favor de Su pueblo (Éxodo 7 al 15). Presenciaste cómo plaga tras plaga arremetía contra el país de Egipto y sus habitantes pero de manera milagrosa no tocaba a los israelitas. Tus propios ojos vieron cómo el mar se abrió en dos para permitirte pasar por tierra firme. Miraste las aguas cubrir al ejército de faraón y viste los cuerpos sin vida de los soldados egipcios flotar en el agua y arribar a la orilla del mar (Éxodo 14:30). Celebraste. Cantaste. Danzaste (Éxodo 15:1-21). Pero de eso ya hace tres días. Por tres días consecutivos has caminado por el desierto. Has tenido sed y has tomado algo de agua de tus provisiones. Al primer día parecía no haber problema. Había agua suficiente para todos. Al segundo día te es evidente que tendrás que racionar un poco el agua que tú y tu familia beben, para no acabarla rápidamente. Al tercer día el calor se hace más intenso y el agua más escasa. Tu hijo se acerca y con el rostro cansado y quizás rojo por el sol te dice: “papá, tengo sed”. “Hijo, hace tan sólo una hora te permití beber agua”. Le respondes. “¡Pero papá, otra vez tengo sed!” le oyes decir con una voz a punto de quebrarse por el llanto. “¿Qué se supone que estamos haciendo?” te pregunta tu esposa. “Hace tres días de camino y no hayamos agua”, añade. “Ciertamente, esto no es lo que esperaba” le respondes. Déjame preguntarte: ¿En una situación como esa, estarías o no preocupado? Te aseguro que yo sí. Para empeorar la situación, por un momento parece que el alivio ha llegado pues a la distancia se puede percibir un lugar donde se acumula el agua. La gente a tu alrededor parece cambiar su rostro cansado por uno esperanzado. Las sonrisas empiezan a aparecer por donde quiera que volteas a ver. La gente empieza a bromear, a palmearse la espalda y animarse el uno al otro. “¿Ves?” le dices a tu esposa, “te dije que Moisés y Aarón sabían lo que hacían. Ya no te preocupes.” Sin embargo, una vez que arribas al lugar donde están las aguas, te agachas para probar el agua y no puedes evitar escupirla por el desagradable sabor amargo que tiene. Justo cuando tu hijo está por tomar grandes cantidades de agua extiendes el brazo para detenerlo. Él te voltea a ver sin entender qué es lo que sucede y dice: “Pero padre, tengo mucha sed y estoy cansado”. Te viras a tu esposa y le dices: “Están amargas”. Ahora eres tú el que ahora tiene la voz entrecortada. De repente, ya no son solo ellos, sino todos nosotros...Hazte la pregunta: ¿Qué es lo que tú crees que harías en ese momento? ¿Quizás te inclinarías sobre tu rostro a clamar en oración por ayuda al Dios vivo y verdadero, cuyo poder hace tres días presenciaste con absoluta claridad y del cual estás convencido que actuará en tu favor? ¿O empezarías a murmurar como lo hicieron los israelitas? (Éxodo 15:24). Comúnmente cuando leemos pasajes de la Biblia como estos, meneamos la cabeza y nos preguntamos: "¿Cómo podían estas personas ser tan incrédulas?" Pensamos que, a diferencia de ellos; nosotros saldríamos de la prueba con la calificación de aprobados y con calificación de "sobresalientes". Sin embargo, el apóstol Pablo nos dice que historias como esta fueron escritas para nuestro provecho (1 Corintios 10:1-12), que están en la Escritura para señalar los errores y pecados que nosotros también pudiéramos cometer. Ciertamente, cuando nos involucramos un poco en la historia y nos ponemos en el lugar de ellos, nos damos cuenta que no somos para nada diferentes al pueblo de Israel de ese entonces. De repente los israelitas ya no es el pueblo quejumbroso y de corazón duro que es incapaz de confiar en Dios, del cual nos sentimos diferentes y mejores. Somos iguales a ellos. Podemos identificarnos con la lucha de su corazón, con el cansancio, con la sed, con el temor y la preocupación de no saber qué es lo que nos depara el mañana, sobre todo cuando el momento presente parece tan obscuro. Desde este punto de vista, no me sorprende que el pueblo de Israel haya murmurado contra Dios. Lo más probable es que es lo mismo que yo haría y casi cualquier persona sobre la tierra también. Pues así es la naturaleza humana caída. Con todo, quisiera que también pudieras darte cuenta que la murmuración sólo fue una manifestación externa de una condición en el corazón que quizás, de manera muy sutil pero constante, llevaba desarrollándose de manera interna: la preocupación. ¿A quién recurrimos en situaciones como esta?Si hay algo que la murmuración del pueblo de Israel nos indica es que ellos en sus circunstancias no recurrieron a Dios para que los rescate. Pero lo que estoy tratando de hacerte ver con la historia más personal de arriba es que muy probablemente la murmuración tan sólo fue la culminación de todo un proceso interno en el corazón, en el que la desconfianza en Dios tiene un papel principal. Así que, ¿cómo es que la preocupación es una forma muy sutil de pecado? Para entenderlo, me gustaría citarte al consejero bíblico Ed Welch*: La mayoría de nuestros temores están enlazados a nuestras dudas acerca de la generosidad de Dios... el verdadero problema detrás de la preocupación es uno de lealtades espirituales. En otras palabras, el hecho de que nos preocupemos por alguna circunstancia puede ser un factor revelador acerca de dónde está puesta en verdad nuestra confianza. Por ejemplo, si nos preocupa constantemente que podamos perder nuestro empleo, pudiera ser que nuestra sentido de seguridad esté puesto en nuestro trabajo, no en Dios. Si nos preocupa que el día de mañana podamos enfermar gravemente, cabe la posibilidad de que el bienestar físico, no el Señor, sea la fuente de nuestra felicidad. Dicho de otra forma*: ¿En quién estoy confiando? ¿Dónde está puesta mi fe? Esas son las preguntas que todos los que se preocupan deben de hacerse, sin embargo todos nosotros ya sabemos la respuesta. Nuestra confianza está dividida. No ponemos todos los huevos en una sola canasta - incluso la de Dios-porque eso es demasiado arriesgado. Nuestra confianza podría no verse recompensada de la manera que esperamos. Somos reacios a simplemente decirle a nuestro Padre: "Soy tuyo", y dejar de preocuparse ... El miedo y la preocupación revelan que nuestra fe es de hecho pequeña. La murmuración y la preocupación son de hecho dos caras de la misma moneda… Por un lado, la murmuración es la evidencia de un corazón que no está satisfecha con la voluntad de Dios tal como la experimenta en el presente. Por el otro lado, la preocupación y el temor es la evidencia de un corazón que no confía en la voluntad de Dios tal como la percibe para el futuro.
La solución a nuestro problema de desconfianza y preocupación está en Cristo. El Hijo de Dios en la cruz es la muestra más grande que nuestro verdadero problema -el pecado- ha sido resuelto de manera definitiva. No hay ninguna condenación para el que está en Cristo (Romanos 8:1). Ver al Hijo de Dios en la cruz nos recuerda que nuestro mayor enemigo -la muerte- ha sido derrotado (1 Corintios 15:55-57). El Hijo de Dios en la cruz nos recuerda que "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Romanos 8:32). Esforcémonos entonces cada día más para conocer al Padre por medio de Él. ¿Qué pensarías si alguien te dijera que durante siglos, los diferentes traductores de la Biblia -sin importar la versión o el idioma de traducción- consistentemente han ocultado una de las verdades más trascendentales para la vida cristiana? ¿El método de ocultamiento? Mediante la traducción sistemática de un término utilizando una palabra con significado similar, pero que no transmite el peso ni la relevancia que el vocablo original contiene. Hasta pareciera ser una conspiración para que nunca te enteres de la verdad.... ¡UN ENCUBRIMIENTO DE PROPORCIONES BÍBLICAS! Al menos, así es como la situación se nos presenta en la contraportada del libro Esclavo, una de las últimas obras del reconocido pastor y maestro John MacArthur, publicada por Grupo Nelson.
históricos que el fenómeno de la esclavitud produjo en numerosas naciones, donde tristemente dicha práctica ha dejado numerosas huellas en su cultura y sociedad. Sea por la razón que fuere lo cierto es que, como escribe MacArthur, "algo significativo se pierde en la traducción cuando doulos se interpreta como <<siervo>> en lugar de <<esclavo>>" (pg. 19). Cómo el mismo afirma más adelante en el libro: "nuestra esclavitud a Cristo tiene implicaciones radicales por cómo pensamos y vivimos... El entendimiento de esto cambia todo acerca de nosotros, comenzando por nuestras perspectivas y nuestras prioridades" (pg. 22 -énfasis añadido). Las "doctrinas de la gracia" desde una perspectiva diferenteA medida que uno avanza en la lectura, es posible darse cuenta de que lo que hace John MacArthur en su libro Esclavo, es en realidad una explicación y defensa bíblica de las llamadas doctrinas de la gracia, todo desde la perspectiva del significado bíblico de la palabra "esclavo". Es decir, partiendo del énfasis que la Biblia hace en llamar a los creyentes esclavos de Cristo. Es así como en en este libro es posible aprender del significado de las doctrinas bíblicas conocidas como la depravación total del hombre, elección incondicional, expiación limitada, gracia irresistible y perseverancia final de los santos. Todas estas doctrinas -en mayor o menor medida- son analizadas a lo largo de Esclavo. A lo largo de los diferentes capítulos del libro, MacArthur demuestra cómo la enseñanza de que el creyente "ha sido comprado por precio" por Dios -de que es un esclavo o propiedad suya- permea a lo largo de toda la Escritura, desde el Éxodo en el Antiguo Testamento, pasando por la enseñanza de Jesucristo mismo y finalmente repetida por los apóstoles en sus epístolas. Con ello, Macarthur afirma el sometimiento al Señorío de Cristo como uno de los componentes esenciales de la verdadera profesión cristiana (tema que es recurrente en todo lo que MacArthur escribe o predica): La sumisión al señoría de Cristo, una actitud del corazón que por sí misma se desarrola en obediencia a Él, es el marco que define a aquellos convertidos genuinamente. (Esclavo - pg. 49) Una de las grandes virtudes del pastor MacArthur -y que es evidente en este libro- es su habilidad para transportar al lector al mundo antiguo del Nuevo Testamento, haciéndonos en este caso entender el contexto histórico y cultural que en esa época rodeaba al significado de ser esclavo. Con este importante entendimiento histórico, MacArthur se permite exponer de manera extensa y clara el significado de los numerosos pasajes que ilustran y enseñan que somos esclavos y propiedad del Señor. La vida de los creyentes del pasado también ilustra la verdad de la EscrituraUno de los mejores aspectos de este libro, es la manera en que el pastor MacArthur utiliza los ejemplos de vida y el testimonio de varios creyentes del pasado, para ilustrarnos y hacernos entender mejor el significado de las doctrinas que nos presenta. Es así como leemos de Juan Hus para aprender de la doctrina bíblica de Cristo como cabeza de la Iglesia, de John Newton para conocer la esclavitud del incrédulo hacia el pecado y de la maravillosa libertad que Cristo trae al creyente, y de George Muller para comprender la doctrina de nuestra adopción en Cristo. Esta estrategia de MacArthur hace del libro una lectura más interesante, provee de ánimo y aliento para el que lo lee, y proporciona una mejor experiencia de aprendizaje. No creo exagerar en decir que tan sólo la lectura de estas porciones hacen que el libro valga la pena el tiempo y esfuerzo de leerlo. Palabras finalesEsclavo de John MacArthur es un buen libro que vale la pena leer, tanto para todo aquel que quiere aprender por primera vez o profundizar su comprensión de las doctrinas de la gracia. De la misma manera, resulta una lectura que guía a la reflexión sobre nuestra presente manera de vivir. ¿Estamos viviendo realmente como esclavos de Jesucristo, siendo sus intereses, su nombre, su obra, sus propósitos nuestros única razón de vida? ¿O nos estamos permitiendo vivir como el siervo (en realidad esclavo) negligente de la parábola de Jesús, que a pesar de que sabía que su Señor volvería pronto, sólo se dedicó a sus propios intereses sin hacer producir los bienes que su amo le había dado? "¿Qué significa ser cristiano?" nos recuerda MacArthur al final de su libro. "Si vamos a valorar completamente lo que significa seguir a Cristo, debemos abrazar las implicaciones de este concepto vital y transformador. Ser cristiano es ser esclavo de Cristo".
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