14/3/2015 0 Comentarios ¡Es necesario prestar atención!"Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas... Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad." (Hebreos 1:1-3; 2:1-4). IntroducciónLa epístola a los Hebreos, como la mayoría de los libros que forman el Nuevo Testamento es en realidad una carta. Por su contenido, podemos saber a quién fue dirigida y bajo qué circunstancias. Lo que leemos nos permite deducir que esta carta fue escrita para un grupo de creyentes hebreos, es decir; personas de raza judía que habían creído en el mensaje del Evangelio. Habían escuchado acerca de Jesús y habían creído en Él, haciéndose seguidores de Cristo. Este grupo de judíos cristianos estaba experimentando circunstancias muy difíciles. Algunos de ellos fueron despedidos de sus trabajos, otros puestos en la cárcel. A otros no se les permitía comerciar sólo por ser cristianos. Otros eran rechazados por sus propias familias. ¿Puedes imaginarte a ti mismo atravesando circunstancias similares? Debido su difícil situación, muchos de estos creyentes hebreos estaban pensando seriamente en renunciar a su fe, abandonar el cristianismo y regresar a su antigua religión judía. Después de todo, en su forma de pensar; ellos podían en el judaísmo seguir adorando al único Dios verdadero. Así que muchos de ellos se preguntaban si esto de ser cristiano en realidad valía la pena. Tenían dudas. Sentían temor y preocupación. En ese momento particular, parecía que la mejor decisión que podían tomar para ellos y sus familias era apartarse de la iglesia, olvidarse del evangelio y continuar con sus vidas. La epístola a los Hebreos fue escrita con la intención de animar a los creyentes a no renunciar a Cristo y mantener la fe. Es una carta que fue escrita con la intención de responder a la pregunta: ¿Vale la pena seguir? La respuesta del autor es clara y contundente: sí vale la pena continuar. En esta ocasión, analizaremos la intención del autor de animar a sus lectores a mantenerse en la fe cristiana estudiando las implicaciones de Hebreos 1:1-3 y 2:1-4 para nuestras vidas Dios nos está hablando1. Mira primero conmigo el versículo. 1: “Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas”. Dios, desde el inicio de los tiempos; se ha estado dirigiendo al hombre. Dios constantemente se ha revelado a Sí mismo y nos está hablando. “Hace mucho tiempo”, Dios hablaba al hombre por intermediación de unas personas llamadas “profetas”. En esas épocas, cuando Dios quería decirle algo a Su pueblo, entregaba primero al profeta el mensaje, y luego le encargaba que fuera al pueblo y les comunicara Su palabra. El mensaje llegaba al profeta “de muchas maneras” diferentes. En algunas ocasiones, el profeta escuchaba directamente la voz de Dios. En otras, el profeta veía visiones a través de las que Dios le mostraba lo que quería decir al pueblo. 2. Ahora bien, la Biblia enseña que Dios ya no le habla al hombre de esa manera. Dios estableció que el modo de hacerse conocer por medio de profetas terminara. Ya no ocurre más así. Pero Dios sigue hablando. Dios se sigue revelando. Dios se sigue dando a conocer al hombre. Sólo que ahora lo hace de una manera diferente. ¿Te gustaría saber cómo nos habla Dios ahora? Lee entonces conmigo el vs. 2: “en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo”. Estas palabras nos dicen que Dios nos habla ahora por medio de la persona de Su Hijo (Jesucristo). No por medio de Alá, ni Buda, ni ningún otro. La forma de conocer al Dios vivo y verdadero y de escucharle es exclusivamente a través de la persona de Jesucristo. 3. El texto resalta la majestad y la gloria del Hijo de Dios. Es aquel “a quien constituyó heredero de todas las cosas”. Es aquel “por medio de quien hizo también el universo”. ¡Sin duda que la persona de la que está hablando es alguien importante! 4. Pero no para ahí la cosa. La revelación que ahora tenemos es mejor que en los tiempos de los profetas, es mucho más clara y gloriosa. Cristo es “el resplandor de su gloria [la gloria de Dios], y la imagen misma de su sustancia” (v. 3). En los tiempos de los profetas la revelación era -por decirlo de alguna manera- de segunda mano. Dios no se comunicaba al pueblo sino por intermediación de ellos. Pero ahora, es diferente. Ahora Dios se comunica personalmente. Dios, en la persona de Jesucristo, se hizo hombre, habitó entre nosotros, y se dio a conocer. Dios habló directamente con el hombre. ¿Te imaginas? ¡Dios revelándose a sí mismo, en persona! Esto quiere decir que quien conoce a Jesucristo, conoce a Dios. ¿Quieres conocer a Dios? ¿De verdad te gustaría saber quién es Dios, cómo es Él? Entonces, ¡conoce a Jesucristo! Esas fueron las palabras mismas de Jesús: “Si me conocieseis, también a mi Padre conocerías... El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:7, 9). Todos aquellos que estuvieron cerca de Él y le conocieron dijeron lo mismo. Hubo muchas personas que convivieron con Él, que lo vieron hacer milagros, sanar a los enfermos, resucitar a los muertos entre otras cosas. Hubo quien escuchó su enseñanza y lo vio morir en la cruz y luego resucitar al tercer día. Y todos ellos llegaron a una misma conclusión: que Jesús es el Hijo de Dios. Que Jesús es Dios mismo. “Y aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de Gracia y de verdad” (Juan 1:14). 5. Pero Cristo no solo vino a revelarnos a Dios. Cristo también nos abrió el camino hacia Dios. El vs. 3 dice que Cristo llevó a cabo “la purificación de los pecados”. El pecado mancha. El pecado contamina. El pecado corrompe. El pecado no nos permite acercanos a Dios, porque Él es perfecto, puro, santo. Y no hay nada que nosotros podamos hacer para limpiarnos de nuestros pecados. Y lo que nosotros no podíamos hacer por nosotros mismos, Cristo lo hizo en favor nuestro. Él logró la purificación de nuestros pecados al morir en la cruz y derramar Su sangre. Y por medio de Su sangre podemos ser nosotros purificados de nuestras maldades y acercarnos a Dios. Amigo, éste es el mensaje del Evangelio. Es lo que el Señor Jesús vino a enseñar y a cumplir aquí en la Tierra. La salvación llegó a la humanidad cuando Dios se hizo carne y se dio a conocer, y nos abrió el camino hacia Su presencia. Es el mensaje que nos ha llegado a nosotros a través de la Biblia. El Nuevo Testamento está escrito por personas que estuvieron con Jesús y que lo conocieron, y sus vidas fueron transformadas. Personas que literalmente ofrecieron su vida para dar testimonio acerca de la persona de Jesús y del mensaje de salvación. Hebreos 2:3 dice que el mensaje del Señor fue confirmado “por los que oyeron”. Ese testimonio, por la dirección del Espíritu Santo ha quedado registrado de manera escrita y es lo que tienes ahora en tus manos: la Biblia. Con todo este rollo, lo que deseo que entiendas es que, cada vez que una persona te lea y te explique fielmente el contenido de este libro -la Biblia-, y te hable de Jesucristo y del evangelio, es como si estuvieras escuchando la voz de Dios. Cada vez que tu leas la Biblia, estarás conociendo más y más a Dios por medio de Cristo. Despierta a esta verdad: que Dios te está hablando a ti, por medio de este Libro, para que le conozcas. ¿Qué piensas hacer con lo que has escuchado?1. Las palabras “Por tanto” (2:1) indican que todo lo que acabamos de mencionar tiene importantes implicaciones para nuestras vidas. Estas verdades demandan una respuesta de nosotros hacia Dios. Y según el texto, solamente podemos responder de dos maneras: O prestamos atención a lo que Dios nos está diciendo, o no lo hacemos. O tomamos el mensaje de Dios como de vital importancia para nosotros, o lo menospreciamos. 2. El autor nos insta a que hagamos lo primero. Mira la conclusión del autor: “Por tanto, debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído” (2:1). La instrucción es clara: debemos prestar mucha atención. Solamente prestamos atención a lo que consideramos que es importante. En otras palabras, cuando la Biblia en este texto nos dice que prestemos mucha atención, en realidad nos está instruyendo a darle en nuestros corazones un alto valor a las verdades del Evangelio. Dios quiere que consideremos estos asuntos como de gran importancia para nosotros. ¿Quieres saber qué significa prestar atención de manera práctica en tu vida? Muy simple: Empieza a leer de manera frecuente y constante la Biblia. Y cuando leas, medita en lo que lees. Piensa en lo que estás leyendo. Considera qué es lo que Dios dice en Su Palabra acerca de ti, acerca de Él, acerca de la manera en que vives, y las implicaciones que todo ello tiene para ti. Otra forma en la que puedes prestar atención es empezando a reunirte de manera constante en un lugar donde se predique y se enseñe la Biblia. 3. Por otro lado, si no prestas atención a Dios, estarás actuando como si el mensaje del Evangelio fuera de poca estima para ti. Esto es lo que el autor quiere decir porque leemos en el texto que lo contrario a poner atención al mensaje es descuidarlo. El texto dice: “¿cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande” (2:3). En este versículo, la palabra “descuidamos” hace referencia a un menosprecio o desdén hacia la gracia de Dios, tomándola ligeramente, sin tener cuidado de ella. Descuidar nuestra salvación significa no pensar que vale la pena estar familiarizados con el Evangelio, es no considerar el supremo valor del evangelio de gracia o lo profundo de nuestra necesidad de Cristo y de nuestra pobre condición sin Él. Finalmente, es importante que notemos que el no prestar atención, el descuidar y menospreciar las verdades del evangelio, tiene consecuencias. Mira de nuevo el versículo 1: “No sea que nos desviémos”. Cuando no prestas atención a Dios, necesariamente te desviarás, te apartarás, te alejarás de Él. La palabra traducida como “desviemos”, proporciona la idea de “ir a la deriva”. La palabra, en el argot marino de la época, era utilizada para describir al barco que, al habérsele roto el ancla, se va alejando del puerto de manera gradual y casi imperceptible. ¿Entiendes lo que quiere decir? Quiere decir que si tú no prestas atención a Dios, necesariamente terminarás alejándote de Él. Poco a poco, pero te irás alejando. El fútbol, el cine, los amigos, la tele, todas estas cosas empezarán a ser de mayor importancia que Dios, hasta que Cristo, el Evangelio, la salvación, no signifiquen nada para ti. 4. Y Dios no quiera que eso le acontezca a ninguno de nosotros, porque el final de aquellos que menosprecian a Cristo será terrible. Será terrible porque menospreciar a Cristo es hacerse merecedor de “una justa retribución”. ¿Qué podemos pensar de lo que nos espera si descuidamos la palabra traída a nosotros por el mismo Hijo de Dios? Si menospreciamos el Evangelio, ¿qué nos podrá salvar? Nada. Nadie. Que nadie piense que podrá ir por la vida viviendo como le parezca, menospreciando el testimonio y la persona de Jesús el Salvador sin pagar las consecuencias. Conclusión¿Qué piensas hacer con lo que Dios te está diciendo? ¿Cómo piensas responder a todo lo que Dios te ha mostrado en Su Palabra? ¿Piensas poner atención? ¿O lo vas a dejar pasar como un asunto de menor importancia? El autor de Hebreos te insta: no descuides, no menosprecies “una salvación tan grande”.
Esta salvación a la que Dios te está llamando es “tan grande”, que probablemente todavía no logres comprender lo grande que es. Pero déjame decirte que la salvación es mucho más que la diversión que el mundo ofrece. Dios te está llamando a una salvación que es mucho más grande que todo eso. ¡Dios te está llamando a conocerle! Él te esta invitando a que puedas conocerle por medio de la persona de Su Hijo Jesucristo. Dios te está llamando a un gozo que viene como resultado de conocer al Dios de gloria. Dios te está llamando a tener paz en tu interior por el conocimiento de que tus pecados han sido perdonados. Dice la Biblia que es una paz que va más allá de todo entedimiento. Y este gozo, esta paz, crecerán hasta el infinito cuando llegues a estar en Su presencia allá en el cielo, teniendo toda una eternidad para verle cara a cara y conocerle en maneras en que ni tu ni yo nos imaginamos. No lo descuides. No lo menosprecies. Presta atención a Dios. No sueltes a Cristo, quien es nuestra ancla que evita que nos desviemos. Aférrate a Él. Aférrate al Evangelio.
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Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? - Hebreos 9:13-14 (LBLA) Al Lugar Santísimo dentro del tabernáculo tan sólo podía entrar el sumo sacerdote y esto sólo una vez al año: durante el día de la expiación, cuyo ritual se describe con detalle en Levítico 16. Ese día se ofrecían al Señor dos cabritos: uno se dejaba libre para que se perdiera en el desierto. Otro era inmolado y su sangre se vertía en el propiciatorio. Ese era un día de fiesta para todo el pueblo de Israel y tenía un tremendo significado para ellos. Sin embargo, a pesar de toda la ceremonia, de toda la fiesta, de toda la celebración y el gozo, al final del día, la conciencia empezaba de nuevo a acusarles: "¿Qué acerca de los pecados de mi corazón?" Después de todo, el sacrificio solamente expiaba los pecados cometidos por “ignorancia” "¿Qué de los pecados cometidos deliberadamente, y que incluso disfruté?" El velo dentro del tabernáculo sigue colgado. Nadie puede entrar todavía ante la presencia del Señor. Aún existe una barrera entre Dios y el pueblo. El acceso a Dios sigue prohibido. El hecho de que solamente una persona, tan sólo una vez al año (y esto con una exhaustiva preparación especial) podía entrar al Lugar Santísimo, era la revelación del Espíritu Santo a través de la Ley de que el santuario terrenal no era el cumplimiento de la extensión de la presencia de Dios en el mundo para que todos los pueblos tengan acceso abierto a Él. El acceso limitado del sumo sacerdote revelaba que las ofrendas ofrecidas dentro del culto hebreo no quitaban la culpa de manera permanente. A pesar de que por un tiempo proveían el medio por el cual Dios se complacía en aplicar perdón a Su pueblo, no tenían mérito en sí mismas. Solamente reflejaban el mérito del futuro sacrificio de Cristo que iba a ser ofrecido en el templo celestial. De la misma manera, también nosotros; a causa de nuestro pecado también padecemos de una conciencia acusada por la culpa. ¿Cómo podemos silenciar una conciencia que nos acusa a gritos de nuestros delitos y pecados? Nuestra conciencia se rehúsa a dejar ir la culpa de nuestros malos actos.
La gente tratará de todo con tal de acallar la culpa de su conciencia, pero sin ningún resultado duradero. Hay gente que trata de acallar su conciencia por medio de estar siempre ocupados y distraídos. Quieren vivir ocupados en sus trabajos, quieren vivir inmersos en distracciones y diversiones para no escuchar a su conciencia. Hay gente que se entrega al alcohol o las drogas. Hay gente que intenta acallar su conciencia con enormes esfuerzos morales y con la religión. Los lugares de adoración religiosa están llenos de gente que busca un alivio de su conciencia basados en buscar ser una persona que cumple con Dios. Pero nada de lo que podamos hacer nos puede liberar de la culpa. Sólo el sacrificio y la sangre de Cristo aplicada a nuestra alma y a nuestra conciencia nos provee del perdón, de la paz y del gozo de una relación verdadera con Dios, de saber que gracias a Cristo, tenemos acceso al Padre y podemos gozar de Su amor y bendición.
"Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra, que has desplegado tu gloria sobre los cielos! Por boca de los infantes y de los niños de pecho has establecido tu fortaleza, por causa de tus adversarios, para hacer cesar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides? ¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronas de gloria y majestad! Tú le haces señorear sobre las obras de tus manos; todo lo has puesto bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos ellos,
y también las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar, cuanto atraviesa las sendas de los mares. ¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!" -- (Salmo 8:1-9 LBLA)
Esta mañana tuve la oportunidad de leer el Salmo 8. Este himno es definitivamente un poderoso llamado a adorar a nuestro Dios debido Su gloria y majestad que son manifiestas en la creación. El Salmo 8 llama al lector a inmediatamente expresar alabanza a Dios de alguna manera. Sin embargo, al meditar por un momento en el contenido de este Salmo, me encontré siendo inspirado a adorar a Dios de una manera que considero que los cristianos pocas veces consideramos o tenemos en cuenta como un medio real y bíblico de expresar nuestra adoración: con el trabajo. A continuación me gustaría explicarme.
En el Salmo 8 tenemos una poderosa declaración de la suprema majestad y de la gloria de Dios, así como de su infinita grandeza que se encuentra por encima de nosotros su creación. La extensión y sorprendente grandeza del universo creado no son mas que un claro reflejo de la infinita grandeza y majestad de Su Creador. Pero el texto no solo enseña esto. Las palabras del salmista también nos indican que si Dios es el creador de todo lo que existe, entonces también es Su Señor. Dios gobierna y dirige toda Su creación, incluyéndonos a nosotros. Es por eso que este Salmo se dirige a Dios como “Señor nuestro” e indica que Dios es el poseedor y dueño de lo que existe: los cielos son declarados como los cielos de Dios. Al leer esta porción de la Escritura, podemos imaginarnos al escritor sagrado quien, al contemplar en los cielos la grandeza De Dios y Su gloria, se siente profundamente humillado y se da cuenta que su lugar delante de Dios es el de estar postrado adorando. La conclusión es lógica: El ser humano delante de Dios no es nada. Es menos que una pequeña gota de agua junto al vasto océano. Es menos que una pequeña mota de polvo junto a los astros gigantescos de las galaxias. Y sin embargo, una de las mas sorprendentes y hermosas verdades de la Escritura es también expresada: Dios se ha complacido también en revelar su grandeza y en ser glorificado en criaturas tan pequeñas como nosotros. En el texto, observamos cómo Dios se complace en la adoración de los más pequeños (v. 2). El ser humano, aún siendo pequeño delante de Dios, por voluntad de Su Creador ha sido elegido para demostrar como ninguna otra criatura en todo el universo la gloria de Dios a través de ser portador de Su imagen. El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Esta afirmación tiene muchas implicaciones y su significado es muy amplio, pero en el contexto de este Salmo es evidente que el haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, significa manifestar Su gloria fungiendo como una especie de representante de Dios ante la creación. El ser humano ha sido puesto en la tierra para gobernarla: todas las creaturas están puestas bajo su dominio. Así que el ser humano, al sojuzgar y dominar sobre el resto de la creación, no demuestra su propia grandeza (como muchos quisieran creer), sino más bien expresa y refleja la grandeza misma de Dios. El brillo de la aparente grandeza del hombre no es un brillo propio sino más bien el reflejo del fulgor de la gloria del Dios vivo y verdadero. Dos conclusiones acerca del trabajo podemos obtener de este Salmo. 1. Tu trabajo es una manera de manifestar la gloria de Dios, por pequeño que este aparente ser
Las personas solemos medir la importancia o el valor de un empleo de acuerdo a diversos estándares, algunos de ellos equivocados (como cuanto dinero o ganancias produce) y otros correctos (como el potencial de ayudar a otro ser humano). Sin embargo, el valor intrínseco del trabajo y su potencial de adorar a Dios radica principalmente en que todo empleo lícito es un reflejo de la gloria de Dios como imagen suya. Si de alguna manera tu trabajo te permite expresar la persona y el carácter de Dios, alégrate porque es en sí mismo una expresión de adoración, sin importar lo pequeño o poco relevante que pudiera parecer ante la sociedad. Recuerda, Dios se complace en la adoración de los más pequeños a la vista del hombre.
2. La gloria relacionada a tu trabajo no es tuya, le pertenece a Dios
Las personas también suelen utilizar su empleo como la base de su identidad o como una medida de comparación con otras personas . Un individuo es considerado más o menos importante según la naturaleza del trabajo que realiza. Muchos de nosotros estamos inclinados a atribuir mayor importancia a determinados empleos. De la misma manera, tendemos a respetar y tratar mejor al gerente de un corporativo que aquel que asea las instalaciones u oficinas de ese corporativo. Pero la Palabra de Dios no da lugar a esa clase de distincione. La aparente gloria del gerente empresarial no le pertenece a el, mas bien debe ser atribuida al creador y sustentador de todo lo que existe. De la misma manera, el valor y dignidad de la persona que realiza el aseo no radica en la naturaleza de su trabajo, sino en el hecho de que ese trabajo le permite de alguna manera reflejar la imagen de Dios al mundo y es un ejercicio del dominio que Dios le ha dado al hombre sobre la creacion. Es importante que recordemos que nuestro trabajo no fue diseñado para que nosotros seamos exaltados el día de hoy, sino Dios.
En conclusión
Definitivamente, el día de hoy acudiré al trabajo con un fuerte ímpetu de adorar a Dios, aun en las pequeñas cosas que pueda emprender. Deseo hacer las cosas de manera consciente como un acto de adoración a Dios, principalmente por que esas labores son una manifestación de Su propia gloria. Espero que tu también lo puedas hacer.
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