Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea. Y el Señor Dios formó de la tierra todo animal del campo y toda ave del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría; y como el hombre llamó a cada ser viviente, ése fue su nombre. Y el hombre puso nombre a todo ganado y a las aves del cielo y a toda bestia del campo, mas para Adán no se encontró una ayuda que fuera idónea para él. Entonces el Señor Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre, y éste se durmió; y Dios tomó una de sus costillas, y cerró la carne en ese lugar. Y de la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre. Y el hombre dijo: Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada mujer, porque del hombre fue tomada. Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban. (Génesis 2:18-25 LBLA) El matrimonio en nuestra culturaEn un episodio de un exitoso programa de televisión vemos a una mujer entrar al departamento de su amigo en busca de ayuda. La joven le explica que ella y su actual pareja están por mudarse al mismo departamento para vivir juntos. Sin embargo, su novio le ha dicho que no cree en el matrimonio y que no contempla casarse en el futuro. Ella, por el contrario; habiendo creído toda su vida que llegaría a casarse, ha entrado en un conflicto emocional. En realidad no sabe si está dispuesta a dar este paso “tan importante” de vivir con su novio, sabiendo que para continuar con él deberá renunciar a la idea de contraer matrimonio. En medio de la escena la joven le dice a su amigo (quien por cierto se ha divorciado ya tres veces): “Sólo quiero que me digas que el matrimonio no es la gran cosa. Tu sabes, que no voy a perderme de nada, ¡que el matrimonio apesta!”. Su amigo -evidentemente fingiendo- responde: “Sí, ¡el matrimonio apesta!”. “No es lo que crees, ¿verdad?” dice ella dándose cuenta de su falta de sinceridad. “Lo siento, no”, confiesa él. “La verdad es que amo el matrimonio. Sé que mi matrimonio no funcionó del todo, pero amo la idea de estar así de comprometido con otra persona”. Así es cómo en menos de cinco minutos los escritores de una de las series televisivas de mayor audiencia nos confrontan con tres formas diferentes en las que el mundo concibe el matrimonio. Primero, está aquel que no cree en el matrimonio y que piensa que no es necesario para hacer una vida de pareja. Por otro lado está ella que tiene una idea romántica acerca del matrimonio, pero que está dispuesta a desecharla si logra convencerse de que el casarse no es después de todo una experiencia tan feliz como ella se imagina. Y finalmente, está el tipo que dice amar la idea del matrimonio y el nivel de compromiso que éste representa, aunque lo que él entiende por “compromiso” no ha evitado el que se haya divorciado ya tres veces. La verdad es que, cuando se habla del matrimonio; el mundo parece no saber de qué se trata. En palabras del pastor John Piper: El abismo entre la visión bíblica del matrimonio y la visión humana común es ahora, y lo ha sido siempre, inmenso. 1 No sólo el mundo no entiende el verdadero significado del matrimonio, sino que tampoco tiene la capacidad de ver su grandeza. A los ojos de nuestra cultura la institución del matrimonio ha ido perdiendo cada vez más su valor. Quizás ahora más que nunca las palabras de Lutero cobran sentido: El mundo y sus sabios no han visto aún lo piadoso y sagrado que es el matrimonio. 2 Esta devaluación del matrimonio y la familia en nuestra cultura ha tenido un profundo impacto en la estructura de la sociedad. Por ejemplo, en el 2011 se registraron en México 570 mil 954 matrimonios y 91 mil 285 divorcios.3 En otras palabras, había 16 divorcios por cada 100 matrimonios, cifra que es casi cuatro veces mayor que la de hace tres décadas. Al mismo tiempo, el 16% de la población mayor a los 15 años vivía en unión libre, una cifra que duplica la observada hace 20 años.4 Estadísticamente hablando, el matrimonio es una tendencia a la baja. Las estadísticas también indican que los jóvenes contraen matrimonio a edades más avanzadas que en cualquier otra época de la historia humana reciente. Por ejemplo, al 2011 la edad promedio al momento de casarse fue de 28 años para los hombres y de 25 para las mujeres.5 Quizás este hecho no parezca tan grave, pero los demógrafos sugieren que tal comportamiento de retraso para llegar al matrimonio ha establecido patrones estadísticos que en generaciones anteriores estaban relacionados sólo con crisis sociales como la guerra y los desastres naturales. Además, este retraso del matrimonio también ha causado otra clase de males tanto en la sociedad como en la iglesia, pues indudablemente está relacionado con mayores niveles de promiscuidad en los jóvenes, depresión, así como poner en riesgo la posibilidad de muchas parejas de ser padres. 6 Desafortunadamente, los cristianos parecen no haber escapado de las consecuencias producidas por este debilitamiento del concepto bíblico del matrimonio. Si escuchamos con atención, nos daremos cuenta que muchos jóvenes creyentes ven el casarse o el tener hijos como una meta secundaria o menos satisfactoria que el terminar una carrera, obtener un buen empleo o adquirir ciertos bienes materiales. Aún entre creyentes es común que los jóvenes salten de un noviazgo a otro antes de casarse sin que la Iglesia diga algo al respecto. La cultura también ha influido en el entendimiento que los creyentes tienen acerca de otros asuntos relacionados con el matrimonio, como la soltería, el rol complementario del hombre y la mujer en el matrimonio, la vida familiar y el discipulado de los hijos. Es posible que la forma de pensar de muchos evangélicos sobre estos temas no sea muy diferente a la del mundo. Por ejemplo, poco antes de casarme, más de una vez escuché a otros creyentes decirme que el primer año de casados “es el más difícil de todos” y que durante ese período “las peleas son comunes hasta que logren acoplarse el uno al otro”. ¿Cuántos de estos consejos son adoptados de la cultura y forjados más bien por la propia experiencia que por parámetros bíblicos provenientes de la Escritura? Así que tanto el mundo como la Iglesia necesitan de una visión bíblica y centrada en Dios acerca del origen y propósito divinos del matrimonio. En esta ocasión quisiera que pudiéramos revisar las verdades bíblicas básicas y esenciales acerca del matrimonio. Hay tantas cosas que pudiéramos aprender, pero me gustaría que nos centremos en el principio fundamental y más importante dado por la Escritura, el matrimonio fue creado por Dios para Su propia gloria. A medida que analicemos la enseñanza bíblica observaremos que el matrimonio es parte de la creación original de Dios y por lo tanto existe para desplegar Su gloria. El tema continúa en la siguiente entrada. Referencias1. John Piper. Pacto matrimonial: Perspectiva temporal y eterna (Wheaton, E.U.A: Tyndale Español), pg. 2.
2. Citado en Justin Taylor. Martin Luther’s Reform of Marriage en Sex and the Supremacy of Christ (Crossway Books), pg. 223. 3. Dato proporcionado por el INEGI en el internet (recuperado el 8 de enero del 2014). Enlace. 4. Datos citados por CNN México en este enlace (recuperado el 8 de enero del 2014). 5. Tomado del mismo lugar que en la cita 3. 6. Idea tomada de Albert Mohler. Looking Back at ‘The Mystery of Marriage’–Part One (recuperado el 8 de enero del 2014).
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